Se conoce como “la quema de conventos” a la ola de odio y violencia anticlerical contra edificios e instituciones de la Iglesia católica ocurrida entre los días 10 y 13 de mayo de 1931 en España, pocas semanas después de haberse proclamado la Segunda República.
Los disturbios comenzaron en Madrid durante la inauguración del Círculo Monárquico de la calle de Alcalá y rápidamente se extendieron por otras ciudades peninsulares. Alrededor de cien edificios religiosos ardieron aquellos días; se destruyeron objetos del patrimonio artístico y litúrgico, se profanaron algunos cementerios de conventos y varias personas murieron y otras resultaron heridas.
Fue todo un “Proyecto”, por eso no es extraño como con afirmó Miguel Maura, Ministro de la Gobernación, que presidió aquellas jornadas, que en Málaga se hicieran las quemas con el protocolo de las Fallas y la asistencia de los Gobernadores Civil y militar, quienes además fueron llevados a hombros por las turbas.
Aquellas llamas de mayo perduraron durante toda la República. Y si la Republica emprendió su camino bajo luz tan siniestra, esa misma luz fue la que habría de inaugurar su agonía.