Estas son esas grades palabras de Juan Donoso Cortés (1809-1853), con las que me siento identificado:
»No se me oculta que las doctrinas que profeso en materias religiosas, políticas y morales, a fuerza de ser antiguas, van siendo nuevas y extrañas en los oídos de las gentes ; pero yo tengo la flaqueza de creer que todo lo que es nuevo, es en política y en moral falso y peligroso, y en religión, falso, peligroso y absurdo. No ignoro que la presente generación, amamantada a los pechos de las revoluciones, afirma todo lo que yo niego y niega todo lo que yo afirmo. Sé que admite y proclama como cosa puesta fuera de toda duda el principio de la perfectibilidad indefinida de la sociedad y del hombre, cuando yo tengo por averiguado que la Humanidad es idéntica a sí misma en toda la prolongación de los tiempos… Se más todavía ; se que las ideas que me proponga combatir como falsas, como peligrosas, o como absurdas, caminan adelante vencedoras de todos los obstáculos…»
Me refiero a estas palabras porque hay gente por ahí que me dice constantemente y de modo convencido que abandone mis principios, principios, por cierto, muy parecidos a los de Donoso, sólo porque hay muchas personas hoy día que no se sientan identificadas con ellos dándome simplemente por explicación, para mi patética, la de ser antiguos, trasnochados, y por eso deben ser abandonados. Seamos serios señores y maduremos un poco, por favor. ¿Porque la gente se esté tirando por un precipicio yo voy a tener que seguirlos?, ridículo. Al contrario, lo que creo que debemos hacer personas como yo, con la ayuda de Dios, es seguir orientando a la Humanidad con esos principios en los que creo para no perderse completamente.
En fin, mis principios eran válidos hace dos mil años como ahora lo deben ser también, pues la Humanidad realmente no ha cambiado apenas en todo ese periodo de tiempo, digan lo que digan por ahí. Todo lo contrario, se está demostrando que va de culo, cuesta abajo y sin frenos.
Y digo más, la culpa de que vaya de culo ha sido por el orgullo humano, decidiendo por ello abandonar la mayoría de esos principios y valores que deberían ser intocables, inmortales, recogidos y protegidos durante siglos en la doctrina social de la Iglesia Católica, es por lo que está actualmente la gran mayoría de la sociedad de nuestros días enferma, orientada por cuatro caraduras, mentirosos y aprovechados que la hacen ir como pollos sin cabeza directamente hacia la esclavitud de Satanás.
Resumiendo. »Se que las ideas que me proponga combatir como falsas, como peligrosas, o como absurdas, caminan adelante vencedoras de todos los obstáculos». Otra gran verdad de este gran hombre pues lo estamos viendo más que nunca hoy en día, pero, aún así, como el en vida, y con la ayuda de Dios, seguiremos en la brecha.