La bandera rojigualda se conserva hasta nuestros días, aunque ha habido constantes variaciones del escudo. Solamente la proclamación de la Segunda República en 1931, durante la que se utilizó la bandera tricolor de franjas horizontales de igual tamaño entre ellas, sustituyéndose en la franja inferior el rojo por el morado, constituyó un paréntesis en su uso. El 29 de agosto de 1936, en plena Guerra Civil, se reimplantó la bandera bicolor, en un acto multitudinario en Sevilla, en el que Franco la beso tras pronunciar aquellas palabras que no se deben olvidar: “Nos la querían quitar”.
La bandera rojigualda debe ondear diariamente con carácter de permanencia, no de coyuntura, no de excepcionalidad sino de generalidad y en todo momento.
Hoy como ayer, sigo amando este símbolo de mi Patria, y como botón de prueba trascribo la poesía intitulada “Homenaje a mi bandera” que está plasmada en la página 202 de mi libro “Buscando a Franco”:
“¡Ahí tenéis la enseña de la Patria!
Izada en la raíz de nuestra tierra.
Apoyada en la fe de nuestra raza
Enarbolada en altar de primaveras
fecundada por la savia de la historia,
en gestas gloriosas allende las fronteras.
¡Ahí está nuestra bandera!
Dos ríos de sangre hispana
en un mar de olas amartillas.
¡Que nadie ose profanarla!
Ni siquiera que roce sus orillas,
A no ser que cante sus victorias
y la bese postrado de rodillas.”