El lunes 18 de febrero despertamos con la noticia en la capital del Turia de que: “El carril bici provoca que una ambulancia bloquee la calle Alicante.” Por lo visto el incidente provocó que los vehículos escaparan en dirección prohibida y un gorrilla terminase dirigiendo el tráfico. El nuevo carril bici de la calle Alicante ya se había convertido desde semanas atrás en una ratonera para los conductores y en una prueba de fuego para los servicios de emergencia. No era el primer incidente provocado por la desmesurada sobreabundancia de carriles bici en Valencia y podemos apostar a que no será el último.
Me contaba un amigo una anécdota sobre el concejal de movilidad del Ayuntamiento de Valencia Giusepe Grezzi, responsable de esta fiebre de carriles bici y otras extravagancias que han hecho de la movilidad en la capital valenciana poco menos que una odisea. Comparecía este en una Junta Municipal frente a unos ciudadanos, en su mayoría de avanzada edad, que le recriminaban el mal servicio de los autobuses de la ciudad. Cuando Grezzi se vio acorralado y no supo que contestarles, simplemente les espetó: “¿Y qué queréis, que vuelva Franco?” Probablemente a algunos de los congregados la idea de una resurrección del Jefe del Estado de gran parte del siglo XX en España les atraería y otros la detestarían, pero en todo caso no por el funcionamiento de la EMT precisamente. Sirva este ejemplo para ilustrar, además del uso ventajista y bastardo de la mal llamada memoria histórica, convertida más bien en una desmemoria histérica, el problema del ayuntamiento del cap i casal: el exceso de ideología.
Buenos políticos, buenos gobernantes, buenos gestores son quienes resuelven los problemas que tiene planteada una sociedad. A quienes no lo logran podemos calificarles de mediocres y a quienes, además de no resolver ningún problema, crean problemas nuevos que antes no existían, podemos convenir en que merecen el calificativo de malos políticos, peores gobernantes y pésimos gestores. Es el caso de Grezzi, el “iluminati delas bicicletas” como le llamó un concejal de la oposición. Valencia tenía una serie de problemas planteados cuando llegó al poder el actual equipo municipal, pero el tráfico no era uno de ellos. Todos los problemas que la ciudad pudiera tener siguen tal cual, pero ahora tenemos uno de movilidad nuevo por la obsesión de la concejalía de crear carriles bici por doquier, hasta el punto de que muchos valencianos tememos levantarnos una mañana y descubrir que tenemos uno nuevo en el pasillo de nuestras casas.
Cuando el exceso de ideología se contradice con el sentido común pasan estas cosas. Y no es que tengamos nada contra las bicicletas o los patinetes, medios de transporte sanos y ecológicos, de uso propicio en una ciudad como Valencia, llana y de clima benévolo, pero todo tiene una medida y una proporción. No todo el mundo va a ir en bici al trabajo, por mucho que Ribó pretendiera dar ejemplo fotografiándose llegando sobre dos ruedas al Ayuntamiento en su primer día, para coger el coche oficial y rodearse de escoltas el segundo y seguir así hasta hoy. Las personas mayores, quienes tienen problemas de movilidad, o quienes trabajan muy lejos de su domicilio no cogerán nunca la bicicleta se pongan Ribó y Grezzi como se pongan, ni tienen por qué. También habrá otros vecinos que, simplemente, no cojan la bicicleta porque no les dé la gana, y también están en su derecho. Pagan impuestos y no son peores ciudadanos que el resto, ni necesitan que ningún mesías venido de Nápoles les de ninguna lección moral y ecológica sobre el uso de los biciclos.
Cuando la exagerada proliferación de carriles bici crea en la ciudad un problema de tráfico que antes no existía, provoca atascos, accidentes y retrasos en las ambulancias, cuando la ideología pseudoecologista y totalitaria pretende decirle a la gente el medio de transporte que tiene que usar, pasa por encima del sentido común, se llega a estas situaciones. Una ciudad tomada por unos fanáticos a los que no les importa violentar a sus propios ciudadanos con tal de imponer unas modas progres estúpidas, cuando se llevan a extremos absurdos. Unos gestores capaces de hacer que lo que antes iba bien ahora vaya mal y que lo que antes iba mal vaya ahora peor.
Desconcierto en el transporte público, carriles bici por doquier que han hecho odiar este transporte a toda una generación de valencianos, cortes de tráfico y, en definitiva, una ciudad peor para todos. Eso sí, los semáforos de la ciudad muestran muñequitos con faldas y hay bancos pintados con los colores del arco iris. Todo un ejemplo de “inclusión” en el caos.
JOSÉ MANUEL BOU BLANC Licenciado en Derecho | VALENCIA