El gobierno del Presidente Sánchez ha convertido la exhumación de Franco en cuestión de estado. El desempleo, el futuro de las pensiones, la inmigración descontrolada, la precariedad de la justicia y su falta de medios así como un largo etcétera son asuntos menores frente a la que parecía ser la cuestión central de la finiquitada legislatura y que el socialismo vigente (rama escindida del partido) sigue pretendiendo adornar y actualizar hasta el debate de investidura que lanzará al próximo gobierno.
El desenterramiento obsesivo se ha convertido en la piedra angular de un proyecto, o al menos esa es la apariencia, por una constancia de repetición machacona, valga una adición a la redundancia, que llega al ciudadano como información tratando de convertir en perenne a un gobernante que murió en 1975 y que un alto porcentaje de nuestra población no conoce, no obstante el empeño, a modo de diseño y distracción, para que habite entre nosotros como si fuera parte de soluciones presentes y futuras.
Este socialismo exhumante que aparenta una elegía es, en realidad, tragicomedia que transmite la imposibilidad del desahucio del Valle de los Caídos como una auténtica obstrucción, trasladando al ciudadano el drama de no poder acometer la obra como si España quebrase por ello, cuando la verdadera parálisis tiene su causa en la inoperancia de gestión, en el desorden de gobierno y en la terrible escala de prioridades que se proponen y con las que resulta utópico que el país avance.
Los fraudes políticos, cuando no se depuran responsabilidades pasadas en los Tribunales, se solucionan a futuro en las urnas. Los españoles, con independencia de la ideología y/o afinidad a unos u otros partidos no podemos obviar una cuestión fundamental de realidad: La dictadura ya fue enterrada y no existe razón alguna para actualizar esa etapa hace años superada, salvo la necesidad de quién la trae de nuevo a colación de forma innecesaria pero oportunista al populismo extremo, lo que evidencia la carencia de otros argumentos.
Los mismos que pretenden exhumar momias en cumplimiento de su memoria histórica sólo consideran desafortunadas las fotografías de miembros de su partido con quienes legitimaron los asesinatos de inocentes, algunos, compañeros suyos, con bombas lapa y tiros en la nuca, lo cual a mi juicio les incapacita de plano para gobernar España.
No creo en la Historia como ley, creo en la misma como aprendizaje y defensa de la dignidad, y me consta que como yo, la gran mayoría de españoles de izquierdas o de derechas, en este campo, somos «ambidiestros».