Las élites económicas mundiales, con la disculpa de la llamada globalización, pretenden privatizarlo todo a través de sus multinacionales, para no poder meter apenas la mano en sus propios recursos los Estados y sus ciudadanos, representados como deberían de estar dentro de él (si estuviésemos en una democracia orgánica). Esa es la filosofía diabólica que nos rodea.
Porque, ya lo he dicho otras veces, sin industria nacional y en muchos casos sobre todo nacionalizada e independiente de esos poderes mundiales un país no va a ningún sitio, sólo a lo que dicten los caprichos de los Soros y compañía.
Seamos sinceros, la llamada deuda, ha sido »creada» por la banca internacional para controlar países económica y con ello políticamente. Y si se acaba la independencia económica se acaba la independencia política. Eso es de sentido común.
En fin, el ritmo que lleva España es el de estar hundiéndose lenta, pero inexorablemente, por desgracia, pues la deuda sigue creciendo cada semana al pedir más y más dinero para sólo pagar la deuda que crece por medio de intereses abusivos (usura) al pedir ese mismo dinero.
Es de locos, ¿pedir dinero a instituciones de los mismos que han creado y les interesar mantener esa deuda para someter más fácilmente y esclavizar a los países? Lo que está claro es que así no vamos a ningún lado.
Y la solución al problema no es, como he oído por ahí de algún partido, la de simplemente bajar los impuestos, ¿por qué, cómo pagamos esa deuda, astronómica por cierto, entonces?. Crecería más todavía si cabe y nos hundiríamos más rápidamente aún. No, se debe cancelar esa deuda contraída en su mayor parte con esa banca internacional y después se podrán bajar los impuestos, muy necesario sin duda, para alivio del ciudadano.
Pero, ¿de verdad hay algún político de entre los grandes partidos que haya propuesto o esté proponiendo en estos momentos soluciones así? No pueden ni quieren al estar la mayoría sometidos a la voluntad de los Soros y compañía.
Resumiendo. No soy economista ni pretendo serlo sólo utilizo el sentido común, eso que parece no abundar hoy en día entre nuestra clase política y en cierto sector de la población al elegir a semejantes »personajes» de gobernantes durante más de cuarenta años.