Se ha llegado a calificar a la CTC de tronovacantistas. Neologismo que rechaza el corrector del ordenador. No sabemos por ello lo que quiere decir. Pero intuimos que se refiere a que en la CTC no tenemos como nuestro Rey a un continuador de la Dinastía encabezada por Don Carlos V.
El calificativo no es adecuado. Por su composición viene a indicar a los partidarios de que el trono esté vacante. El componente “ista” así lo da a entender.
Como monárquicos que somos, queremos que el trono esté ocupado por un Rey legítimo. Porque desde 1833 hasta el presente lo ocupa una dinastía al servicio de la Revolución, contra la que venimos luchando.
El fallecimiento de Don Alfonso Carlos I, en 1936, supuso la extinción de la descendencia masculina de Don Carlos V. Sobre las distintas soluciones que nuestros mayores adoptaron y las divisiones sobrevenidas, no es momento de tratar. Porque la realidad es que hoy no hay un príncipe que enarbole la bandera de la Tradición.
En la CTC militamos quienes estamos convencidos de que no hay para España otra solución que la vuelta a su Tradición. Somos continuadores de quienes defendieron a la dinastía de Don Carlos V. Y luchamos bajo la misma Bandera. El carecer de un príncipe que personalice nuestras aspiraciones, no es razón para que renunciemos a ellas. En ellas está la salvación de España. Y esto es lo que tenemos que defender.
Ya Don Carlos VII, en su Testamento Político, admitía la posibilidad de que llegase un día en que nos quedásemos huérfanos de monarca. Pero añadía: la familia de mis admirables carlistas no se extinguirá jamás. En ello seguimos.
La Bandera que nos representa incluye, en el Escudo, la imagen de los Sagrados Corazones desde que D. Alfonso Carlos I lo decretó. Con ansia esperamos que un príncipe se adelante a enarbolarla.
Nuestra orfandad nos ha sido impuesta por los avatares de la historia. No la hemos buscado nosotros. Es, entre otras, la principal razón por la que no nos corresponde el calificativo de “tronovacantistas”.
Nadie, mejor que nosotros, sabe lo triste que es gritar “¡Viva el Rey!” y no conocer la persona a la que dedicamos nuestros fervores. Pero más triste sería meternos en casa, renunciando a ser gobernados un día por un continuador de los monarcas que engrandecieron a España.
Zortzigarrentzale. Este artículo se publicó primero en Ahora Información: Tronovacantistas