Cuando a uno se le ocurre de aproximarse a la Historia de España y rememorar lo ocurrido en los últimos siglos, estudiar la política española y a sus “políticos”, acaba observando, llegando a la conclusión de que la Nación Española –sí, España, ese lugar de cuyo nombre los “estepaisanos” no quieren acordarse- está subyugada como si fuera una mula, atada a una noria girando, sin parar, dando vueltas y más vueltas, sin poder avanzar, siempre caminando sobre el mismo terreno, siempre tropezando en las mismas piedras e incluso, haciéndose “amiga” de las piedras y cogiéndole gusto a caer y volver a levantarse…
Da la impresión de que los españoles estamos amarrados a los mismos “problemas” desde hace más de un siglo; cada cierto tiempo vuelven a reabrirse los mismos debates, a aparecer y desaparecer, y vuelta a empezar, como si del río Guadiana se tratara: que si monarquía o república, que si estado unitario o estado de las “autonomías”, que si somos aliados de tales o cuales naciones y luego dejamos de serlo, que si seguimos con concordato con la Santa Sede o se abole, que si continuamos con un régimen de economía de mercado, o por el contrario implantamos un régimen intervencionista con planificación centralizada de la economía, que si enseñanza privada o enseñanza pública, que si…
Respecto de todo ello, quienes se arrogan la representación de la “izquierda oficial”, suelen tener una extraña habilidad y poseen el don de la oportunidad para apropiarse de determinados conceptos, reciclarlos y adecuarlos a sus intereses, recurriendo, claro está, a eufemismos, circunloquios, y sobre todo a lo que los lingüistas denominan “frases y palabras talismán”, expresiones que poseen un prestigio especial –generalmente de forma inmerecida- de forma que, nadie se atreve a cuestionarlas.
Palabras y frases «talismán» que parecen condensar en sí todas las excelencias de la vida humana. De este modo, la izquierda, los que se hacen llamar progresistas, han acabado ganando la batalla del lenguaje, lo cual les permite divulgar consignas con las que logran desinformar y manipular a sus potenciales votantes-clientes, desde todos los púlpitos, desde todos los centros de enseñanza, desde la guardería hasta la universidad… acción que, será reforzada por parte de los diversos medios de información.
Comenzaron apropiándose del vocablo “progreso”, logrando que fuera su seña de identidad, y recurren con enorme éxito al uso monopolístico de algunos adjetivos que sirven de bellos envoltorios para sus ideas, a la vez que denigran a los contrincantes hasta tal punto que, han logrado convencer, o casi, a la mayoría de la gente de que, ellos son lo único moralmente aceptable y que, lo demás es absoluta maldad.
Bueno, también han conseguido que, quienes no se hacen llamar de izquierdas hayan acabado utilizando y adoptando su jerga, e incluso gran parte de sus postulados, como es el caso del Partido Popular, Ciudadanos, e incluso VOX, cada vez más socialdemócratas, cada vez más estatistas, más intervencionistas.
Si intentamos definir la palabra “progreso” podríamos afirmar que es lo que, para bien y para mal, ha llevado al género humano desde los tiempos más primitivos a disfrutar del bienestar que disfrutamos en la actualidad. Desde esta perspectiva, otorgar de forma excluyente el vocablo «progresista» a los que comulgan con una determinada doctrina política es un absoluto sacrilegio lingüístico, pese a que se haya consolidado entre nosotros casi de forma definitiva…
Progresistas fueron Sócrates, Platón, Séneca, Quintiliano, Averroes, Leonardo da Vinci, Galileo, Descartes, Einstein, madame Curie y muchísimos investigadores más, ingenieros, arquitectos, médicos y personas de los diversos ámbitos de la ciencia (muchos de ellos anónimos) que, emprendieron acciones para que los humanos lográramos beneficiarnos de sus descubrimientos, y consiguiéramos mayores cotas de bienestar y felicidad.
En los últimos años, la izquierda ha tratado de monopolizar el asunto del denominado calentamiento global y del cambio climático, hablamos de un nuevo «ecologismo autoritario”, una nueva forma de totalitarismo, un intervencionismo (en el cual realmente apenas hay preocupación u objetivo alguno de carácter conservacionista-ambientalista) con el que se ha ido propagando una especie de ideología apocalíptica, basada en el miedo a una crisis que nos amenaza como algo inmediato, y a la que solamente cabe dar solución mediante medios coactivos, represivos -por parte de los Estados, por supuesto-.
Decía Friedrich Hayek, en “Camino de servidumbre” que, generalmente la comunidad científica suele favorecer de forma casi inconsciente el aumento del poder gubernamental, siempre que éste se publicite como una causa noble, con la intención de proteger a los ciudadanos de la maldad de las grandes empresas, alivie la pobreza, proteja el entorno, o fomente la «igualdad»…
Todos estos ingredientes están presentes en la retórica progre respecto del cambio climático; bueno, y en casi todo su discurso actual. Este es el motivo por el que el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero se unió a la cruzada de Al Gore y promovió que, se le galardonara con el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en el año 2007; esta es la causa por la que el PSOE hizo todo lo posible para que su vida y obras tuvieran un amplio eco en los medios afines al gobierno socialista, llegando incluso, a poner a su disposición –también- todo lo necesario para que Gore pusiera en marcha su penúltima ocurrencia, la creación de un «ejército verde» para que luche contra el Apocalipsis que, según los “calentólogos” se avecina…
Cuando algunos líderes mundiales, alarmados por las consecuencias del llamado cambio climático acordaron el Protocolo de Kioto, fue precisamente el gobierno norteamericano, presidido por Clinton y la vicepresidencia de Gore, el que no firmó el Protocolo.
El Tennessee Center for Policy Research, llegó a denunciar, hace alrededor de tres lustros que, Al Gore gastaba en su casa de Tennessee veinte veces más electricidad que la media de las familias norteamericanas, con una factura de 26.000 dólares anuales. Eso se llama predicar con el ejemplo, y lo demás es cuento.
A lo largo de la Historia hay ejemplos para dar y tomar del terror que produce en la gente corriente y desinformada el anuncio de la llegada del fin de los tiempos. Incluso, todavía hoy siguen causando temor las profecías de Malaquías y Nostradamus.
Es muy posible que el denominado “calentamiento global” sea una amenaza, si no se toman medidas para reducir las emisiones de gases supuestamente contaminantes, venenosos. Pero esa amenaza, según los más eminentes científicos, no tiene, ni mucho menos, la magnitud catastrófica que se nos está pretendiendo vender.
Llama especialmente la atención que, en España (perdón, «este país») el gobierno socialista, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, tan entusiasta defensor de la cruzada de Al Gore, incumplió los compromisos del Protocolo de Kioto, es más: España superaba entonces la media europea de contaminación atmosférica, y la ministra del ramo, de entonces, Cristina Narbona, tras anular el Plan Hidrológico del gobierno anterior, del Partido Popular, se empeñó en construir desaladoras, insuficientes para cubrir las grandes desigualdades en el reparto del agua y altamente contaminantes.
Bien, hablemos de otro asunto con el que los progresistas no dejan de darnos la matraca: hablemos de la perspectiva de género.
Éste es otro dogma más, imprescindible para que la izquierda oficial le conceda a uno el «diploma de progresista».
La ideología totalitaria y liberticida de nombre “perspectiva de género” sigue, por descontado, el mismo esquema que el asunto del calentamiento global: causa noble, con la intención de proteger a personas especialmente vulnerables de la maldad de grandes, enormes intereses egoístas, intención de aliviar la pobreza, y/o fomentar la «igualdad»… Los femiestalinistas, también llamados feminazis, los partidarios de feminismo de género, no se privan de hablar con frecuencia de que el «ascenso del patriarcado» se produjo en los últimos miles de años, un enunciado con el que tratan de imponer la idea de que hubo otros «tiempos mejores» en los que las circunstancias eran diferentes. Incluso hay quienes afirman que, durante el Periodo Neolítico, Europa disfrutó de una sociedad pacífica e igualitaria, con igualdad de sexos, pero centrada en la mujer, antes de la invasión de las brutales hordas patriarcalistas indo-europeas, hace más de cuatro mil años… ¡¡¡Os lo juro, lo he leído en textos de la Junta de Andalucía, e incluso del Consejo General del Poder Judicial… aparte de la “historiadora feminista” Marija Gimbutas!!!
Obsérvese que en esta nueva versión del Génesis Bíblico, la raza humana fue expulsada del paraíso debido -solamente- a los pecados del hombre, no a los de la mujer. Téngase en cuenta que en la fábula feminista, los responsables de todo lo malo de este mundo, pasado, presente y por venir, de todo lo negativo son únicamente los varones mientras que las mujeres representan todo lo bueno. Este planteamiento está presente una y otra vez en toda la doctrina feminista, afirmando sin tapujos que, las mujeres son moralmente superiores a los hombres.
El «movimiento feminista omnipresente, subvencionado y políticamente correcto», ha adoptado la estrategia de la mentira piadosa para conseguir sus objetivos. El feminismo de género utiliza la censura, mientras mantiene un aura de rectitud moral, «ética», en la que subyace un profundo cinismo, que reina en el mundo académico y en el gobierno, sin apenas disidencia-contestación. Para más INRI, los hombres han ido interiorizando que es un gran pecado «atacar a las mujeres», incluso si esas mismas mujeres adoptan un discurso disparatado y delirante en su afán de oprimir de forma virulenta a los hombres. Ni que decir tiene que el mayor fraude de esta «ideología» es asumir que la agenda propuesta por las feministas se realiza en verdad para beneficio de las mujeres. Si el feminismo triunfante fuera realmente liberador, promovería relaciones armoniosas entre ambos sexos y fortalecería la familia; sin embargo, la agenda feminista, al hacer lo contrario, perjudica a la mayoría de las mujeres, y por descontado a los hombres. Como resultado de una eficaz propaganda (todo hay que decirlo) divulgando falsedades y medias verdades, la gente de buena voluntad, la gente «educada» ha ido aceptando todo el discurso demencial del feminismo sin hacer apenas cuestionamientos.
Y en fin, para remate del tomate, les queda también el ingenioso invento -¡¡¡qué invento!!!- de la “memoria histórica” y la necesidad (según ellos y aunque a la mayoría de los españoles les traiga al fresco) de exhumar los restos del General Franco. El asunto de profanar la tumba del anterior Jefe del Estado, en esta España nuestra, condenada a una permanente campaña electoral, los progresistas lo venderán como la panacea, como la solución, como el remedio de todos los males que, aquejan a España y a los españoles; como tratan de vendernos la idea de república, sin especificar nunca qué clase de república; o la de “federalizar”, o tantas frases y palabras talismán que nadie, o casi nadie osa cuestionar.
Cuando nos hablan de “república”, llegando a afirmar como ha hecho el Dr. Cum Fraude en los últimos días que, el Rey Felipe VI tiene “espíritu republicano”, o algo parecido… ¿Se refieren, tal vez, al paraíso de los años treinta con el que supuestamente dieron al traste una panda de malvados reaccionarios y egoístas…?