Al difundirse la noticia de la caída de Tarragona, el 15 de Enero 1939, quedó expuesto nuevamente el frente republicano, y la retirada se convirtió en una huida cobarde y caótica de rojos de toda clase: autoridades políticas, funcionarios, civiles comunes, e incluso soldados, que marcharon apresuradamente hacia la frontera francesa, llevándose consigo a sus familias y enseres, y tomando por asalto los almacenes de alimentos para tener con qué sobrevivir durante la marcha hacia Francia.
En la tarde del 24 de enero el gobierno republicano huía finalmente a Gerona, dejando tras de sí una ciudad dominada por el desorden de la huida en automóviles, camiones, bicicletas o simplemente a pie, obstruyendo pronto la carretera hacia el norte.
Al amanecer del 26 de enero 39 las tropas nacionales alcanzaban las cumbres del Tibidabo y de Montjuic, y al mediodía entraban al centro de Barcelona y ocupaban toda la urbe semidesierta, sin hallar resistencia alguna.