Parece que todo va a tardar en llegar, pero aquí estamos a las puertas de unas elecciones automáticas y municipales donde la Comunidad Valenciana se juega cuatros años más de tripartito de izquierdas con todo lo que ello supone para las tres provincias.
Hacer balance de estos casi cuatro años no es fácil si uno quiere ser objetivo porque ni todo es tan malo ni tan bueno como cualquier ciudadano pretendería. Vaya por delante que éste gobierno no me ha representado nunca y aun así haciendo honor a la verdad iré desgranando hasta donde yo sé, sus actuaciones en todo éste tiempo.
Cuando hablamos en Valencia, Castellón y Alicante de gobiernos de izquierdas nos vamos invariablemente a un catalanismo que marca todas las decisiones tomadas y que hace que muchos nos preguntemos ¿cómo es posible estar sometido al amo del norte catalán sin sentirse traidor a la patria valenciana? Algunos nos saldrán con el cuento de que somos unos paranoicos y que esto que estoy contando no es ni por asomo lo que pasa, pero lamentablemente todo la política que desde la Transición han hecho tanto el Psoe como el PP y ahora el Tripartito, ha sido resultado de políticas sesgadas y manipuladas marcadas desde lejos por quienes tienen una hoja de ruta muy firme y la paciencia suficiente para seguirla sin apartarse ni un milímetro de ella.
Cada uno por una causa distinta, el Psoe porque está convencido y aboga por unos “Países catalanes” desde hace tiempo y el PP porque necesitó durante muchos años los votos de Jordi Pujol y no le importó utilizar a Valencia como moneda de cambio.
Por no hablar de Franco que favoreció a los vecinos catalanes antes que a los tranquilos y trabajadores valencianos que en su himno cantan “ Per a ofrenar noves glòries a Espanya”, pero eso sería muy largo de explicar y da para otro artículo.
Total que entre unos y otros la casa sin barrer y nuestra Comunidad dejada de la mano de Dios o vendida al mejor postor por aquellos que prometieron en su cargo defenderla.
Pero como el pasado no podemos modificarlo, debemos, y ésa es nuestra responsabilidad, trabajar el presente para construir el futuro y ésta es la paradoja, que suba el gobierno que suba seguimos igual, infrafinanciados llorando por los rincones, mientras contemplamos sin mover un músculo como terminan con la Banca, el tejido empresarial, la agricultura y a poco que nos descuidemos con todo lo que nos ha hecho llegar hasta aquí, herencia de nuestros mayores.
El problema es que los ciudadanos evitan hablar de política y mucho menos involucrarse sin saber que hasta el hecho de encender más o menos luces en tu casa viene marcado por el precio que algún político ha designado, o ponerle gasolina al coche, por no hablar de comprar naranjas marroquíes y que la naranja valenciana se pudra en el suelo. Hasta casi respirar es política pura y dura y no queremos darnos cuenta.
Lo he escrito muchas veces: si dejamos nuestra libertad en manos de quien se creé mas capacitado para gobernarnos que nosotros, posiblemente cuando queramos recuperarla nos encontraremos con que ya es imposible, por no hablar de lo inútiles que son desde el presidente de la Generalitat, hasta el último cargo público que nos desgobierna en la actualidad con un despotismo que pone los pelos de punta.
Ni por asomo hemos barrido la corrupción que nos trajo el PP aunque Compromís de la mano de Mónica Oltra se empeñe en repetirnos constantemente que ellos son los honrados. Se están haciendo contratos menores algo más que “dudosos” y no deja de darse subvenciones a entidades catalanistas a cascoporro, puede que en un marco legal pero a todas luces indecente, mientras a las entidades valencianistas centenarias se les niega el pan y la sal, con lo que se pretende diluir nuestra identidad hasta hacerla desaparecer por completo y que a nuestros jóvenes el día de mañana les de igual ser del Reino de Valencia o de la Cochabamba.
Todo esto permitido por un pueblo que dormita plácidamente a la sombra de una palmera con una horchata en la mano y que anda indolente sin demasiadas ambiciones.
Nos han usurpado la lengua, imponiendo en escuelas y universidades un dialecto catalán infumable, nos niegan unos Archivos donde se recoge parte de nuestra historia milenaria y se nos calla la boca con migajas que no sacian nuestra sed de justicia.
Ante la ausencia de un partido regionalista vertebrado desde Vinaroz hasta Pilar de la Horadada, será más que improbable defender lo que por ley nos corresponde y la historia nos demanda. Con partidos pequeñitos todo el día a la zarpa la greña, buscamos el clavo ardiendo que nos libre de tanta infamia, nos desangramos en luchas fratricidas que solo hacen que engordar al malvado. Individualistas, fanfarrones “sera per diners” con el enemigo en casa hasta la cocina no somos capaces de reaccionar.
Llegará Mayo y el voto se fraccionara entre Capuletos y Montescos, derecha e izquierda, los que odian al norte y los que ni en pintura pueden ver la meseta sin sentir arcadas y así poco podemos hacer.
A falta de un líder que sienta como suya la lucha por prosperar, por llevar a nuestra Comunidad a una creación de riqueza que se traduzca en puestos de trabajo de calidad, en mayores infraestructuras y en una cultura propia, donde queden fortalecidas nuestras tradiciones y valores, es imposible soñar con un futuro esperanzador para nosotros y las generaciones venideras.
Si bajamos la cabeza y aceptamos que ellos pueden manejarnos a placer les estamos dando el poder de hacernos felices o desgraciados sin que luego nadie les pida responsabilidades. Cuatro años dan para mucho en todos los sentidos, se puede llevar a las regiones a la cima o dejarlas caer por el precipicio, sin ningún cargo de conciencia.
De nosotros depende que quienes salgan dispuestos a gobernarnos en éstas próximas elecciones lo hagan bien o acaben de hundirnos en la miseria. Hay que volverse exigente, salir a la calle decirles que si están ahí es por nosotros y que si lo hacen mal en cuatro años “al carrer”, sin miedo, sin complejos, el que paga manda y nosotros pagamos y mucho.
Ante un mundo cada vez más globalizado cabe preguntarse ¿queremos salvaguardar la patria y ocultarla al mundo o por el contrario vamos a hacerla resplandecer para subir a ése tren que ya casi se nos escapa?
Personalmente, opto por lo segundo porque amo la tierra que me vio nacer y quiero lo mejor para todos, ni sé ni podría vivir de otra manera. Ante un futuro incierto solo cabe darle un fuerte abrazo a la esperanza y esperar acontecimientos, no cabe otra.
AMPARO BLAY ALABARTA. Analista política | VALENCIA