Por Raúl Suevos
El Parque Central es a La Habana algo así como la Plaza de España en Madrid. En uno de sus lados destaca un edificio enorme, macizo y neoclásico, encuadrado por cuatro torres y que lleva la firma de Manuel del Busto, el arquitecto asturiano padre, entre otras obras, del edificio del Banco de Gijón en esa ciudad, y también el maravilloso edificio modernista que ahora ocupa el recientemente inaugurado hotel Le Moderne. En Oviedo brilla su Torre Blanca.
En la puerta del edificio cubano se percibe una pequeña placa de metal agradeciendo los apoyos, se supone que monetarios, de Tinín Areces, entonces presidente del Principado, para la restauración del antiguo Centro Asturiano de La Habana, ahora, nutrido con las obras requisadas por la Revolución, Museo nacional de Bellas artes de Cuba.
Fidel Castro no solo le expropió la sede central al Centro, también dos clínicas, casi dos mil apartamentos de alquiler para los socios y una Quinta de recreo en las afueras de la ciudad de enorme valor en su época. Como compensación les cedió, a lo que a partir de entonces se llamó Federación de Entidades Asturianas, un edificio a la entrada del histórico Paseo de Prado que había sido expropiado a un centro social norteamericano.
Allí, en lo que hoy queda del Centro Asturiano, conocí a un emigrante que había llegado a Cuba en el 58, poco antes del triunfo de la Revolución, y allí se quedó varado para siempre, como un coco seco de esos que se suelen ver arrumbados por la marea en las Playas del Este habaneras. Ya no creía en el “hombre nuevo” de la Revolución y esperaba llegar a ver el fin de ésta y la devolución de las propiedades del Centro. Las noticias que de allá llegan no parecen presagiarlo.
Después del parto de los montes que supuso la nueva Constitución cubana, en la que se consagra un sistema político de partido único, el Partido Comunista de Cuba por supuesto, llega ahora el turno de la nueva ley electoral, en la que las instituciones del partido, La Federación de Mujeres Cubanas, la Federación de Estudiantes, la Central de Trabajadores, los temidos Comités de Defensa de la Revolución –alguna me olvidaré- aportan los nombres de los candidatos a la Comisión nacional de candidaturas que se encargará de confeccionar la lista de candidatos en número igual a los puestos a elegir.
Este sistema se aplicara a las elecciones a la Asamblea Nacional del Poder Popular, a las asambleas provinciales y a las municipales. Solo quedan fuera las presidencias del Consejo de Estado y de la Asamblea Nacional, así como los miembros del Consejo de Estado, todos ellos elegidos por los diputados de la Asamblea Nacional.
Se excluyen en esta ley las actividades de propaganda electoral y cualquier otra acción que busque atraerse la opinión de los electores ¿Para qué? Todo viene ya cocido desde la maquinaria del régimen, es materialmente imposible que nadie que no pertenezca al sistema pueda intentar siquiera entrar en él. Esta es la nueva Cuba que Raúl Castro pretende dejar en herencia; una herencia bien atada con la nueva Constitución y este proyecto de Ley electoral que como la otra también acabará siendo mayoritariamente aprobada en referéndum por la mayoría de la población cubana.
Patria o muerte ¡Venceremos¡ Qué sarcasmo.
Este artículo se publicó por primera vez en abellugunelcamin.blogspot.com