“Un ministro socialista pidió autorización para proceder libremente; el Gobierno, del que formábamos parte otros cinco socialistas, incluso quien lo presidía, se la concedió, y socialistas eran también los bancarios que dispusieron cuanto se les ordenó, tanto en España como en Rusia, así como los paisanos que convoyaron el cargamento entre Madrid y Cartagena”.
Indalecio Prieto sobre el robo del oro de Moscú
El 13 de septiembre de 1936 el nuevo ministro de Hacienda, el socialista Juan Negrín, por iniciativa propia emitió un decreto “reservado” que decía lo siguiente:
“Ministro de Hacienda
Excmo. Sr:
Por su excelencia el presidente de la República, y con fecha 13 del actual, ha sido firmado el siguiente decreto reservado: La anormalidad que en el país ha producido la sublevación militar aconseja al Gobierno adoptar aquellas medidas precautorias que considere necesarias para mejor salvaguardar las reservas metálicas del Banco de España, base del crédito público. La índole misma de la medida y la razón de su adopción exigen que este acuerdo permanezca reservado. Fundado en tales consideraciones, de acuerdo con el Consejo de Ministros, y a propuesta del de Hacienda, vengo en disponer, con carácter reservado, lo siguiente:
- 1º: Se autoriza al Ministro de Hacienda para que en el momento que lo considere oportuno ordene el transporte, con las mayores garantías, al lugar que estime de más seguridad, de las existencias que en oro, plata y billetes hubiera en aquel momento en el establecimiento central del Banco de España.
- 2º: El Gobierno dará cuenta en su día a las Cortes de este decreto.
Madrid, 13-9-36.”
Tan reservado fue el decreto que, aunque fue firmado por el Presidente del gobierno del Frente Popular, Manuel Azaña, a éste no se le informó cuando se aplicaría ni tampoco el destino del tesoro. La excusa para dejar fuera de conocimiento en la materia al Presidente fue su “estado espiritual”, aunque nunca se explicó en qué consistía ese estado.
Pese a que el Banco de España S.A. era un ente privado en tiempos de la II República, y no un organismo público como lo es hoy, menos de 24 horas después de la firma del decreto, en la madrugada del 14 de septiembre de 1936, a dos meses escasos de haber comenzado la guerra civil, un grupo de cerrajeros, sindicalistas (de la UGT y CNT) y pistoleros de “la motorizada” (la guardia personal del líder del PSOE Indalecio Prieto que poco antes, también de madrugada, había protagonizado el asesinato de Calvo Sotelo) asaltaron el Banco de España. Aquella turba fue enviada por el ministro de Hacienda, del PSOE, Juan Negrín. El gobierno estaba presidido por Francisco Largo Caballero, también del PSOE.
Dirigió la operación de apropiación el entonces Director General del Tesoro y futuro ministro de Hacienda en el gobierno de Negrín, Francisco Méndez Aspe. Le acompañaban el capitán Julio López Masegosa, 50 ó 60 metalúrgicos y cerrajeros y un grupo de empleados de banca pertenecientes al Sindicato de Madrid, cuyo presidente era Amaro del Rosal, futuro director de la Caja General de Reparaciones. El cajero principal del Banco de España se suicidó de un disparo en su despacho abrumado por semejante expolio, −su ética no le permitió ser cómplice−, y los consejeros Martínez Fresneda y Álvarez Guerra denunciaron la extracción del oro por constituir una ilegalidad y presentaron su dimisión. El presidente Azaña no fue informado y tampoco las Cortes, lo que despeja cualquier duda dejando claro que no fue, en absoluto, una operación económico-política sino un atraco en toda regla. Sin remordimiento alguno se apropiaron de la que era la cuarta reserva de oro del planeta.
No les pareció suficiente y expoliaron también las cajas de seguridad de los bancos y cajas de ahorro en las que miles de familias guardaban alhajas y otros bienes. 2.876 aperturas de cajas de alquiler llevaron a cabo entre el 27 de septiembre de 1937 y el 30 de mayo de 1938 (sólo en Barcelona) de las que se incautaron oro, joyas, divisas, acciones, valores y algunos objetos personales. Vieron en el contenido de las cajas una fuente de financiación rápida; Azaña en sus memorias señala que sólo en Asturias se había recogido con la apertura de cajas unos 6.000 millones de pesetas”, apunta Manuel de Bofarull quien también afirma que el oro y las joyas hallados en las cajas de alquiler en teoría se entregaban al Banco de España o a la Tesorería de la Generalitat, el resto de las pertenencias se depositaban en la Delegación de Hacienda en Barcelona, donde estaba la oficina del juez especial de Contrabando. Sin embargo, muchas fueron a engrosar el tesoro del Vita y el bolsillo de algunos de los que huyeron al finalizar el conflicto. En Barcelona, las aperturas por órdenes del gobierno de Companys empezaron en 1936 y continuaron, ya con el gobierno de la República en la capital catalana tras abandonar Valencia, hasta pocas horas antes de que las tropas nacionales desfilaran por la Diagonal y que numerosos camiones con todo tipo de objetos de valor expoliados cruzaran la frontera francesa de Le Perthus. Como dejó escrito el historiador y banquero José Ángel Sánchez Asiaín en su obra “La financiación de la guerra civil española”, el Gobierno republicano costeó la guerra con el ahorro que los españoles habían acumulado.
En ese afán de saquear, hasta Los ciudadanos extranjeros residentes en Barcelona vieron confiscados sus enseres pese a los intentos de los consulados para frenarlo. Entre los archivos que ha analizado Manuel de Bofarull hay numerosos ejemplos, como el del ciudadano alemán Hernán Levy, a quien los certificados del cónsul alemán y argentino en Barcelona no pudieron evitar que su caja en el Banco Alemán Transatlántico fuera descerrajada y se le confiscara un collar de perlas con broche de brillantes, diez diamantes y pendientes de oro.
Volviendo a los depósitos del Banco de España, una vez obtenidas las llaves, se abrieron las cajas y cámaras donde se custodiaban las reservas, y durante varios días los agentes del Gobierno estuvieron extrayendo todo el oro allí depositado. El metal precioso se colocó en cajas de madera de las utilizadas habitualmente para el transporte de municiones, que no estaban numeradas ni acompañadas de facturas que indicasen cantidad, peso o contraste del oro. Las cajas fueron transportadas en camiones a la Estación del Mediodía, y desde allí a Cartagena, donde de depositaron en los polvorines de La Algameca, en una base naval bien custodiada. El traslado por vía férrea hasta Cartagena fue protegido por la «Brigada Motorizada» del PSOE.
El día 25 de octubre de 1936 se persona Francisco Méndez Aspe en Cartagena, y, de acuerdo con Negrín, ordena que por la noche se extraigan sigilosamente de los polvorines siete mil ochocientas cajas de oro, de un peso aproximado de setenta y cinco kilos cada una, que custodiadas por claveros[1] de confianza como José Velasco Sierra y Arturo Candela Marquestaut[2] (quienes quedaron presos en Rusia) son transportadas en camiones y cargadas en los buques Kine, Kurs, Neve y Volgoles, que zarparon en dirección a Odessa. Se desconoce el paradero de las 200 cajas restantes, aunque lo más probable es que quedasen a disposición de los líderes del Frente Popular para su uso[3].
A los pocos días de la extracción del oro del Banco de España, los mismos funcionarios, utilizando idénticos procedimientos a los empleados con el oro, recogieron la plata, por una cuantía total de 656.708.702,59 pesetas, que fue vendida a los EE.UU. y a Francia entre junio de 1938 y julio de 1939 por una cifra algo superior a 20 millones de dólares de los cuales una parte embargada por las autoridades francesas pudo ser recuperada por los servicios de Franco al fin de la guerra.
El responsable soviético del envío fue Alexander Orlov, quien recibió en un mensaje cifrado la orden de Stalin de embarcar la mayor cantidad de oro posible rumbo a la URSS, negándose a firmar ningún recibo. La excusa debía ser que cuando se hiciera el inventario, ya en suelo soviético, se enviaría el correspondiente pagaré o documento a las autoridades españolas. Ni que decir tiene que ese escrito jamás salió de la URSS. Tampoco de los 15.571 sacos, encontrando en su interior 16 clases distintas de monedas de oro el valor numismático de las monedas era muy superior al del oro que contenían, aunque los soviéticos no lo calcularon ni tuvieron en cuenta. Sin embargo, sí pusieron extraordinario cuidado en enumerar las monedas que eran falsas, defectuosas o que contenían menos oro del debido. Los soviéticos jamás explicaron qué hicieron con las monedas raras y antiguas, aunque es dudoso que las fundieran. Burnett Bollotten plantea que es posible que se apartaran todas las monedas de valor numismático con la idea de venderlas gradualmente en el mercado internacional. Martín Almagro Gorbea estima el valor del oro de Moscú en un mínimo metálico de 12.200 millones de euros (según la cotización del oro en marzo de 2010, 824 euros la onza) y considera posible que su valor numismático excediera de los 20.000 millones.
Los cuatro empleados del Banco embarcaron en el buque que conducía el precioso cargamento. No se les dijo a dónde iban. Creyeron que desembarcarían en Port Vendres, Sete o Marsella y aparecieron… en Odesa. El 6 de noviembre llegaron con nuestro oro a Moscú. Y allí, ocurrió algo que también merece ser narrado. Los funcionarios del Grosbank miraban y remiraban minutos enteros cada pieza y la pesaban y repesaban. Los empleados del Banco de España, acostumbrados a gran celeridad en operaciones semejantes, no se explicaban tamaña lentitud, por la cual se invirtieron varios meses en el recuento. Pero esta lentitud obedecía al deseo de justificar la permanencia en Rusia de quienes habían ido custodiando la mercancía. A toda costa se quería impedir su regreso a España para que no se divulgara el enorme envío de oro. Las familias de los viajeros se inquietaban por desconocer el paradero de éstos, y para calmar su intranquilidad se las embarcó también, sin decirles adónde iban,…..y se las llevó a Rusia.
La entrega del oro meticulosamente pesado y medido, había de concluir algún día, y concluyó. Los bancarios creyeron entonces que, terminada ya su misión, tornarían a España. Mas sus reclamaciones en ese sentido ante nuestro Embajador, don Marcelino Pascua, eran inútiles. No se les consentía salir; estaban confinados con sus familias en Rusia. Al cabo de dos años, cuando la guerra civil se extinguía, el Encargado de Negocios, don Manuel Martínez Pedroso, logró romper aquel confinamiento. Pero a los cuatro bancarios no se les repatrió. En España podían hablar más de la cuenta. Y con objeto de evitarlo se les desparramó por el mundo: uno fue a dar con sus huesos a Buenos Aires, otro a Estocolmo, otro a Washington y otro a México. El embajador español Marcelino Pascua fue trasladado a París.
Al mismo tiempo desaparecían de la escena los altos funcionarios soviéticos que intervinieron en el asunto: Stashevsky murió ejecutado por la NKVD en 1937 y el embajador soviético Rosemberg siguió ese mismo destino en 1938; Orlov, temiendo ser el siguiente, huyó ese mismo año a los EE.UU. al recibir un telegrama de Stalin donde se le ordenaba volver a la URSS. Los Comisarios del Pueblo de la Hacienda Soviética, Ivanoski, Martinson, Krestinsky, Margoulis y Kagan, fueron ejecutados el 15 de marzo de 1938 o fueron víctimas de desaparición forzada por distintos modos, tras ser acusados de pertenecer al «bloque trotskista-derechista» antisoviético. Grinko, director del Grosbank, en particular fue acusado de hacer «esfuerzos por socavar el poder financiero de la URSS» y fusilado. Entre tanto, una revista gráfica, “La URSS en Construcción”, dedicaba un número especial al aumento de las existencias de oro en Rusia, atribuyéndolo al desarrollo de la explotación de los yacimientos auríferos de Rusia. Era el oro de España. Rusia no ha devuelto ni una sola onza. Y ni socialistas ni comunistas quieren recordarlo en su malhadada ley de Memoria Histórica.
Y 83 años después nos encontramos en igual situación de expolio en un país hermano como es Venezuela (saqueado también por gobiernos comunistas) primero por Chávez y últimamente por Maduro. Para entender el problema de Venezuela es preciso escudriñar las raíces del comunismo sembradas con éxito por Fidel Castro y sus acólitos con el triunfo de la Revolución cubana en 1959. Todo se inició con el extraño control que Fidel ejerció sobre Chávez. El teniente coronel, dice Carlos Alberto Montaner, “encontró en Castro una especie de guía espiritual y política que le indicaba lo que tenía que hacer, y cómo y cuándo debía llevarlo a cabo. Fidel era su gurú, su padre moral, su protector contra los peligros que lo acechaban en Venezuela. Todo lo que Fidel necesitara y le pidiera era válido. Chávez se entregó al comandante de pies y manos”. Era una relación enfermiza, de locos, o de una brujería caribeña.
Durante la campaña presidencial venezolana de 1998 un periodista de un gran medio internacional preguntó sin tapujos a Hugo Chávez si él era comunista. En su respuesta Chávez utilizó, cínicamente, la misma exacta frase utilizada por Fidel Castro en la Universidad de Princeton durante su visita a Estados Unidos en 1959: “Yo soy humanista”, dijo. Años más tarde, luego de lograr la consolidación del poder absoluto en sus propias manos, Chávez confesó públicamente que era “un marxista-leninista convencido”.
A lo largo de los 14 años que mantuvo el poder, Chávez llevó adelante una estrategia para introducir el socialismo en Venezuela por etapas. La primera etapa tenía como objetivo obtener el control absoluto de todas las instituciones del Estado. Así es que durante los primero cuatro años sus esfuerzos se centraron en cambiar la Constitución para adaptarla a sus planes, controlar el Tribunal Supremo, anexar comisarios políticos a las unidades del ejército al estilo soviético, y cambiar los sistemas de cedulación y de votación con el fin de asegurar su reelección en elecciones futuras a través de la manipulación del padrón electoral. Promulgó las tristemente célebres “49 leyes” diseñadas contra el sector privado. Esas leyes eliminaron toda posibilidad de apertura al sector privado en el sector petrolero, estableció la confiscación de tierras sin compensación a sus dueños legítimos y estableció “zonas de seguridad” en vastas zonas urbanas, efectuando una confiscación de facto de algunas de las mejores propiedades inmobiliarias del país. Al mismo tiempo, inició una campaña de asedio contra los sindicatos independientes utilizando los tribunales para hostigar e incluso encarcelar líderes sindicales prominentes. Nacionalizó las operaciones locales de las empresas multinacionales en todos aquellos sectores considerados “esenciales” por sus asesores cubanos: empresas de telecomunicaciones, minería, acero, materiales de construcción, petróleo y servicios petroleros, electricidad, gas, suministros agrícolas e incluso fabricantes de vidrio. Cuando falleció, Chávez había logrado casi todo aquello que se propuso. Una oposición mediocre y sin ninguna visión estratégica no representó jamás un reto importante. Además, como Chávez mismo se jactó públicamente, más de una vez, los había “infiltrado hasta la médula”.
Maduro no cuenta ni remotamente con la fuerza intelectual de Chávez ni con su carisma y hoy es totalmente dependiente de la asesoría cubana. La relación ha cambiado – La Habana es actualmente la metrópolis imperial y Caracas es meramente la capital sede de un virreinato. Maduro y su vicepresidente, el yerno de Chávez y un fanático marxista graduado en Cambridge, saben que repitiendo las prácticas chavistas de alterar el padrón electoral e intervenir algunas máquinas de votación no lograrán igualar las victorias electorales de Hugo. Los sucesos ocurridos en Caracas los últimos días no son otra cosa que el intento de Maduro y los familiares de Chávez por mantenerse en el poder a toda costa, pese a su ya manifiesta impopularidad. Durante las últimas semanas Maduro decidió que llegó el momento de su propio Kristallnacht. En este caso la persecución no está no dirigida a los judíos (aunque el chavismo ha sido siempre profundamente antisemita) sino a toda la clase empresarial venezolana, desde el pequeño propietario de una tienda hasta altos ejecutivos de grandes empresas. Maduro inició el proceso declarando la “Guerra Económica” contra la comunidad empresarial acusando a todos los comerciantes del país de especular con los precios. Se ha obligado a todos los comerciantes a nivel nacional a rebajar los precios entre un 30% y un 70% a pesar de lo cual ha establecido un sistema de racionamiento al estilo soviético. Los operadores del mercado negro ya se preparan para obtener jugosas ganancias con el Socialismo del Siglo XXI. Venezuela se ha convertido en el segundo Estado comunista totalitario del continente.
Montaner opina que Venezuela no marcha hacia una revolución o contrarrevolución política sino “hacia un saqueo nacional, monstruoso y definitivo, que llegará a los hoteles y a las casas suntuosas, dondequiera que haya comida”. O sea, el caos. La cifra total de muertes por asesinatos en todo el país era de 4.450 en 1998 – antes de Chávez– y en el 2014 las muertes violentas alcanzaron 24.763. Entre el 2005 y el 2007, Chávez compró $4 billones en armas. A la gente común y corriente le repartió 100.000 Kaláshnikovs entre los cuales habría miles de maleantes formando lo que llama una “reserva civil y partisanos” como el Frente Francisco de Miranda, de gran capacidad bélica o los paramilitares de apoyo para su gobierno a los que armó hasta los dientes con armas pesadas. El colectivo Alexis Vive fueron quienes destruyeron las oficinas principales de la televisora Globovisión, el último de los canales de oposición. Hoy, nadie en el entorno de Maduro se atreve a hablar sin miedo a los micrófonos de La Habana. El ministro de Defensa venezolano, Diego Molero, está en permanente contacto con el general cubano Alejandro Andolfo Valdés. El comunismo está destruyendo el país.
Por último, las fuerzas armadas grupo poderoso, pero minoritario, conocido como los narcogenerales. Fue creado por el habilísimo servicio de inteligencia cubano. En febrero del 2012, Transparencia Internacional destapó y condenó “la grosera injerencia de la Policía política y el Ejército cubano en Venezuela”. En declaraciones a la DEA, el magistrado venezolano Eladio Aponte detalló cómo se desarrollaba el negocio. Maduro no se atreve a terminar con el tráfico porque teme perder su presidencia. Se lo impiden los mismos narcogenerales, quienes velan por su bolsa y por su misma vida. Otro grupo se compone de oficiales de bajo rango que se resienten del control que ejerce el chavismo sobre sus fuerzas armadas y el favoritismo hacia los oficiales pro chavistas.
Los sindicalistas tienen mucho en contra del chavismo. Chávez eliminó las convenciones colectivas, que hasta ese momento eran su mayor conquista laboral, e intentó tomar la principal confederación sindical, pero los sindicalistas resistieron. Docenas de agremiados están siendo procesados judicialmente y muchos más han sido asesinados por agentes de Maduro porque quienes gobiernan el país no tienen lealtades políticas genuinas, solo intereses personales, de modo que, ante la percepción del caos, lejos de pactar un acuerdo pacífico con la oposición, están “radicalizando el proceso” mediante la represión.
Así las cosas, la llegada de Juan Guaidó ha significado de momento, una brisa de aire fresco, una esperanza a pesar de las vinculaciones que le imputan. Por lo pronto, trata de controlar los bienes de Venezuela para asfixiar al dictador Maduro. Asegura que 4.200 millones de dólares están congelados en bancos de Andorra y también una gran cantidad de activos en Florida, tratando de frenar la sangría que han venido haciendo miembros de los últimos gobiernos de Venezuela. Ex ministros de Hugo Chávez formaron una trama que está investigada por expoliar 2.000 millones de euros de la joya de la corona del país latinoamericano, la estatal Petróleos de Venezuela SA (PDVSA). Se les atribuye blanqueo de capitales en establecimiento bancario y pertenencia a una red que, al parecer, cobró entre 2007 y 2012 sobornos de empresas que fueron agraciadas después con millonarias adjudicaciones de la petrolera. Diego Salazar, primo del que fuera ministro de Energía, Rafael Ramírez, su apoderado José Luis Zabala y el gestor de negocios de Diego Salazar, Luis Mariano Rodríguez Cabello. Además del ejecutivo de la petrolera Francisco Jiménez Villarroel, el exabogado de la compañía Luis Carlos de León Pérez y el magnate venezolano de los seguros Omar Farías. También figuran encausados el expresidente de la filial de la petrolera Ingeniería y Construcción José Ramón Arias Lanz, el ingeniero José Enrique Luongo, el empleado de Salazar Pablo Noya, Estíbaliz Basoa y Reinaldo Luis Ramírez Carreño.
Según la juez, la organización se sirvió de la infraestructura diplomática de Venezuela para captar empresarios que, tras el pago de sobornos, conseguían los contratos de PDVSA. La trama pagó 400.000 euros a un alto funcionario de la embajada del país latinoamericano en China para que comercializara los servicios de la red entre compañías asiáticas. La magistrada andorrana menciona que investiga a 11 personas por el saqueo de PDVSA por los presuntos delitos de corrupción, tráfico de influencias y blanqueo.
Y como sucedió en España, el saqueo se ha ampliado a todo aquello que pudiera ser robado por grande y extraño que pudiera parecer. Desde hace meses, a los pasajeros del Metro de Caracas les falta un compañero de viaje: una de las figuras de bronce que integran el conjunto escultórico «Kaleidoscopio», que se ha sumado a las miles de obras artísticas que han padecido el expolio en toda Venezuela y del que no se libra ni Bolívar. Según un informe de la ONG Institutional Assets and Monuments (IAM) en Venezuela, al menos 40 bustos, 31 estatuas, nueve piezas diversas y 6.732 lápidas con diverso valor artístico e histórico han sido robados. La robada en el metro forma parte de la serie «Presencia en el sendero», con la que la artista trabaja la figura humana a tamaño natural, las siluetas salen de su marco en un intento de reflejar la dualidad del pasajero en tránsito: el punto de partida y el de destino. También han desaparecido estatuas y relieves de Bolívar, placas en honor a Pizarro y Francisco de Orellana, entre otras.
Y culmina la equiparación de Maduro con Negrín, es decir, la situación de Venezuela con la España republicana, con el saqueo de 8 toneladas del oro del Banco Central que el dictador venezolano saca para venderlo en el extranjero. La información fue confirmada por el diputado Ángel Alvarado, integrante de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, y otras tres fuentes de Gobierno que hablaron con la agencia Reuters. Según Alvarado, «han estado sacando oro en cuatro camionetas por las puertas 3 y 4 del banco, usando un acta con fecha del año pasado para despistar», dijo Alvarado. «Pretenden venderlo de contrabando fuera del país», agregó sin dar detalles del supuesto destino de las barras.
El Banco Central de Venezuela cerró 2018 con unas 140 toneladas de oro monetario en sus reservas, el volumen más bajo en 75 años, según los datos oficiales. Unas 20 toneladas dejaron de estar en manos del ente emisor en ese año, según el balance de la institución. Durante ese período, el Gobierno de Maduro vendió 73 toneladas de oro a Emiratos Árabes y Turquía sin cumplir los procedimientos legales establecidos, como el permiso que debe otorgar el Parlamento, según denunció el diputado opositor Carlos Paparoni. El Banco vendió en 2018 todo el oro no refinado producido en el país y, una vez que se agotó, comenzó a exportar a Turquía y Emiratos Árabes los lingotes de las reservas internacionales, según ha comprobado la agencia Reuters. Noor Capital fue la mayor compradora de oro del país durante 2018, con un total de 27,3 toneladas, señaló Paparoni. Le sigue una comercializadora de oro en Turquía, Sardes Kiymetli Madenler SA, que compró unas 23,9 toneladas el año pasado, y una tercera empresa con sede en Dubái, Goetz Gold, que pagó por unas 21,8 toneladas de oro que llegó desde Venezuela. En el Banco de Inglaterra, hay otras 31 toneladas de oro del Banco Central venezolano, equivalentes a 1.200 millones de dólares, pero aunque el gobierno de Maduro ha hecho gestiones para retirarlas, la entidad británica bloqueó en enero pasado esos activos a solicitud de la Asamblea Nacional que encabeza Juan Guaidó.
Es prácticamente imposible calcular la cantidad de oro que existe en el Arco Minero de Venezuela, sin embargo, se infiere que hay más de 8.000 toneladas que representa aproximadamente 243.000 millones de euros, sin contar las reservas de coltán, bauxita, cobre y diamante, que también se encuentran en el lugar, en una superficie mayor que Portugal. Las mafias criminales llamadas “sindicatos” que operan en la zona, son los responsables de la extracción del metal precioso y la venta en el exterior en países como Dubai. El oro extraído en esa zona del sur del país ha sido comercializado principalmente a Turquía, país con el que Venezuela alcanzó un intercambio comercial de 892 millones de dólares en 2018. Una investigación del portal venezolano Runrunes devela que el Gobierno de Maduro participa en organizaciones de tráfico minero. Por ejemplo, en febrero del año pasado fueron decomisadas 46 barras de oro con un peso de 50 kilos en el aeropuerto de Aruba, justo cuando eran embarcadas por un escolta aduanero venezolano en un vuelo de KLM rumbo a Ámsterdam. El vendedor de las barras era Oro Azul S.A, una de las empresas mixtas creadas por el Gobierno de Maduro para la minería.
La revolución Española dijo Burnett Bolloten, que la conoció bien, fue en muchos casos más profunda que la rusa; no hay parangón en la historia de un caso de encubrimiento internacional, de los hechos, como éste. En la actualidad, sucede que en Venezuela se deja morir de hambre a la población igual que sucedió en cualquier país bajo el yugo del comunismo, incluida España durante la guerra civil y para mayor similitud, las reservas de oro de Venezuela las saca Maduro a hurtadillas, sin consultar al Parlamento ni al Senado, −exactamente como Negrín−, ayudado aquél por el comunismo cubano y el español por el comunismo estalinista.
Como siempre, los comunistas callan como muertos estas “hazañas”. Cuando Solzhenitsyn, crítico del socialismo soviético contribuyó con sus obras a dar a conocer el Gulag, la mayoría de los intelectuales europeos, la mayoría comunistas, reaccionaron con la misma tibieza que habían mostrado las democracias occidentales ante el trágico destino de las minorías aniquiladas por el totalitarismo nazi. En una época donde el marxismo había conquistado el beneplácito de las élites culturales, las denuncias de André Gide, Victor Serge, George Orwell, Hannah Arendt o Arthur Koestler sobre el despotismo soviético causaban malestar e incomodidad. Sesenta años después, al menos los españoles, siguen igual: los malos, si son de los “suyos”, es decir, de su ideología, dejan de ser malos, pasan a ser santificados y callan sus fechorías, sin tener en cuenta que:
“Al mantener el silencio sobre el mal, enterrándolo con la profundidad necesaria para que no salga a la superficie, estamos implantándolo y resurgirá mil veces en el futuro” – Aleksandr Solzhenitsyn
[1] Se refiere a una persona que tiene como función custodiar y guardar las llaves en una ciudad, fortaleza o centro carcelario. Se le dice también llavero.
[2] Nació en Madrid en 1898. Viajó a Odessa custodiando el cargamento del buque Kine que transportaba 2.100 cajas de materiales procedentes del Banco de España. Tras la entrega del cargamento, Candela, junto con los otros representantes del Banco de España que lo acompañaban: José Velasco Sierra, José González Álvarez y Abelardo Padín permanecieron retenidos en la Unión Soviética hasta el final del recuento y venta de los efectos recalados en Moscú. Por tanto, Arturo Candela no pudo abandonar la URSS hasta prácticamente el final de la Guerra Civil Española. Finalmente, logró salir hacia Suecia y desde allí embarcar en el Siboney rumbo a México a donde llegó en noviembre de 1939.
[3] Juan E. Pflüger / 24 octubre, 2016 en La Gaceta: “El oro de Moscú: el mayor robo de la historia”