Nos referimos a las autonomías y a las competencias cedidas a las mismas. El mal es otro. Veamos.
El estado liberal ha prescindido de Dios. Y los humanos, que no podemos vivir sin Él, hemos hecho dios al mismo estado. Desde que aparece la democracia liberal el estado se viene comportando como un dios. Lo sabe todo, se mete en todo, pretende resolver todo. Hasta legisla en los más pequeños detalles de la vida doméstica.
Ello ha llevado a los cuerpos intermedios de la sociedad, las regiones en el caso que nos ocupa, a una rebelión. Es evidente que muchos problemas se resuelven mejor desde la región que desde Madrid. Y han surgido las autonomías. Pero como el liberalismo mantiene desterrado a Dios (y también por mera imitación) las autonomías se han convertido en dioses. Y ahí está el conflicto.
Se oyen voces reclamando que el estado recupere las competencias en educación. Es verdad que el incremento del sentimiento separatista, que Cataluña ha experimentado en estos años de democracia, se ha debido al adoctrinamiento que de las nuevas generaciones. Posible porque la Generalidad ha disfrutado de las competencias en educación. Pero la solución no está que esas competencias las monopolice el estado. El verdadero problema es que el derecho a decidir la educación de los hijos haya sido arrebatado a los padres.
Malo es que a los niños catalanes se les inculque el odio a España. Pero malo es también que al resto de los niños españoles no se les eduque en el amor a España. A la verdadera España. A la que frenó al islam y cristianizó medio mundo. Porque eso es lo que hoy está ocurriendo. En Cataluña se llena las mentes de los niños con una mentira. Y en el resto de España se llena con otra. Y ésta segunda mentira contiene un vacío que hace posible ser ocupado por la mentira primera.
Personalmente no me hace ninguna gracia que la Generalidad embauque a los niños catalanes. Pero también me subleva que el estado liberal haga lo mismo con mis nietos.
Ante el falso dilema de si las competencias de educación corresponden al estado o a las autonomías, los carlistas respondemos que la solución está en la libertad de enseñanza. Tal y como se practicó en España hasta la aparición del liberalismo. En educación, la función del estado, o de la autonomía, es meramente subsidiaria. No la absorbente que hoy ejerce.
El mal no está en las autonomías. El mal está en el liberalismo que informa tanto al gobierno central como a las autonomías.
Por Carlos Ibáñez. Este artículo se publicó primero en Ahora Información: Ese no es el mal