Estado policial y matón. Así, con esos términos calificaba Frank Ruddy (FR) el comportamiento del ocupante marroquí con la población del territorio saharaui ilegalmente invadido y ocupado manu militari.
Los saharauis se resistieron a la ocupación y colonización marroquí por medio de su brazo armado, el Frente POLISARIO. Tras 16 años de guerra, en 1991 el Plan de Paz de Naciones Unidas estableció el alto el fuego y la celebración de un referéndum de autodeterminación, que sería supervisado por la ONU, para decidir la integración en Marruecos o la creación de un Estado independiente. La MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental), creada como parte integrante del armisticio firmado por Marruecos y el Frente POLISARIO, tendría como principales tareas velar por el mantenimiento de la paz y llevar a cabo el referéndum de autodeterminación de la población autóctona del territorio saharaui, territorio-no-autónomo pendiente de descolonización. Al respecto, Frank Ruddy dijo: “Si alguna vez hubo un traje hecho a medida para la ONU, era éste”.
Conviene recordarlo ahora, cuando el Consejo de Seguridad acaba de adoptar, el 30 de abril de 2019, la Resolución S/RES/2468 (2019), prorrogando por otros seis meses el mandato de la MINURSO, con la abstención de Rusia y Sudáfrica, que consideran el texto de la Resolución desequilibrado a favor de Marruecos.
Frank Ruddy fue ‘un diplomático fundamental en la historia del Sáhara Occidental’ y una persona admirable a la que, en mi opinión, todavía hoy no se le ha rendido públicamente el homenaje que merece. Aunque lo importante, no obstante, es recoger la antorcha y proseguir el ejemplo que él nos dio. Jurista y embajador de EEUU, fue designado en 1994 vicepresidente de la MINURSO, con el objetivo final de llevar a cabo el referéndum de autodeterminación.
Lo que vio y vivió Frank Ruddy durante su estancia en El Aaiún (capital del Sáhara Occidental) le indignó profundamente, hasta el punto de denunciarlo personalmente al Secretario General de la ONU y, pública y oficialmente, ante el Congreso de EEUU y ante el mundo entero (los medios de comunicación se hicieron amplio eco de su testimonio en el Congreso). Y dedicó su tiempo y sus mejores esfuerzos, desde entonces, a difundir y apoyar la causa saharaui por todo el mundo, desde Alaska hasta Sudáfrica.
Frank Ruddy explicaba a la audiencia que el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ), en su dictamen de 16 de octubre de 1975, había hecho dos observaciones muy importantes: 1) que Marruecos no tenía derecho a reclamar la soberanía sobre el Sáhara Español (actualmente, Sáhara Occidental), y 2) que nada impedía celebrar el referéndum de autodeterminación previsto por España y que debía supervisar la ONU, en coherencia con la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de la ONU, de 14 de diciembre de 1960, sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales
A los pocos días de que el TIJ emitiera su dictamen, Marruecos invadió el Sáhara Occidental valiéndose de la ‘Marcha Verde’. Desde entonces, y tras una guerra de 16 años, miles de muertos y la construcción de un Muro minado de 2.700 Km que divide el territorio y a sus habitantes, Marruecos ocupa el ochenta por ciento del Sáhara Occidental, habiéndose convertido en el conflicto más largo de la historia de la ONU. Los dirigentes marroquíes y sus poderosos lobbies se ocuparon de propalar la gran mentira de que el TIJ había dictaminado a favor de Marruecos.
El referéndum, previsto en un principio para 1992, se pospuso después hasta 1994, que es cuando F. Ruddy fue designado para preparar su celebración, principal cometido de la MINURSO, como se desprende de la denominación misma de esa Misión. La tarea de la ONU parecía bastante sencilla –prosigue FR-, celebrar un referéndum en el que se dilucidara una simple cuestión: independencia o integración en Marruecos. La realidad, sin embargo, no sería tan simple.
Después de más de dos años de retraso, finalmente el proceso de registro de votantes comenzó el 28 de agosto de 1994: “Para esa fecha, la MINURSO había dejado de ser una operación gestionada por la ONU para convertirse en un instrumento utilizado por Marruecos para controlar el proceso de identificación de votantes”. La ONU cedió a Marruecos el control del proceso preparatorio del referéndum. “No hay otra forma de decirlo” -señalaba Ruddy- “porque Marruecos decidía cuándo y dónde debía hacerse el registro de votantes, controlaba la entrada a las instalaciones de registro de la ONU, e incluso decidía qué saharauis podían registrarse”.
Los responsables marroquíes del Registro de Votantes constataban con pavor que los habitantes autóctonos del Sáhara Occidental querían la independencia, no la integración en Marruecos (algo que ya habían constatado los miembros de la Misión de la ONU que visitó el territorio en mayo de 1975 y que lo hizo constar así en su Informe al Consejo de Seguridad, hecho público poco antes del dictamen del TIJ y del chantaje de la ‘Marcha Verde’). Y los dirigentes marroquíes afrontaron esa dura realidad posponiendo indefinidamente el referéndum, hasta que éste pareciera ya inviable y, así, mantenerse en el territorio ilegalmente ocupado.
Señala F. Ruddy que, cuando concluía su primer año en el Sáhara Occidental, recibió la orden de presentar sus informes conjuntamente (¡!) al S.G. de la ONU y al representante de Marruecos, lo cual era un reconocimiento claro de que la ONU no tenía una Misión independiente en el territorio.
El 25 de enero de 1995, Frank Ruddy compareció ante la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos e hizo pública su denuncia de la inacción y complicidad de la MINURSO con el ocupante marroquí para torpedear y bloquear el referéndum. El texto de ese testimonio está disponible en internet (texto en inglés y en francés).
Lo que FR expuso ante el Congreso de EE.UU sobre la escandalosa actuación de la ONU en el Sáhara Occidental no era, en absoluto, una apreciación personal, subjetiva. Todo lo contrario, eran públicos y notorios los abusos cometidos por Marruecos contra la población saharaui y la incapacidad de la MINURSO para frenarlos (como sigue sucediendo hoy). “La MINURSO era el hazmerreír de los diplomáticos acreditados en Rabat”, afirmaba FR. Los ‘cascos azules’ asignados a esta Misión, al igual que los funcionarios de la ONU, sabían que la MINURSO había desistido de la celebración de un referéndum libre y justo. El asunto del referéndum era una vergüenza, como denunció Chris Hedges en The New York Times (5 de marzo de 1995): “El Gobierno marroquí ha sido acusado de interferir en el plan de Naciones Unidas para celebrar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental”.
Lo que FR había observado en su puesto de la MINURSO y testificado ante el Congreso de EE.UU, fue posteriormente verificado por reputadas ONGs, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, y publicado en prestigiosos periódicos y revistas (The New York Times, The Economist, Jeune Afrique, …).
Pero, al parecer, ese comportamiento de la ONU (y de los Estados que integran dicha Organización) viene siendo, por desgracia, una práctica bastante ‘habitual’ hasta la fecha, como ha descrito recientemente, en España, la periodista María Antonia Sánchez-Vallejo (“Mirar para otro lado”, El País, 04/05/2019); aunque, ‘obviamente’, sin mencionar el vergonzoso y mucho más cercano caso del Sáhara Occidental –conforme al diktat del bloqueo mediático impuesto al asunto de la descolonización pendiente de la última colonia en África-, pero corroborando las prácticas onusianas denunciadas urbi et orbe por Frank Ruddy, quien explicitaba algunos ejemplos del ‘comportamiento mafioso’ de los responsables marroquíes en el territorio ocupado, como se recoge a continuación.
Matonismo, voto fraudulento, impunidad
Saharauis que se registraban como votantes se quejaban (a empleados arabófonos que informaban a FR) de que amigos y familiares suyos se habían registrado para votar, pero no aparecían en las listas de votantes: simplemente, los marroquíes les habían privado del derecho al voto.
Otros se quejaban de que sus amigos o familiares estaban en la lista para registrarse como votantes, pero que los marroquíes no se lo permitieron: la policía marroquí mantenía a raya a todo el que no hubiera sido aprobado por las autoridades de ocupación. Personas que venían a registrarse un determinado día establecido, ni siquiera podían entrar en el centro de registro; solo podían hacerlo quienes tuvieran el sello de aprobación marroquí. De esta manera, los marroquíes controlaban quién se registraba para votar. “¡Bienvenidos al Estado policial marroquí del Sáhara Occidental!”, exclamaba el embajador Frank Ruddy. “¡No es esto lo que cabría esperar de un proceso auspiciado y financiado por la ONU!”.
Precisamente por eso -explicaba FR- “no podíamos invitar a los saharauis a rellenar una solicitud de voto en nuestros centros. No se permitía a ningún saharaui estar en ningún sitio donde el Gobierno marroquí no quisiera que estuviera”. “No me cansaré de repetirlo: el Sáhara Occidental bajo control marroquí es un Estado policial,… un Estado policial muy eficaz y que funciona a pleno rendimiento”, denunciaba FR.
Algunos saharauis que informaron de lo que los marroquíes les estaban haciendo, pidieron a los de la ONU que los buscaran en el caso de que ‘desaparecieran’. Muchos decían que temían por su vida si los marroquíes los veían hablando con gente de la ONU. Otros pedían a los de la ONU que hicieran como si no los conocieran si los veían fuera del centro de la ONU. “Decir que estaban aterrorizados es quedarnos cortos. Sus comentarios me recordaban a Sudáfrica a principios de la década de 1970, cuando los negros te hablaban sin tapujos en la Embajada de Estados Unidos en Pretoria o Ciudad del Cabo, porque se sentían a salvo allí, pero en cuanto salían de allí fingían no conocerte, por si la policía especial sudafricana los veía hablando con <alborotadores extranjeros>”.
En cierta ocasión, el oficial de enlace marroquí con la MINURSO, un tal Mohammed Azmi, se jactó públicamente en un bar, ante un grupo de empleados de la MINURSO, de que él era el único que decidía si iba a continuar la identificación al día siguiente. Y para demostrarlo, cogió el teléfono (era casi medianoche) y, delante de todo el mundo, canceló las sesiones de identificación de la semana siguiente. FR se quejaba de “estos actos de gente maquiavélica que hace lo que le viene en gana, con impunidad frente a posibles sanciones de la ONU y sin el menor escrúpulo por un referéndum limpio ni por el gasto que están ocasionando” (100.000 dólares/día en 1974).
A todo el que se registraba para votar le entregaban un justificante para que, supuestamente, cuando se hiciera pública la lista de quienes finalmente podrían votar, entregasen esos justificantes para que les dieran una papeleta de votación. Sin embargo –explica FR-, lo que estaba sucediendo en El Aaiún (la capital) era que los saharauis que volvían de los centros de registro de votantes eran forzados a entregar sus recibos a los marroquíes, lo cual permitiría a personas sin derecho a voto (colonos marroquíes) presentar esos justificantes y obtener las correspondientes papeletas (voto fraudulento, fraude electoral).
Lógicamente, la libertad de prensa era otra víctima del ‘Estado policial’: Para informar a la población de que tenía que registrarse para poder votar, la ONU precisaba espacio en los medios de comunicación (prensa, radio) marroquíes. Pero para comprar espacio en los medios era preciso obtener un permiso del Gobierno, permiso que “Marruecos siempre había negado a la ONU” (¡!). Ojo, son afirmaciones de un embajador de la primera potencia mundial, tal como denunció ante el Congreso de EE UU.
Y el embajador Frank Ruddy continuaba proporcionando ejemplos concretos de la actuación impune de los marroquíes: La víspera del inicio del proceso de registro de votantes, en una cena con marroquíes y empleados de MINURSO, el responsable marroquí ante la Misión reprendió al entonces jefe de la ésta (Erik Jensen, que actuaba por delegación de Yaqub Khan) y le ordenó quitar todas las banderas de la ONU del edificio (sede de la ONU) en el que iba a tener lugar el registro de votantes, bajo amenaza de que, en caso contrario, anularía el registro de votantes. Así que quitaron la bandera de la ONU ¡incluso de la sala en la que iba a tener lugar la ceremonia de apertura! El apocamiento de la ONU permitió que los marroquíes considerasen las instalaciones de la ONU en El Aaiún, no como un recinto extraterritorial de la ONU (con estatus diplomático], sino como propiedad suya. De hecho, el enlace marroquí con la MINURSO ¡llamaba “chez moi” (mi casa) al centro de identificación de votantes de la MINURSO!
Durante los días que duró la sesión de apertura en El Aaiún, unos supuestos periodistas marroquíes fotografiaron y grabaron en video cada minuto de cada día, e hicieron fotos de cada saharaui que acudía a identificarse. Esos supuestos periodistas resultaron ser agentes de Seguridad marroquíes, como después quedó probado. En la televisión marroquí jamás se emitió ni un segundo de esas horas de supuesto material televisivo grabado.
Semanas después, se descubrió que los teléfonos en la sede de la MINURSO estaban intervenidos, las líneas locales y todas las líneas internacionales, y que las escuchas desembocaban en una línea local marroquí. Este hecho se silenció (fue revelado más tarde por Chris Hedges en The New York Times) y, para evitar cualquier prueba que pudiera implicar a la ONU, se apartó secretamente al empleado de la ONU que había instalado los micrófonos ocultos. El correo había sido manipulado regularmente y las habitaciones del personal de la MINURSO registradas con frecuencia. “El Gran Hermano nos estaba escuchando y también observando”, admitía F. Ruddy.
Durante las semanas siguientes, era Marruecos, y no la ONU, quien daba instrucciones al personal de MINURSO sobre su trabajo y horarios de vuelo. Así que la ONU hacía su propio trabajo cuando los observadores marroquíes lo consentían. Asimismo, los marroquíes establecieron restricciones sobre la utilización de los aviones de la ONU, en los vuelos entre El Aaiún y Tinduf, reservándolos exclusivamente para que llevaran a los observadores marroquíes de vuelta a casa y, de paso, demostrar que el proceso estaba bajo su control.
En resumen, durante el tiempo que FR pasó en el Sáhara Occidental, “Marruecos llevó a cabo una campaña de terror contra el pueblo saharaui, sin que el representante elegido a dedo por Butros-Ghali [Secretario General de la ONU] moviera una ceja”. Ruddy dice no haber vivido nada parecido desde que vio en acción al Gobierno sudafricano del apartheid contra los negros sudafricanos, cuando visitó ese país a principios de la década de 1970. “No es que Marruecos ejerciera influencia en el proceso preparatorio del referéndum, sino que lo controlaba hasta el más mínimo detalle, por ejemplo, qué días funcionaba la MINURSO”. Y volvía a denunciarlo: “Marruecos pinchó los teléfonos de la ONU, interceptó su correo y registró con toda impunidad las habitaciones donde vivían sus empleados. Y lo que es más importante, las autoridades marroquíes privaron por doquier del derecho al voto a los votantes saharauis y los reemplazaron por infiltrados marroquíes”.
Inacción y complicidad de la ONU
No solo personas como FR, sino también otros integrantes de la MINURSO informaron directamente de estos atropellos al representante del S.G. de la ONU en la MINURSO, quien no les hizo el más mínimo caso y los despachó sin contemplaciones: “Carecía de dignidad o arrestos suficientes para enfrentarse al gánster-en-jefe del Rey en el Sáhara Occidental, Mohammed Azmi”, apostilla Ruddy.
Antes de dejar la MINURSO, abochornado por la situación descrita, FR envió una nota al S.G. de la ONU explicando el fraude, el despilfarro y los abusos que había observado en la Misión, y se ofreció a hablarlo con él cuando regresara a Nueva York. La contestación del S.G. de la ONU fue -literalmente- que lo que FR le contaba “no era serio”. Pero más tarde, cuando FR testificó ante el Congreso de EEUU y su testimonio llegó a todo el mundo, difundido por los medios de comunicación (fue portada en Jeune Afrique, por ejemplo), entonces, el Secretario General de la ONU se mostró “horrorizado, horrorizado” al oír que pasaban esas cosas en la MINURSO, y corrió a poner sobre el caso a un nuevo y flamante Inspector General, que se apresuró a echar tierra sobre el asunto (cuenta Frank Ruddy que hasta John Bolton se carcajeó del informe de dicho Inspector), blanqueando el comportamiento de la Misión… Y aquí paz y después gloria…
En 1995, Human Rights Watch publicó un demoledor informe de 38 páginas sobre la MINURSO, documentando flagrantes violaciones de los derechos humanos y fraude de votos cometidos por Marruecos en las mismísimas narices de la MINURSO. Pero “ni la Misión ni la ONU hicieron nada”, añade Ruddy.
Finalmente, FR fue invitado, y después “desinvitado”, a testificar ante el Cuarto Comité de la Asamblea General de la ONU, el Comité de Descolonización que se ocupa del Sáhara Occidental, la última colonia en África. FR considera un honor que el propio S.G. de la ONU, Butros Ghali, interviniera personalmente para evitar que el Cuarto Comité oyera lo que FR tenía que decirle sobre la MINURSO. ¡En 40 años de vida de dicho Comité, FR era la única persona a la que se le había impedido hablar en ese foro!
Al menos dos Representantes Especiales del S.G. de la ONU (Johannes Manz y Francesco Bastagli) dimitieron de su puesto en protesta contra las maniobras políticas marroquíes. También terminó dimitiendo el propio James Baker, artífice del Plan de Paz al que contribuyó John Bolton.
El mismísimo S.G. Ban Ki-moon lo tuvo muy difícil con Marruecos al final de su mandato… Y el embajador Frank Ruddy solo duró en su puesto un año, habiendo tenido que sortear –como el mismo reveló- cuatro intentos de soborno de los marroquíes.
En sus memorias como embajador de Estados Unidos ante la ONU, Daniel Patrick Moynihan, senador por el Partido Demócrata, lo dijo muy claro. Reconoció que le habían encomendado la tarea de impedir que el Sáhara Occidental se convirtiera en un Estado independiente, y afirmó haber cumplido muy bien esa tarea. Claro que eso sucedió durante la Guerra Fría. Pero la Guerra Fría hace ya mucho tiempo que terminó. Hoy, no obstante, se utilizan otras excusas y chantajes con ese mismo fin.
A pesar de todo lo aquí relatado, FR dejó bien clara su posición, no quería malentendidos: No tenía nada contra Marruecos –importante aliado de EEUU-, salvo en lo que respecta al Sáhara Occidental: “El problema que tengo con ellos es que invadieron el Sáhara Occidental tan ilegalmente como Indonesia invadió Timor Oriental, y una vez allí Marruecos se comportó de forma indigna, sin que le frenara el menor temor a [posibles] sanciones de nuestro Departamento de Estado”. “Es triste para mí, como estadounidense, haber visto en los países en los que he prestado mis servicios, Guinea Ecuatorial y Sáhara Occidental, que nuestro Gobierno apoya a los matones que mandan en esos lugares e ignora a la gente de bien que vive allí y quiere y merece algo mejor. (…)”
Frank Ruddy tuvo la lucidez y la valentía de decir las cosas bien claras, llamándolas por su nombre. Y en una fecha tan temprana. Hoy, en cambio, reina el silencio impuesto, la mediocridad moral y el cinismo cortesano. Pero nada podrá frenar ya el avance de la causa del pueblo saharaui ni la solidaridad de todos los pueblos que lo acompañan en su marcha hacia la libertad y la independencia.