El Día Internacional de la Mujer, que se celebrará el próximo 8 de marzo, viene acompañado de una fuerte campaña publicitaria ausente en la celebración de otros días internacionales; ni siquiera el 1 de mayo viene precedido por una campaña publicitaria tan intensa en cuanto a los contenidos, y tan generalizada, por cuanto ningún medio de comunicación social se escapa a la imposición dogmática del día internacional de la mujer, que curiosamente no defiende a la mujer, sino que pretende un igualitarismo desde el equivocado reconocimiento de las superioridad de las “virtudes masculinas”
El día internacional de la mujer es una más de las campañas ideológicas que pretenden sustituir el escaso respaldo social, por el excesivo respaldo público, caracterizado por los millones destinados a regar con generosidad las insaciables arcas de los medios de comunicación autodenominados serios. En estos días escuchamos una constante y falsa apelación a la igualdad, dado que el dogma que nos pretende inculcar no es el de la igualdad, sino el del igualitarismo. Para la lucha por la igualdad no era necesaria tanta alforja, dado que el artículo 14 de la Constitución es claro al consagrar la igualdad de todos los españoles ante la ley.
La diferencia entra la igualdad y el igualitarismo, es la diferencia entre las premisas y las consecuencias, es la riña constante entre la libertad y la uniformidad. La igualdad es el reconocimiento de los mismos derechos en el punto de origen, y el igualitarismo supone el resultado uniformador de ideologías totalitarias que arrollan la libertad del individuo.
La igualdad, concebida desde el prisma ideológica de la izquierda, es el resultado de la colectivización de los esfuerzos, de las voluntades y de las decisiones, es el apaciguamiento de la libertad, en aras a la uniformidad.
El igualitarismo es uno de los más acabados instrumentos inventados por la izquierda para el control social, es uno de los mayores engaños, pues usando el deseo común a toda la humanidad de ser iguales a los que más tienen, provoca precisamente la igualdad por abajo, es decir, la igualdad con los que menos poseen. La verdadera igualdad, no es un invento ni socialista, ni liberal, sino un concepto cristiano que está vinculado irremediablemente a la libertad, pudiéndose leer en Gálatas 3:28 «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús».
No es lo mismo la igualdad ante la ley, que la igualdad por la ley, y en este conflicto estamos actualmente. Una igualdad que no respete ni la libertad individual, ni la justicia concebida como equidad (dar a cada uno lo suyo), no es un derecho, sino una imposición totalitaria, no será igualdad, sino igualitarismo.
Nos vemos obligado a decir todo esto para denunciar la tremenda ideologización realizada por la izquierda en defensa de un día internacional que no trata de conseguir el justo anhelo de igualdad ante la ley, sino que busca de forma tramposa imponer una falsa voluntad colectiva a favor de un igualitarismo que hace tabla rasa del esfuerzo, las virtudes y las apetencias de los individuos integrantes de la sociedad, para buscar la imposición de un igualitarismo a costa de la libertad.
Jamás me podré sumar a una manifestación, o una huelga, en la que no se reivindican las justas diferencias de un grupo o colectivo, sino que únicamente se pretende replicar los supuestos éxitos descontextualizados de otro grupo. Efectivamente, en esto consiste la huelga feminista, que no defiende la identidad femenina, sino que pretende anular las naturales, y necesarias, diferencias entre hombres y mujeres, para conseguir una sociedad en la que el único estándar de validez sea la masculinidad.
Según el feminismo radical el mundo machista es el estándar a conseguir, pues el varón occidental vive instalado en un mundo de lujos, derechos y privilegios actualmente inalcanzable para las mujeres; por ello sus ansias no consisten en defender las virtudes y necesidades de las mujeres, en defender el derecho de toda mujer a elegir libremente su maternidad, sino que su ansia consiste en aniquilar cualquier diferencia, en posibilitar a todo costa un igualitarismo total, a costa de eliminar la maternidad, y a costa de eliminar cualquier diferencia (y son muchas y enriquecedoras) que la mujer pueda aportar a la familia, a la sociedad y al mundo laboral.
Desde este convencimiento, y al fin de engañar a los incautos, el feminismo radical se ha especializado en defender supuestas brechas que perjudican a la mujeres; así hablan de brecha salarial, por la que supuestamente las mujeres cobran menos desarrollando los mismos puesto de trabajo, hablan de brecha de seguridad, al tratar de convencernos que las mujeres son las principales víctimas de los delitos violentos, y hablan de brechas profesionales, al tratar de justificar la infrarrepresentación de las mujeres en determinadas profesiones u oficios.
Sin embargo, la realidad no demuestra las premisas marcadas por el feminismo, pues si bien es cierto que las mujeres están infrarrepresentadas en los puestos de responsabilidad, no es menos cierto que los varones desarrollan los trabajos más peligrosos para la salud, si bien es cierto que los medios de comunicación hacen machacón recuerdo de las víctimas de la violencia de género, no es menos cierto que los hombres son las víctimas mayoritarias de los delitos violentos, e igualmente siendo cierto que las mujeres están infrarrepresentadas en determinados sectores productivos, no es menos cierto que los hombres sufren las mayores tasas de abandono escolar.
Para desmontar estas brechas es suficiente con recurrir a las estadísticas oficiales, así, por ejemplo, es fácil desmontar la brecha de seguridad, pues si bien en el año 2014 murieron 57 mujeres víctimas de la violencia de género, no es menos cierto que en dicho año murieron 201 hombres victimas de homicidios, por lo que los datos nos impiden reconocer que las mujeres sean las principales víctimas de la violencia.
Si de brecha de salud hablamos, es suficiente recurrir a los datos sobre suicidios, pues en ese mismo año (2014) se suicidaron 2938 hombres, frente a 972 mujeres.
Si de discriminación laboral hablamos, podríamos recurrir a lo que el Centro Jurídico Tomás Moro llama brecha de seguridad laboral, dado que, de los 467 fallecidos por accidente de trabajo en 2014, 443 fallecidos fueron hombres y tan solo 24 fueron mujeres.
Ni que decir tiene que actualmente determinadas profesiones están feminizadas, así, según estadísticas del Consejo General del Poder Judicial, las mujeres suponen un 53,2 % de los miembros de la carrera judicial, según la Encuesta de Población Activa un 77,69 % de los profesionales que trabajan en sanidad son mujeres, y según estadísticas del sector educativo el 98 % de los maestros en educación infantil son mujeres. A este listado, podríamos añadir un largo elenco de profesiones ocupadas mayoritariamente por mujeres, sin que conozcamos ninguna reivindicación machista para ocupar por decreto ley dichos puestos, ni consideramos que sea necesaria, por cuanto las preferencias de hombres y mujeres son distintas, y no es necesario la intervención estatal para “equilibrar” ninguna cuota por razón de sexo.
Igualmente, es necesario destacar la brecha en educación, que convierte a los varones en víctimas de un sistema educativo fracasado. Así, hace unos días podíamos leer que la pedagoga sueca Inger Enkvist, ante la pregunta de qué medidas se están tomando para paliar la brecha de género en el fracaso escolar, solo tenía una respuesta: «es un escándalo», pues efectivamente, la brecha educativa es una brecha masculina, al referir las estadísticas del Ministerio de Educación que el 83% de las chicas acaban la ESO, frente al 73% de los chicos. Una brecha de 10 puntos que, sin embargo, no acaba de preocupar a nuestros políticos.
El informe PISA también ha estudiado las diferencias por género y muestra que, en general, los chicos de 15 años alcanzan un rendimiento menor que las chicas de la misma edad. En 2012, el 14% de los chicos no consiguieron el nivel básico de rendimiento en ninguna de las tres áreas evaluadas (lectura, matemáticas y ciencias), por un 9 % de las chicas, pero, ¿alguien se ha encargado de estudiar las causas del bajo rendimiento escolar de los chicos?, ¿conocen ustedes alguna política activa para tratar de mejorar las ratios de fracaso escolar entre los varones?, ¿es necesario incluir “la perspectiva de género masculino” en las políticas educativas?
María Calvo, autora de La masculinidad robada, llegó a afirmar recientemente que «los problemas de los niños no interesan. Si faltan chicas en carreras tecnológicas, se hacen programas, campamentos, estudios, congresos… Pero si son ellos los que tienen problemas, no se hace nada. Yo he llegado a leer que la causa es que los varones son más vagos».
De todos estos datos es fácil extraer una conclusión: los bien pagados lobbies feministas sólo se encarga de escudriñar la áreas sociales en los que la mujeres están en supuesta desventaja, para imponer, aún en contra de las propias mujeres, la presencia femenina en dichos sectores, y ello con un doble fin: buscar el continuo enfrentamiento entre hombres y mujeres que debilita la lucha social contra las verdaderas tropelías del poder político, y soslayar la maternidad, pues en un mundo igualitario es inconcebible que las mujeres hagan algo que un varón es incapaz de hacer: parir.
Carlos Pérez- Roldán Suanzes- Capegna