Los nuevos tiempos políticos en España son sorprendentes. Sea cual sea la corriente política de una persona, incluidos los actualmente peligrosos matices ideológicos dentro de esta, ha de reconocerse que la irrupción de Vox ha revolucionado los tiempos. Y creo que es correcto afirmar que lo ha hecho de una forma más instantánea que la sombría irrupción que supuso la del partido comunista llamado Podemos.
No está claro aún qué deparará el futuro sobre este aspecto puesto que en Andalucía se unía el hecho del hartazgo español sobre el constante incumplimiento de promesas en este aspecto por las promesas de los diferentes partidos políticos tradicionales y el hartazgo andaluz ante la sumisión de un pueblo a los negocios ilegales del tradicionalmente corrupto PSOE.
Pero no voy a entra a especular sobre este sorpresivo cambio político ni su oportunidad o su inoportunidad. El lector de esta revista, lo cual le acredita inteligencia, seguro que tiene su propio criterio y no seré yo quien se atreva a opinar, justo en estas líneas, sobre ello.
Pero las recientes elecciones andaluzas han llevado a la necesidad de que el Partido Popular haya de negociar con Vox, bajo la partícipe bendición de Ciudadanos, que hace como mira a otro lado, pero respira aliviado por el acuerdo firmado por los otros dos. Y ahí es donde, si me lo permiten, entro yo. En un importantísimo detalle de ese acuerdo.
Me refiero a un punto que, si bien ha sido redactado creo que, con calculada brevedad, entiendo que esta citada brevedad oculta una gran importancia. Se trata del punto 33 de dicho acuerdo que dice esta importancia referencia:
“Promover una Ley de Concordia que sustituya a la ley de memoria histórica.”
Breve, pero fundamental el cambio de Memoria Histórica por el de Concordia, si ello resulta en algo concreto.
A manos del Partido Popular, uno de los grandes fracasos, fraudes y decepciones a su electorado fue que teniendo mayoría absoluta no derogase la miserable Ley de Memoria Histórica. Por cobardía no se derogó, y de aquellos polvos estos lodos.
Ahora a causa de la irrupción de Vox el partido que gobernó España ya comienza a hablar de ley de concordia en lugar de ley de memoria. Y ello es correcto porque la memoria, recuerdo del pasado, es una cuestión que corresponde a los historiadores y a cada uno como persona, pues tenemos derecho a la valoración de dichos hechos. Concordia, sin embargo, es acuerdo entre quienes contienden.
Conforme estoy con que quienes contendieron con las armas acuerden la paz y la entierren, pero un acuerdo no es una rendición, que es lo que desarrolla la Ley de Memoria Histórica aprobada por el PSOE y mantenida por el PP (curiosamente heredero político de los asesinados por la Segunda República y de los crímenes entonces del PSOE).
Es obvio, y lo saben, que la Ley de Memoria Histórica pretende la victoria en los papeles de lo que no pudieron ganar en batalla y en organización política durante el conflicto bélico. Que dicha ley pretende ocultar sus crímenes vergonzosos bajo su invención de supuestos crueles tribunales posteriores a la guerra, y que en no pocos casos dirigían los ascendientes de quienes ahora se someten a la visión políticamente correcta.
Así con ello, convierten al asesino en víctima y a la víctima en, simplemente, inexistente.
Pues bien, ese acuerdo, de convertirse en realidad (que hay que ver si harán lo mismo, o sea nada, quienes se opusieron a la Ley de Memoria Histórica pero cuando tuvieron mayoría absoluta se limitaron a seguir aplicándola) supondría un empujón a la reparación y justicia sobre los miles de personas que fueron asesinados por el gobierno de la Segunda República.
El peligro es que para llegar a acuerdos muy importantes para los vivos (medicamentos para los enfermos, ayudas a los desempleados, ayudas a emprendedores y así otro montón de necesarias actuaciones para los españoles y andaluces de hoy) se acabe cediendo en la necesaria dignidad de los españoles y andaluces asesinados por la República e incluso se les iguales con sus asesinados.
¿Concordia supondrá que asesinos y asesinados se merecen el mismo respeto y memoria? La justicia divina ya estará hecha y no es nuestra tarea, pero la justicia humana no puede suponer que quien asesinaba a un católico o violaba a una católica ha de ser tratado igual que el que lo asesinaba o la violaba. El perdón al criminal no debe ser un obstáculo para la justicia humana.
¿Son los nuevos tiempos un nuevo camino para acabar con la cruel Ley de Memoria Histórica o volveremos a lo mismo, pero con otros camuflajes?
VICTOR MAESTRO CANO Abogado | VALENCIA