Por Fernando Alonso Barahona.
España, su unidad, la construcción del primer Estado moderno, la liberación tras ocho siglos de presencia musulmana; sin duda el Rey Fernando tuvo mucho que ver en la realidad que hoy conocemos como España. Realidad presente y que nada tiene que ver con los delirios de algunos manipuladores de la historia en los tiempos contemporáneos.
Todas las grandes figuras históricas son controvertidas y no hay obra humana que sea perfecta pero para entender la importancia de Fernando el Católico basta atender a la situación de España cuando se casó con Isabel de Castilla y la que dejó a su muerte.
Pero, ¿qué es España? Julián Marías se lo pregunta en España inteligible y reflexiona: “Se parte de una realidad, la España presente, la sociedad en la que vive el que pregunta. Nos preguntamos qué es España mirando la realidad que nos envuelve, en la cual estamos hechos, que empieza en el pasado y nos remite al horizonte de nuestro porvenir, al mañana de los proyectos”.
EL REINADO DE LOS REYES CATOLICOS
El balance puede resumirse muy brevemente: al comienzo de su reinado, Aragón y Castilla se encontraban en estado próximo a la descomposición entre guerras civiles y banderías, la Reconquista estancada y el país dividido en varios reinos enfrentados. Al final de su reinado España está en paz, unificada –salvo Portugal— y convertida en una de las primeras potencias de Europa. Se ha descubierto y conquistado América y se vislumbra un gran esplendor cultural. Todo ello en un período de apenas 40 años desde que se consumara la unión de Castilla y Aragón, en 1475.
Los dos hechos cruciales pues serían su propio matrimonio que une los reinos históricos de Castilla y Aragón y posteriormente la culminación de la reconquista el dos de enero de 1492, con la toma de Granada.
La anexión de Navarra, poco después del fallecimiento de Isabel coronaba la monumental empresa. Con ello quedaba logrado el proyecto que ambos habían plasmado en 1475 en la Concordia de Segovia.
Fernando, primero con Isabel y luego en su última etapa, pudo construir una política internacional ciertamente influyente en el mundo: estrategia internacional común para España en el Mediterráneo, dibujo ambicioso de las campañas italianas y, por fin, la expansión imperial en América, donde Castilla llevó la iniciativa, mientras Aragón le guardaba las espaldas en la Península.
EL FUTURO DEL REINO
El proyecto común estaba afianzado, pero había que darle continuidad, era una auténtica prueba de fuego para el futuro. Por eso Fernando, en su lecho de muerte, decidió afianzar el futuro en su testamento. Y a la vista de las dudas de Felipe el Hermoso y lo que pudiera acontecer con el estado físico de su hija Juana nombró heredero de todas sus posesiones, que quedaban unificadas en su nieto Carlos de Habsburgo.
Pero su obra, llevada al alimón de su primera esposa Isabel –tanto monta- no se quedó en la mera unificación territorial. La unificación religiosa, como paso previo a la jurídica, la unificación lingüística en la administración, la unificación militar… el proyecto común que hemos heredado y que justifica su continuidad estaba arrancando.
Ortega y Gasset en España invertebrada se preguntaba por la relación profunda entre Castilla y España: “Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho”. Claudio Sánchez Albornoz completaba la reflexión: “Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla”.
Marías completa ambas visiones. España no era una realidad en el inicio del reinado de los Reyes Católicos: “España era un ideal esquema de algo realizable, un proyecto imantador de voluntades, un mañana imaginario capaz de disciplinar el hoy y orientarlo”.
Lo cierto es que Hernando del Pulgar en su Crónica de los Reyes Católicos (edición de M. G. Moreno y Juan M de Carriazo, 1962) señalaba: “La princesa Isabel casó con el príncipe de Aragón, el cual sucedió rey por rey de aquel reyno, y después ambos en matrimonio reinaron en todos estos reynos que es la mayor parte de España”. Desde el primer momento, la política de unificación rige el proyecto de los Reyes Católicos.
En todas las sociedades se dan tendencias centrífugas o disgregadoras y centrípetas o integradoras, y la tendencia principal durante los dos primeros tercios del siglo XV era a la disgregación. La cuestión era si la idea político-cultural de España se impondría a esas divisiones o esas divisiones permanecerían ya indefinidamente, con una base cultural bastante homogénea, pero políticamente desintegrada.
Y, en fin, la nueva España a partir de los Reyes Católicos consiguió vencer a los franceses en Italia y convertirse en el principal freno a la expansión turca, al tiempo que descubría América y el Pacífico, y comenzaba su conquista y colonización.
POLITICA DE UNIDAD
Aunque Castilla era, con gran diferencia, el reino más potente de la península y el de mayor impulso cultural, Fernando orientó su política internacional en la tradición catalano – aragonesa. Aquello suponía un cierto enfrentamiento con Francia, apartándose de la tradición castellana de entendimiento (y cierta subordinación) con los franceses. En esa línea entran las victorias del Gran Capitán en Italia, la recuperación del Rosellón y la Cerdeña y la de Navarra, que se había convertido en un protectorado francés, así como una política de enlaces matrimoniales con vistas a aislar al potente vecino. Fue, en general, una política acertada, que sin obstaculizar la acción española en el Atlántico la facilitó en el Mediterráneo, sirviendo además de muro contra el poder musulmán
Sería en los tiempos de Felipe II, bajo el mando de su hermano Don Juan de Austria y en la batalla de Lepanto cuando la amenaza musulmana quedaría definitivamente derrotada en Europa. La gran labor unificadora de Fernando estuvo a punto de naufragar por el matrimonio de su hija Juana con el débil y ambicioso Felipe el Hermoso, para quien la idea de España apenas contaba.
Felipe se apoyó en los nobles castellanos ansiosos de recobrar sus privilegios, que tanto habían desorganizado al país antes de los Reyes Católicos, y trató de volver a la política pro francesa, que amenazaba la unión de Aragón y Castilla y encrespaba los ánimos hasta la posibilidad de una nueva guerra civil. Fernando intentó contrarrestar el peligro casándose en 1505 con Germana de Foix sobrina del rey francés Luis XII. Pero en una pirueta del destino, Felipe el Hermoso muere repentinamente en 1506 (dejemos a un lado las teorías conspiratorias en este momento) . La desaparición de Felipe y la locura – en sentido amplio – de Juana cambiarían el futuro y sin duda en sentido positivo para el proyecto unificador del rey Fernando.
Ahora Fernando reposa al lado de Isabel en Granada. Un bello símbolo para el rey que entendió bien cuál había sido la tarea histórica común. Y sabía que pese a las dificultades la había podido llevar a buen término.
Con Fernando el Católico, el nombre de España ha pasado a corresponder al resto de la península. Así, es perfectamente adecuado llamar a Fernando rey de España por encima de sus otros títulos. Las Españas –que persisten por supuesto– se han unido en España, ese proyecto sugestivo, esa unidad de destino, ese escenario de convivencia. Más aún: Fernando es, junto con Isabel, el gran refundador de España. Tal vez esta idea disguste a los partidarios de la disgregación, de la ruptura, pero eso no cambia la verdad histórica. Ni por supuesto empequeñece la relevancia histórica de Fernando el Católico.
Recuerda Ortega y Gasset (España invertebrada, pág. 42), que cuando el embajador Francesco Guicciardini preguntó al Rey como era posible que un pueblo tan belicoso como el español haya sido siempre conquistado: galos, cartagineses, romanos, vándalos, moros…
El rey le miró a los ojos y contestó: “La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que solo se puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden”
A la altura de 2019 España precisa recuperar el proyecto común, la tradición de su historia y la esperanza en el futuro.