Nos parece muy bien que la ONU tome medidas para proteger los lugares sagrados, pero nos resulta curioso que lo haga en defensa únicamente de los musulmanes, pues no hemos detectado la misma sensibilidad cuando los víctimas son cristianas.
Tras el ataque terrorista a dos mezquitas en la ciudad neozelandesa de Christchurch en el que fallecieron 50 personas, el Secretario General de las Naciones Unidas expresó este viernes su solidaridad y apoyo a la comunidad musulmana.
Durante su visita al Centro Cultural Islámico de Nueva York, António Guterrres destacó la necesidad de actuar contra todas las formas de extremismo “ya se trate de mezquitas, sinagogas, iglesias o cualquier otro lugar”. Sin embargo ha tenido que esperar al ataque de las mezquitas para decir estas frases, por cuanto no le hemos escuchado las mismas palabras cuando las víctimas eran cristianas.
“Hoy, en la paz de este espacio sagrado, hago un llamamiento mundial para reafirmar la santidad de todos los lugares de culto y la seguridad de todos los fieles que visitan lugares venerados con un espíritu de compasión y tolerancia”, dijo.
Durante el transcurso del evento, el titular de la ONU aprovechó la ocasión para pedir al Alto Representante de la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas, Miguel Ángel Moratinos (de infausta memoria para los españoles), que elabore, a nivel de las Naciones Unidas, un plan de acción que apoye la protección de los lugares religiosos.
“Pido a la Alianza de Civilizaciones que se ponga en contacto con los gobiernos y las organizaciones religiosas, los líderes religiosos y otros actores, y que estudie medidas para prevenir estos ataques y garantizar la inviolabilidad de los lugares religiosos”, propuso Guterres.
El aumento del discurso del odio
António Guterres recordó sus advertencias previas sobre los peligros que entraña el creciente y constante clima de incitación al odio y el fanatismo, en general, y antimusulmán y antisemita, en particular.
“El discurso del odio se extiende como un reguero de pólvora. Las redes sociales se usan como una plataforma para la intolerancia, y el discurso público se está volviendo más vulgar”.
Amplió el alcance de su crítica hacia los movimientos políticos que admiten abiertamente una afinidad neonazi, mimetizan su discurso y “cortan y pegan” su simbología.
“Ese cáncer se extiende. Es nuestro deber encontrar la cura”, enfatizó.
Sin embargo, nada dijo cuando el discurso del odio es el promocionado por la ONU, que trata de apisonar el derecho de miles de personas, imponiendo el aborto, y la peligrosa ideología de género. Es necesario recordar que la ONU trata de imponer un nuevo orden mundial poco respetuoso con la libertad religiosa y con los derechos humanos a la vida, y a la libertad individual.