El olor de la descomposición se está haciendo más fuerte y estamos escuchando algunas voces que advierten sobre el inevitable declive.
En una entrevista con ABC, el escritor español Arturo Pérez-Reverte, en su estilo característico, declaró:
«El mundo tal como lo conocí está en demolición. El mundo presente no me interesa demasiado como novelista. Yo vengo de un mundo en que Homero, Platón, Aristóteles, Shakesperare, Cervantes, Montaigne o Velázquez tenían un sentido y formaban un sustrato sobre el que fui educado. Ellos son mi interés y están en demolición. Ese Occidente, luz del mundo, está desapareciendo. Todas mis novelas están relacionadas con la certeza de este mundo y me incita que así sea. Homero desaparece. Pregunta por la calle quién es Homero, o Montaigne. Nos ha tocado el final de un ciclo. No me siento desgraciado. Es una hermosa nostalgia de fin de fiesta. Me siento Fabrizio Salina paseando por Palermo con esa música que resume todas las cosas hermosas. Claro que para entenderlo hay que haber leído «El Gatopardo».»
En El Mundo, el escritor e historiador español Juan Eslava Galán, sin papas en el idioma, dijo:
«Vivimos la decadencia de Occidente. Hemos hecho dejación de todo: Europa se va a la mierda; en cuestión de 50 años caerá como el Imperio Romano. Diré algo políticamente incorrecto, pero que a esta edad me lo puedo permitir: la inmigración musulmana es inasimilable, y con ella estamos recurriendo a nuestro suicidio como cultura.»
Recuerdo a Ernst Jünger en su magistral «Forest Pass» cuando escribió: «El individuo ya no está en la sociedad como un árbol en el bosque, sino que se parece al pasajero en un bote que se mueve rápidamente. «Titanic» o Leviatán. Mientras el clima sea agradable y el paisaje sea agradable, apenas se dará cuenta de cuánta libertad ha perdido».