Por Thomas Fisher
Durante la campaña norteamericana a las presidenciales del año 2008 ocurrió un suceso que, en países como España por no ir más lejos, es cuando menos impensable que pudiera darse. Se enfrentaban en la arena de aquella campaña el senador por Arizona John S. McCain III y el que al final se haría con la llave de la Casa Blanca, el también senador Barak Husein Obama II.
Fue una campaña dura, como lo son todas las presidenciales en los EE.UU, y lo cierto es que la idea de que el siguiente presidente americano pudiera ser negro (y supuestamente musulmán) no solo irritaba y no sentaba bien a una parte importante del electorado, sino que nadie en general creía que un «negro» pudiera sentarse en el despacho oval de la Casa Blanca, pues no le llamaban «blanca» por casualidad.
Así estaban las cosas, puesto que tampoco nadie en Europa imaginaba que un senador estadounidense, negro, pudiera ganar las elecciones de aquel año, de hecho había dos precedentes, dos intentonas fallidas de candidatos «afro americanos» por entrar en la Casa Blanca, nos referimos a la que fue la primera congresista de color Shirley Chisholm, y al congresista Jesse Jackson, la primera sólo llegó a ser nominada por la lista demócrata de 1972, cuya carrera perdió en favor del senador George McGovern, quien a su vez perdería la carrera presidencial que ganaría finalmente el republicano Richard Nixon.
El segundo, el pastor protestante (además de congresista) Jesse Jackson quien tenía todas las «papeletas» para convertirse en el primer presidente negro de los EE.UU, pero resultó que aquel buen señor, pastor protestante, congresista y activista anti-racismo, que detestaba el término «negro» por peyorativo (¿?) y el más insultante nigger, era a su vez racista con los judíos…vivir para ver.
Jackson pues quedó fuera de la campaña, primero por antisemita, por lo que se ganó la antipatía de una parte importante de los votantes americanos a ambos lados del espectro político, y de la otra parte, ¡increíble en su propio electorado!, por su postura anti-abortista. Sea como fuere si ni Shirley Chisholm, ni Jesse Jackson pudieron culminar sus carreras políticas ganando unas elecciones presidenciales, el «negro» Obama tampoco tendría muchas posibilidades de lograrlo, y no hubo analista europeo que diera un penique por un desconocido Obama, y menos cuando se estaba enfrentando al todo poderoso, y además héroe de guerra, John McCain.
Pero algo sucedió que, a quien escribe el presente artículo, le convenció de que el siguiente presidente norteamericano sería sin duda alguna Barak Husein Obama, y eso contra la corriente de pensamiento que se defendía entonces en todos los foros.
Y sucedió precisamente en un mitin que el candidato John McCain dio el 10 de octubre en la pequeña localidad de Lakeville. Allí no pocos de los que iban a ser sus votantes criticaron duramente al otro candidato, a Obama, llamándole de todo menos bonito, y lo curioso es que fue un mitin televisado que pudo ver toda la nación, por lo que no sólo el gran público escuchó la opinión de los presentes, sino lo que seguidamente diría McCain, el candidato republicano detuvo el mitin para acercarse a quienes estaban increpando a Obama y entre otras cosas dijo; «Tengo que decir que el senador Obama es una persona decente y una persona a la que no hay que temer como presidente de Estados Unidos, por lo que no voy a permitir que nadie insulte o ponga en duda su persona» Un segundo después de haber escuchado a McCain defendiendo tan vehementemente a su rival político pensé…Barak Obama será el próximo presidente de los EE.UU.
¿Alguien ha visto a alguno de los líderes de los partidos políticos españoles actuales salir en defensa de sus rivales políticos en campaña?
No obstante a lo dicho anteriormente, surge la pregunta ¿y qué tiene que ver esta «historia» con el Reino Unido, la UE y el Brexit? Honestamente, nada, pero si acaso se puede extraer una lección de lo que ocurrió en aquella campaña electoral es que las apariencias pueden ser engañosas y para complicar aún más la labor de los analistas, lamentablemente, estas apariencias pueden ir en un sentido o en el contrario.
A estas alturas el pueblo británico está tan confundido como dividido, un reflejo de lo que ha venido siendo su Parlamento que, al tiempo de escribir el presente artículo, ha sido cerrado por orden de la Reina…mejor dicho, por orden del, por ahora, PM Boris Johnson, Bojo para los británicos.
El incombustible Bojo, también llamado «Bollo» es un personaje bien conocido por los ciudadanos británicos, alborotador, borrachín, peligrosamente indiscreto y un experto vendedor de humo, el problema no es que sepa como vender «humo» el problema es que hay menguados que se lo compran, y en Reino Unido los menguados suelen ser legión, como en cualquier otro país de la UE, donde España tampoco destacaría por su singularidad. Vean si no quien ostenta temporalmente la presidencia del gobierno de España…
Pero en el caso del Reino Unido pareciera que los británicos hubieran encontrado a su Donald Trump particular, lo cierto es que salvo en lo del peinado, «Bojo» carece de la proyección de Trump, al segundo lo odia todo el mundo más por lo que representa que por lo que es, y es que el pecado que los «progres» del mundo no le perdonan a Trump es querer que vuelva la América de siempre y que con su lema de campaña «make America great again» (que sospecho no tiene mucho que ver con la canción escrita por Frank Turner) quiere eliminar toda la nefasta política de su antecesor, vean lo que ocurre en España desde la era de Zapatero y podrán hacerse una idea de a qué nos referimos.
Al primero sin embargo, a Bojo, se le quiere o se le odia y a los británicos en general les gusta odiarlo pero a la vez lo adoran, se puede decir que «Bojo» es muy popular (por bufón), quizá se debe a que con el actual PM Británico se cumple el dicho inglés de «another day, another scandal» y quienes conocen a Boris Johnson saben perfectamente que con él siempre hay espectáculo.
Para poder hacernos una idea del tipo de persona que es y las pasiones que levanta su figura basta este pequeño ejemplo; Boris Johnson fue alcalde de Londres desde el 2008 al 2016 un periodo de 8 años cuyo legado puede resumirse en una sola palabra «ineficaz» pero sorprendentemente ¡se había ganado el favor de los ciudadanos de Londres! tal como reflejaba una encuesta con aquel 52% de votos favorables a la gestión de Bojo como alcalde de la ciudad…insólito.
De hecho si le preguntan a un londinense cuál es el momento más memorable que recuerda de la etapa de Bojo como alcalde de Londres, aún hoy, responderán que el día en el que «Bojo» se quedó colgando en el aire tratando de cruzar el Victoria Park.
No obstante si alguien cree que estamos ante un político mediocre, un descerebrado, un bufón, olvídense porque Boris Johnson, como decíamos antes, es un bufón si, pero un bufón peligroso. «Brace yourself, Britain» rezaban algunos diarios Británicos este pasado mes de agosto, «Brace yourself Britain, Boris Johnson is here» otros titulares expresaban una mayor preocupación con la llegada de Bojo al 10 de Downing Street ya que Johnson, como el buen vendedor de humo que ha sido siempre, no había dejado indiferente a nadie ni en la calle ni en el Parlamento, por cierto un Parlamento en el que tories y whigs planteaban la siguiente cuestión «si Boris Johnson es la respuesta, ¿cuál fue la pregunta?»
Y es que un Brexit sin acuerdo el día 31 de octubre es imposible, lo sabe el Parlamento Británico en pleno, lo saben en la Cámara de los Lores, lo sabe la ciudadanía, lo sabe la Reina Isabel II y, por supuesto, lo sabe el propio Boris Johnson. Como solía decir el sr. Mariano Rajoy «lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible» Un Brexit sin acuerdo el 31 de octubre es pues, imposible.
Estamos sin embargo ante lo que podría ser la segunda vez que un monarca inglés (en este caso ha sido la reina aunque por «invitación» del PM) ordena el cierre del Parlamento, la primera vez fue en el siglo XVI con Carlos I como rey quien ordenó bloquear el parlamento provocando una guerra civil que acabaría con el rey decapitado por orden del furibundo Oliver Cromwell, por lo que «Bojo» debería pensar mucho si puede asumir las consecuencias.
Sin duda hoy no decapitarían a nadie, y sin duda no estallaría una guerra civil como si ocurrió entonces, pero lo que si podría ocurrir es que al día siguiente, de un más que probable adelanto electoral, que el partido Tory fuera descabezado y de paso perdiera las elecciones, punto no tan probable, y seguidamente Escocia podría declarar su deseo de independencia, de un nuevo referéndum cuando menos. No obstante me inclino por pensar que lo que busca Boris Johnson con su idea es precisamente torpedear el Brexit y echarle la culpa al Parlamento, con lo que salvaría la cara delante de los brexiters más recalcitrantes. No creo que nadie en Reino Unido, y que esté en su sano juicio, quiera un Brexit sin acuerdo.
El problema que se le plantea ahora a Boris Johnson es que se está jugando su credibilidad, que no su popularidad, y por otra parte la Reina Isabel, si puede evitarlo, no quiere tener que verle la cara al líder laborista Jeremy Corbyn, prefiere pasar un rato con Bojo y sus ocurrencias políticas a que tengan lugar unas elecciones y el partido laborista pudiera ganarlas…cosa harto improbable en estos momentos.
Actualmente el Reino Unido está más que preparado a nivel de ciudadanía para salir de la UE, los ciudadanos de países de la UE ya han formalizado la solicitud, o están en trámite, para que se les reconozca el estatus de residente en el Reino Unido, el documento conocido como «EU Settlement Scheme (settled status)», y las empresas, tanto Británicas como de la UE que operan en Reino Unido, están siendo sistemáticamente informadas de lo que deben hacer si quieren seguir manteniendo su actividad económica en el país, y por otra parte aquellas empresas que temen perder sus derechos, o ver disminuido su desarrollo, su actividad económica y sus beneficios ya han empezado, o están a la espera de hacerlo, a mover sus sedes al continente, todo indica pues que el Brexit se va a producir, y se va a producir a pesar de que el ciudadano británico empieza a expresar serias dudas de que vaya a ser beneficioso para el país.
Lo inaudito a fecha de hoy es que la única certeza absoluta que tienen los ciudadanos Británicos, es que no tienen ni idea de lo que va a ocurrir, si habrá o no habrá finalmente un Brexit, y si lo hubiera cuáles van a ser las consecuencias reales y cuál el precio que van a tener que pagar por romper con la UE, un precio y unas consecuencias que ni May antes, ni Johnson ahora le están contando con claridad a los ciudadanos Británicos. Cierto que todos los pasos dados hasta ahora van en esa dirección y todo sugiere que ese Brexit va a tener lugar, el miedo, y los temores infundados o no a esas consecuencias es lo que impide que el Parlamento Británico haya aceptado de buena gana la «cacicada» de Boris Johnson y haya encontrado una agria respuesta no solo de los Comunes sino también de su propio partido, e incluso de su propia familia.
Por otra parte los más importantes economistas de la City tampoco se ponen de acuerdo a la hora de valorar, incluso de aventurar, que es lo que puede pasar en el Reino Unido una vez haya abandonado la Unión, por lo que no se puede apelar a su criterio dado que este se encuentra muy dividido.
En cualquier caso hay que tener en cuenta lo que son hechos contrastables, Reino Unido ni forma parte del espacio Schengen ni de la zona euro y ¿cuáles son los acuerdos o tipos de asociación que la UE mantiene con países Europeos no comunitarios? Si son posibles para países Europeos no comunitarios, son posibles para con el Reino Unido.
Nadie ignora que va a ver costos económicos, sociales, políticos, empresariales, de movilidad, etc, pero por otro lado está el temor a que este «Brexit» pudiera convertirse en el certificado de defunción de toda la UE como la hemos conocido hasta ahora, porque si les sale bien a los ingleses no se debería descartar el surgimiento de movimientos de desconexión similares en el seno de la UE.
Parémonos un instante y rememoremos lo que ocurrió el 8 de septiembre de 1988; el entonces presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, se dirigía en estos términos al Congreso de Sindicatos «El movimiento laboral de Gran Bretaña debería adoptar un modelo de sociedad exclusivamente europeo y apoyar a la comisión en la construcción de una plataforma de derechos sociales garantizados» Cualquiera diría que estas fueron unas declaraciones del todo inocentes, pero aquellas palabras de Delors escondían un objetivo muy claro, destruir lo que el partido conservador Británico había logrado en los 10 años anteriores, reducir el poder de los sindicatos y hacer crecer a la economía Británica…¿qué creen ustedes que pasaría en España si alguien llevara en su programa político quitarle a los sindicatos el poder que tienen?
La respuesta de la también entonces PM Británica Margaret Thatcher llegaría doce días más tarde, advirtiendo en primer lugar que todo indicaba que el Tratado de Roma original, que hasta entonces había sido una carta para la libertad económica, se quedaba en papel mojado frente a las nuevas e inquietantes prioridades de la Unión, que eran desarrollar una «Europa social» (lo que ahora llaman progresista y cuyos efectos padecemos todos) y una moneda única, las cuales representaban ya entonces un intento de introducir el colectivismo y el corporativismo y de concentrar el poder en un parlamento ajeno a los diferentes parlamentos de los países miembros.
La respuesta de Thatcher a Delors fue tajante: «No hemos revertido con éxito las fronteras del estado en Gran Bretaña, solo para verlos reimpuestos a nivel europeo, con un superestado europeo ejerciendo un nuevo dominio desde Bruselas». Este es el temor fundamental, el hastío y la desconfianza si lo prefieren, que los Británicos sienten hacia una UE que ha perdido, en lo esencial, la razón de su existencia.
Volviendo a nuestra realidad actual, Boris Johnson se quedó colgado de una tirolina en Victoria Park cuando intentaba cruzar su particular «Rubicon» haciendo campaña por un Londres Olímpico, algo salió mal, pero ahí estaba él para salvar el día, como señalaron en tono de guasa algunos testigos del espectáculo tan ridículo que estaba protagonizando su alcalde.
Su gestión en el Consistorio de la ciudad más importante del Reino Unido fue ineficaz, y su carácter socarrón y deslenguado no le facilitan el camino para ser nombrado «político del año» así las cosas podríamos realizar un ejercicio de proyección de futuro a corto plazo, Boris Johnson va a fracasar en su pulso con la UE, no va a producirse ningún Brexit, y el partido Conservador volvería a ganar las elecciones (si las hubiera en esta proyección de tiempo) pero Johnson no repetiría como PM. Bojo se va a quedar de nuevo colgado en el aire, no obstante ¿recuerdan lo que comentábamos al principio sobre la campaña presidencial del 2008 en los EE.UU? Las apariencias pueden ser engañosas, podría ocurrir que la UE vea su primer caso de presidente «negro» sentado en la Casa Blanca de todos los Europeos, por lo que la pregunta no es tanto como va a afectar al Reino Unido, sino como va a afectar a la UE en su conjunto que ese Brexit tenga lugar.
Ese es Boris Johnson, y con él es con quien la Unión Europea debe tratar para cerrar, por fin, el escabroso asunto del Brexit, y hacerlo de una manera que satisfaga a todas las partes, tanto al Reino Unido como a la UE. Más tal como comentaba en un artículo previo y sobre este mismo asunto «¿quién en su sano juicio abandonaría uno de los clubes más influyentes y poderosos del mundo y el segundo mercado más importante del planeta? Nadie que no fuera o muy estúpido, o por el contrario, muy listo…si aceptamos el segundo supuesto como posible, entonces deberíamos sentirnos preocupados ya que, nos guste o no, debemos sospechar que el gobierno Británico sabe algo que el resto de los gobiernos de la UE ignoran completamente»