En una audaz iniciativa, necesaria desde hace tiempo, el obispo de Springfield, Illinois, Thomas Paprocki, declaró que los legisladores católicos que apoyen los recientes proyectos de ley a favor del aborto en el estado no serán admitidos a la Sagrada Comunión.
Resistiendo a una cultura política pro-aborto
El catalizador del decreto de Monseñor Paprocki es la nueva Ley de Salud Reproductiva de Illinois, que considera el aborto como un «derecho fundamental». La legislación, que recientemente fue aprobada por el senado estatal, atenúa las restricciones reglamentarias sobre las clínicas de aborto en todo el estado de Illinois. Entre otras cosas, esta ley exigiría que los planes de seguro médico privado cubran el costo de los abortos y apresuren los períodos de espera para autorizar que se lleve a cabo del procedimiento.
El decreto de Monseñor Paprocki también incluye a cualquier otro político católico pro-aborto en el estado, y señala que se les aplicarán las mismas restricciones, como sucede ahora con Cullerton y Madigan. Consciente de que algunos críticos argumentarán que la decisión del obispo es hipócrita a la luz de la actual crisis relacionada con los casos de abuso sexual, Paprocki se adelanta a los hechos:
Esa misma indignación justificable que sentimos hacia el abuso de niños inocentes, debería suscitar una protesta contra la legalización del asesinato de niños inocentes. Las fallas de la Iglesia no cambian la realidad objetiva de que el asesinato de un bebé indefenso es un acto absolutamente malvado.
Durante décadas, los católicos han hecho un llamamiento a los sacerdotes y obispos para que tomen medidas contra los políticos aparentemente católicos que defienden la legalización del aborto. Estos llamamientos suelen caer en oídos sordos, dando como resultado una situación en la que es normativo que un individuo sea «católico» en su vida privada pero completamente secular en su vida pública. Esta bifurcación puede atribuirse en parte a la propagación del liberalismo en la Iglesia católica después del Concilio Vaticano II, incluido el liberalismo religioso, que sostiene que las creencias religiosas son un asunto privado que no debería tener influencia sociopolítica.
Todavía no se sabe cómo responderán al decreto los legisladores católicos pro-aborto. Mucho dependerá de los miembros del clero diocesano de Springfield, algunos de los cuales podrían no compartir la fidelidad de su obispo a la enseñanza moral católica tradicional y al derecho canónico.
Aun así, hay que aplaudir los esfuerzos de Monseñor Paprocki por tomar una posición en contra de los políticos pro-aborto mientras protege la integridad de la Eucaristía, el sacramento más sagrado y precioso de la Iglesia Universal. Ojalá que más obispos sigan su ejemplo.