Ignorantes sí, pero culpables; porque deliberadamente no quieren saber, y se convierten, por tanto, de forma voluntaria, en indocumentados impregnados de dolo, para intentar justificar en su pretendido desconocimiento afirmaciones graves llenas de podredumbre y rencor.
Falsos, porque – enemigos de la verdad- se valen del infundio, la insinuación, la deformación, la manipulación y las mentiras más vulgares para desatar campañas sectarias al servicio de sus espurios objetivos, tapando de paso sus propias responsabilidades.
Cobardes, porque esperan a que se cumplan cinco años del fallecimiento de la persona agraviada, para vomitar nuevas andanadas de veneno, cuando no pudieron nada contra él en vida, por más que lo intentaron.
Malvados, porque el odio y la mala fe ponen en evidencia su ínfima categoría humana.
Quienes así actuáis, recordad que cuanto más volumen y más peso tenga vuestro escupitinajo, con mayor fuerza caerá sobre vuestra propio rostro.
Aunque el objetivo se presenta casi imposible, de no variar la predisposición de los aludidos, consideramos necesario, ante la reiteración de las agresiones verbales, dejar manifiestamente claras una docena de realidades palpables y contrastadas sobre la figura de Blas Piñar López.
Fue, ante todo, un hombre de bien, religioso, trabajador, estudioso, responsable, cumplidor, honesto y honrado a carta cabal. Hijo y hermano entrañable; ejemplar esposo, padre, abuelo y bisabuelo; gran amigo; de trato general siempre amable y lleno de afecto hacia los demás. Su sentido del humor le acompañó hasta los últimos momentos de su vida.
Profesionalmente entregado a su notaría desde sus inicios en Cieza hasta su jubilación forzosa en Madrid, donde -por cierto- no tuvo un despacho elitista ni dedicado a los grandes bancos o empresas, sino enormemente abierto y popular, como queda acreditado en los sobresalientes números de su protocolo. Esta faceta le permitió un contacto amplio y directo con la sociedad española real.
Su preparación fue ingente y profunda. Doctor en Derecho, publicó numerosos trabajos jurídicos, dentro del campo del Derecho Civil y más concretamente sobre Derecho de Familia.
La formación religiosa le impulsó al terreno del apostolado seglar, destacando en puestos de responsabilidad de Acción Católica y de la Asociación Católica de Propagandistas, llegando a representar a España en el Congreso Mundial de Apostolado Seglar.
Pronunció conferencias religiosas sobre los más diversos aspectos (Teología, Virgen María, Ángeles, Semana Santa, virtudes cristianas, devoción popular, santos, mártires y personajes de la Iglesia, etc.) que tuvieron lugar en conventos, colegios, parroquias, teatros, cines, Palacios de los Deportes, con un seguimiento multitudinario.
Sus cualidades y dotes oratorias le convirtieron en persona requerida para toda clase de fiestas y festivales, pudiendo atender apenas una décima parte de las solicitudes. Fallas, Vendimia, Juegos Florales, Fiestas Patronales, Festivales poéticos o folklóricos, todos se disputaban su presencia pues se aseguraban el éxito y el aplauso enfervorizado.
A lo largo de su vida se vio arropado por un amplio y variado abanico de amigos, simpatizantes, correligionarios y admiradores, recogiendo la gratitud, el reconocimiento y la admiración que su generosa personalidad y actitud propiciaban.
Como articulista publicó más un millar de colaboraciones en revistas y diarios, disponibles en cualquier hemeroteca, siendo destacable la variedad de los temas tratados, y la sensibilidad o la seriedad utilizada según el asunto lo requiriera. Informaciones, La Gaceta del Norte, ABC, agencia Logos, El Alcázar, Mundo Hispánico, Fuerza Nueva, recogieron la mayor parte de sus escritos cortos.
La Hispanidad como concepto, y su promoción y difusión a través de realizaciones, constituyó, como síntesis de Religión y Patria, uno de los pilares de su vida. Como Director del Instituto de Cultura Hispánica tuvo la ocasión de visitar repetidamente los paises hermanos, reiterando los viajes posteriormente en numerosas ocasiones, dadas los firmes lazos de amistad allá establecidos.
Invitado reiteradamente, conoció los Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Portugal, Israel, etc., estableciendo relaciones a todos los niveles con muchas otras naciones, siempre con espíritu de cooperación, camaradería e integración europea y universal.
Dio el paso a la política activa en unos momentos claves en la existencia de nuestra Patria, cuando los primeros indicios de la futura Ruptura, que no Reforma, empezaban a manifestarse entre los gobernantes del Régimen surgido del 18 de julio de 1936, que tantos beneficios y éxitos estaba dando a España y a los españoles. Fue consecuente y leal a sus valores, sufriendo las secuelas de su sincera postura de denuncia contra los enemigos de Dios y de España y de quienes, desde dentro, les estaban facilitando el camino.
No fue un político al uso que se mimetiza, adapta y utiliza los medios que hagan falta para alcanzar y mantenerse en el poder. Por eso se opuso rotundamente al desmantelamiento del Estado Nacional, a la división de las tierras y los hombres de España, al terrorismo, a la deshonrosa liquidación de los territorios de Ifni, Guinea y el Sahara, a la aceptación de Gibraltar como colonia británica, a la entrega frente al capitalismo o el comunismo, al asesinato legal de los no nacidos, a la destrucción de la familia, a la perversión de las conciencias.
Correcto y respetuoso con propios, extraños y adversarios, tanto en escritos, intervenciones públicas, ruedas de prensa, declaraciones y entrevistas, no se le conoce una salida de tono, un mal gesto, un exabrupto, un desplante o una respuesta al nivel de belicosidad con el que se le trataba.
Por todo ello la política no lo enriqueció, sino que le costó dinero. Por eso fue insultado, acosado, perseguido, calumniado. Pero nunca dio un paso atrás en su lema Dios, Patria, Justicia, que condensó sus creencias. Nunca le importaron los ataques de frente, pues entendía que era lo predecible por la gallardía de su propia actuación, pero sólo la Fe y la Caridad le hicieron superar con humildad cristiana los embustes, la hipocresía, las embestidas falaces, la deslealtad, el perjurio y la traición.
Las falacias que -una vez más- repiten desvergonzadamente los ignorantes, falsos, cobardes y canallas son pura difamación que se desmorona ante la realidad de los hechos y de los testimonios documentales, escritos, verbales, etc. sin contraposición posible. Pero la mentira se hace fuerte con el dominio de los medios, como lo demuestra el intento de instauración legal de la llamada memoria histórica. Una adecuada respuesta resulta obligada ante tanta villanía, por lo que, en servicio a la verdad, hemos decidido romper nuestro habitual silencio.
&n bsp; Fundación Blas Piñar