“Cuando los políticos no se rigen por la ética, son como hienas a la caza del poder”.
(Cicerón a Verres de Sicilia)
A cuatro días de las elecciones generales en las que España se juega su permanencia en el mundo como la nación que fue la primera en dejar atrás el sistema “feudal” dotando a la Corona de una administración y gobierno único y global para todos los territorios bajo la soberanía de los Monarcas de España, se ha producido un gran tantarantán. Por sorpresa, en un buscado «golpe de efecto», Ciudadanos anunció este miércoles el fichaje del expresidente de la Comunidad de Madrid y dirigente del PP Ángel Garrido para nutrir su lista autonómica, la que encabeza Ignacio Aguado.
La incorporación de Garrido a Ciudadanos se gestó en las horas previas al anuncio, aunque el sucesor de Cristina Cifuentes en el Gobierno de la Comunidad de Madrid defendió que la suya no es «una decisión en caliente». En una comparecencia junto a Aguado, explicó que daba el paso porque la formación de Albert Rivera es «el partido que mejor representa los valores del centro liberal, de la moderación, diálogo, concordia y de gobernar para todos», en una crítica sin medias tintas al giro hacia la derecha del PP con la llegada de Casado. Es decir, Garrido con este giro apuesta como Ciudadanos porque el aborto sea ejercido en la Sanidad Pública (matar más niños que Herodes, pagándolo todos los españoles, −pero nunca hablan de ayudar a las futuras madres que no quieran abortar−) regular la eutanasia o legalizar el vientre de alquiler y el cannabis.
No es la primera vez que Ciudadanos acude a captar dirigentes en sus filas. Ocurrió con el expresidente balear José Ramón Bauzá y con Silvia Clemente en Castilla y León, aunque este fichaje acabó volviéndose en contra de los de Rivera.
También pescó en el PSOE. Allí captó a Soraya Rodríguez que irá a las europeas por C’s. Después de 38 años de militancia en el PSOE se dio de baja del partido el 6 de marzo por discrepancias con la política de Pedro Sánchez y su gestión de la crisis catalana. Fue una de las voces críticas socialistas que con más contundencia se pronunció contra la intervención de un relator en las conversaciones del Gobierno con los soberanistas. Captó asimismo a Mesquida, aunque éste se desvinculó del PSOE hace más tiempo. El ex director general de la Policía Nacional y la Guardia Civil con Rodríguez Zapatero abandonó la militancia en marzo de 2018, crítico con el partido por algunos episodios y algunas declaraciones relacionadas con el ‘procés’ y por la postura contraria a mantener la prisión permanente revisable. Ahora será el candidato de Ciudadanos a las autonómicas por Baleares tras ser elegido en las primarias del pasado marzo.
El caso Ángel Garrido es distinto, por cuanto más que un ejercicio de libertad ideológica e independencia de criterio, parece demostrar, por cómo se han desarrollado los hechos, que es un simple ejercicio del más puro odio sarraceno, en venganza porque El expresidente autonómico aspiraba, en realidad, a ser el candidato del PP a la Comunidad de Madrid tras haber tomado el relevo de Cifuentes. Casado, sin embargo, designó candidata a Isabel Díaz Ayuso, persona de su confianza, quizá también porque a Garrido siempre se le vinculó con el sector “sorayista”.
Aunque en aquel momento Garrido relativizó en público y privado su decepción, fuentes populares relatan que entonces le dieron a elegir y escogió la lista europea con una condición: figurar en los puestos de salida, en uno de los cinco primeros. En Génova no vieron inconveniente y le concedieron el cuatro. Aceptó y dejó la Presidencia del Ejecutivo regional para formar parte de la candidatura. Apenas tres semanas después, Garrido se marcha dando un portazo para, incomprensiblemente, pasar a ser el 13 de la lista de Ciudadanos a la Asamblea madrileña «No se me puede acusar de irme por no tener el puesto asegurado» «Me voy por convicción. Es una decisión honesta y muy pensada -añadió-. Estoy seguro de que el proyecto ganador de centro liberal es el que encarnan Rivera y Ciudadanos». Haría falta saber si lo considera ganador por sí mismo, o por ayuda de fuerzas transpirenáicas.
«La venganza y el cangrejo de río, se sirven en plato frío». Eso ha debido de pensar Garrido, de modo que después de tener firmado su compromiso para ir en el número 4 con el PP a las europeas, lo rompe para irse a un puesto de difícil consecución a un partido opositor. Esto que tanto llama la atención, él lo explica como si fuese san Pablo después de su caída del caballo. No fue una revelación, sino más bien un ejercicio de reflexión para ver la forma en que podía hacer más daño. Es por eso que lo hizo en plena campaña a cuatro días de las elecciones y sin siquiera comunicarlo por teléfono a su jefe y compañero de tantos años que se tuvo que enterar por la prensa.
«Aun no he llamado a Pablo Casado ni a ninguno de mis compañeros. A mí se me avisó de que no era el candidato a la Comunidad cuando ya se le había nombrado. Así que el partido entenderá que esto funciona así», ha reconocido sin tapujos Garrido, sacando el puñal guardado para utilizarlo en el momento en que más daño podía hacer.
«Se le ha dado todo lo que ha pedido. Garrido apostó por Cospedal y luego por Soraya en las primarias a la presidencia del PP. No era un hombre de Casado y aun así él lo defendió», lamentaban fuentes populares, aún sin entender qué razón se oculta tras su decisión. «Lo peor que se puede ser en política es ser desleal, sólo se ha hecho daño a sí mismo y a Ciudadanos», destacaban otros miembros del PP. Toda una puñalada por la espalda motivada por su odio acumulado.
Desde Aristóteles es considerada la Política como el arte del bien común y la Ética, carácter y comportamiento atribuible a una comunidad determinada, como la acción que persigue un fin. Ese fin es el bien. Es por ello que la relación entre la ética y la política ha sido siempre un tema inevitable por una razón esencial: ambas, al menos en su sentido filosófico y desde su propia identidad, deben tender al mismo fin: el bien.
No parece que este principio haya sido tenido en cuenta ni por parte del político ni del partido cooptante. A ninguno de los dos beneficia esa falta de ética y lealtad, aunque quizá tampoco les importe demasiado porque estamos asistiendo a una política espectáculo, con parlamentarios de dialéctica barriobajera, agarrados a la dinámica del conflicto cercano al odio; ignorantes de que, al que quiere gestionar el poder, se le debe exigir ética y responsabilidad.
Si los partidos políticos no se constituyen en ejemplo de democracia interna y de participación difícilmente podrá conseguirse que avance la participación y la democracia en toda la sociedad puesto que carecerá de referentes si a los partidos políticos se les percibe como referentes de la falta de democracia[2]. Razón tenía Aristóteles al escribir en su Ética a Nicómaco que “no se enseña ética para saber qué es la virtud, sino para ser virtuosos”. Difíciles de encontrar entre los políticos.
[1] Según la RAE:Traición, jugarreta, mala pasada.
[2] Juan Vázquez Yebra y Diana Vázquez Rolland: “La desafección social hacia los partidos políticos”