Los españoles podemos respirar tranquilos, pues durante un buen tiempo no tendremos que escuchar las prédicas de nuestros políticos invitándonos a ejercer nuestro hipotético derecho al voto.
Este alivio de la democracia formal es completo, pues nadie se tiene que engañar: era indistinto que las elecciones las ganaran las izquierdas o las derechas, pues en realidad el ganador es siempre un sistema de democracia formal, y de intervencionismo político que supone un auténtico ataque a las libertades ciudadanas.
Ante una Europa que ha perdido sus objetivos, y una España empeñada en destruirse tirando por la borda más de 1.000 años de civilización, es necesario que la sociedad de un paso adelante y reivindique sus derechos.
Que nadie se engañe, ni el Partido Popular, ni Vox, son la solución a nuestra crisis nacional, ni la solución a la crisis general del occidente otrora cristiano. Es la partitocracia, es decir el poder político absoluto de los partidos, el mayor enemigo de nuestra sociedad; por ello se hace preciso que el verdadero pueblo se organice en asociaciones civiles según gustos, intereses, y competencias, para luchar a favor de un objetivo común: la despolitización de la sociedad.
Resulta curioso ver como todos los partidos políticos, (sin excepción), han hecho de la laicidad (primero del Estado y después de la sociedad) bandera común; como todos ellos siguen luchando por eliminar a Dios de la vida pública y de la vida privado, y sin embargo ningún partido político con representación parlamentaria ha sabido levantar la bandera de la despolitización de vida social.
Hoy por hoy, la doctrina tradicionalista es la única que puede dar solución real a nuestros problemas. Solo será posible dar la lucha contrarrevolucionaria si somos conscientes que todo nuestro actuar social ha de partir de dos premisas básicas: NADA SIN DIOS, y MÁS SOCIEDAD MENOS ESTADOS.
Efectivamente, es necesario empezar a dar las grandes luchas, y así frente al derecho a acabar con la vida ajena (aborto, eutanasia) defendamos sin complejos el derecho a seguir viviendo; frente al dogma, aparentemente inatacable, del divorcio, empecemos a defender el sacrosanto valor de la familia natural; frente a la limitada batallas de la elección del centro educativo, empecemos a luchar por el reconocimiento de la soberanía familiar en el ámbito educativa, con la elección no solo del centro, sino de los contenidos educativos; frente a las políticas del subsidio, las ayudas, y el derroche presupuestario, defendamos de manera clara la libertad individual y la responsabilidad familiar en la consecución de los objetivos sociales.
Desde hoy es necesario que nos levantamos y empecemos la lucha contra el omnímodo poder político: MÁS SOCIEDAD, MENOS ESTADO, y para ello alistémonos en cuantas asociaciones podamos colaborar, escribamos en cuantos medios tradicionales y digitales estén dispuestos a dar eco a nuestros principios, empujemos a nuestros familiares, amigos y vecinos a defenderse directamente del poder del estado, apoyemos económicamente a cuantas asociaciones, fundaciones u organizaciones sociales defiendan la España tradicional, e interesémonos por la realidad y el futuro de nuestros hermanos integrantes de la Hispanidad; pongamos en pie a toda la Hispanidad para luchar contra los efectos de la revolución.