Todo el mundo repite, como un mantra, que estamos en medio de una «guerra de religión». Revertiendo esta perspectiva, he mantenido durante mucho tiempo que estamos, en cambio, en medio de una «guerra contra la religión»: el fanatismo económico ha declarado la guerra a las religiones de trascendencia. Y lo hace deslegitimándolas como fanáticas, fundamentalistas, terroristas, etc…
¿Cómo se explica esta enemistad entre el monoteísmo del mercado y las religiones de trascendencia, tanto islámicas como cristianas? Creo que la respuesta se encuentra en los versículos de Ezra Pound (Cantos, 97): el templo es santo porque no está a la venta.
La religión de la trascendencia es ahora incompatible con la religión inmanente del mercado porque tiene elementos no modificables, espacios reales y simbólicos que no se pueden vender, valores que no se pueden reducir a los del intercambio. Hágase silencio, pues, de todo ese patetismo no conservador que, en nombre del reino de los cielos, aspira a derrocar el trono de los poderosos.
Es significativo, en este sentido, que el único episodio de la ira de Jesús que nos han transmitido las Escrituras sea el de la expulsión de los mercaderes del templo.
Las guerrillas del frente secularizador, por supuesto, no lo saben: ni saben que están al servicio del fundamentalismo económico. Se revelan, una vez más, como los aliados más fieles de Su Majestad Monsieur le Capital.
Este último aspira a liquidar las religiones tradicionales para imponer ese mercado como única teología posible y, al mismo tiempo, neutralizar el patrimonio religioso simbólico como campo de sentido y como recurso movilizador.
Por esta razón, si se reduce a la pura crítica de los trascendentes Absolutos ahora irrelevantes en el orden de la reproducción capitalista, la crítica de la religión se reduce a una mera herramienta ideológica de santificación del fanatismo de la economía.
En el contexto de la producción global, al igual que la dicotomía derecha-izquierda o el antifascismo en ausencia del fascismo, la crítica de las religiones tradicionales se presenta como la función expresiva del monoteísmo de mercado, revelando, una vez más, la plena integración de la izquierda secularista y antifascista al monoteísmo idólatra del mercado.
Por Diego Fusaro (Traducción: Carlos Blanco). Publicado originalmente en italiano en Fanpage.it