La literatura distópica tiene ya una larga historia: si los optimistas ilustrados se dedicaban a poner por escrito sus sueños utópicos, el siglo XX ha visto florecer, de la mano de las víctimas de esas utopías, una literatura en la que la imaginada utopía se ha convertido en pesadilla real. Orwell, Huxley, Bradbury… han vislumbrado como nadie el mundo hacia el que nos encaminábamos.
Dentro de la literatura distópica merece especial atención el género apocalíptico. Soloviev nos sobrecogió con su Relato del Anticristo, Robert Hugh Benson nos perturbó pero, al mismo tiempo, alimentó nuestra esperanza cristiana con su Señor del Mundo y Michael O’Brien con sus obras protagonizadas por el Padre Elías nos mostró que el género aun tiene mucho que decir. Ahora nos llega Omega 666. El planeta gris, de Juan Luis Gallardo, de la mano de la neonata Campomanes editores.
Estamos ante una de esas obras que se leen de una tirada, bien armada, trepidante, que no decae a lo largo de sus casi 300 páginas. Omega 666 nos lleva hasta un mundo distópico que suena plausible: un solo gran Estado post nacional, la Gran Coalición del Norte, domina medio mundo y ha implantado una especie de utopía progresista tras aniquilar en una gran guerra al islam y decretar la unificación de todas las religiones en un culto sincrético. Una sociedad en que el aborto es común, la familia (y la reproducción natural) están prohibidas, la generación es completamente artificial y la eutanasia obligatoria al alcanzar determinada edad y donde la gente es adicta a una bebida que contiene droga y anticonceptivos. No estamos lejos del mundo feliz de Huxley, pero mientras que aquel se veía lejano en el momento de su publicación, ésta no es aún la nuestra pero, por desgracia, tampoco nos suena imposible. Unos cuantos cristianos han escapado, siguiendo al Papa, y se han escondido en el remoto sur, mientras que la tecnología espacial ha avanzado tanto que nos permite viajar por el espacio hasta descubrir un nuevo planeta, bautizado como Omega 666, un planeta gris y triste con sorprendentes similitudes con la Tierra.
Gallardo toma recursos de la ciencia ficción, un poco al estilo Verne, para ir trabando una historia que va desvelándose progresivamente y en la vamos descubriendo sorprendentes revelaciones. Tanto la intriga principal como la subtrama romántica funcionan, son creíbles y no constituyen un añadido gratuito, sino que se integran plenamente en la trama principal. Gallardo, argentino, aporta también un elemento hasta ahora escaso en el género: su humor socarrón que redondean el libro y nos recuerda que hay que tomárselo en serio, pero sin exagerar. Un ejemplo bastará para entender a qué nos referimos: la distinción suprema que se impone en la Gran Coalición del Norte es la Estrella de Platino Stephen Hawking, “cuyo nombre recordaba a un personaje de fines del siglo XX, autor de ciertas teorías que, pese a demostrarse luego que no pasaban de meras fantasías, sirvieron para fomentar la curiosidad del gran público respecto de tales disciplinas”.
La parte final incluye de manera más explícita el elemento religioso, en concreto católico (la fecha de redacción del original, a finales de los 90, provoca alguna casualidad curiosa, como el hecho de que el Papa que dirige a la Iglesia refugiada fuera de Roma se llama Benedicto XVI) y aunque en todo momento se nos recuerda que estamos ante una obra de ficción, el autor es atinado, advierte de lo que son opiniones y lo que no y consigue mostrarnos que nuestra religión no sólo no es una antigualla, sino que al contrario, es la única que tiene futuro, en el tiempo y fuera de él.
Estamos pues ante una obra recomendable, que entretiene pero que, sobre todo, hace pensar, y que gustará a todos pero que puede resultar especialmente adecuada para lectores jóvenes y universitarios.
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