Morado, rojo, naranja, azul y verde, son los colores principales de la actual política española. El color es cuestión de moda y temporada y aunque son posibles muchas combinaciones, lo cierto es que hay que elegir para la fiesta del 28 de abril, es más, aunque no nos guste ninguno, hay que decidir, incluso por exclusión, porque esa fiesta marcará el destino de nuestro país. Sabemos que los tejidos son de mala calidad y los diseñadores no son los mejores, pero de momento no tenemos otros. La alta costura de Estado hace tiempo que desapareció, se ha sustituido por diseños cada vez más burdos, plagios y colecciones de trapillo que adolecen de armonía, coherencia, comodidad y estilo, sin embargo, tenemos que vestirnos y, probablemente porque no queda otra, y por equilibrio, combinando.
No podemos abstraernos que además de esos colores hay otros, agresivos y rompedores, que luchan por marcar tendencia. Procede excluirlos, porque los diseñadores que los utilizan no tienen como objetivo desfilar sino romper la pasarela para construir una de la que pretenden echarnos a todos los demás. Es precisamente esa circunstancia la que nos debe ayudar en la elección y no los accesorios que se nos vienen regalando durante las pruebas, a modo de promesa (cabe sustituirlo por decreto), porque, si la pasarela se rompe, el Estado español nunca será el mismo, el que sentimos, el que amamos y del que nos sentimos orgullosos.
El 28 de abril es el desfile, sí, pero la pasarela no se desmonta durante cuatro años en los que hay que seguir utilizándola todos los días, y no podemos permitirnos que tenga ni una sola grieta porque, si nos caemos, volverán los tonos rojos y morados, síntoma de daño y enfermedad, la recuperación se hará muy larga y será muy complicado volver a construir el escenario ideal de presente y futuro.
Queda claro que no tengo ni idea de moda, pero espero contribuir con esta reflexión a elegir la mejor combinación de colores para el éxito del desfile, algo que se debe concretar con anterioridad a la fiesta. Los diseñadores, cuando menos, lo deberían pensar, porque esta celebración no es particular, sino de interés general y nos jugamos el futuro.