El Escorial, Alcalá de Henares y Aranjuez comparten un denominador común: son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tres bellos rincones de la Comunidad de Madrid que hablan de la herencia cultural o natural de España y que se convierten en paradas imprescindibles para el viajero
Quien visita la Comunidad de Madrid no se sentirá decepcionado porque, además de la ciudad el turista ávido de experiencias puede contemplar tres espectaculares espacios reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
A solo veinte minutos de Madrid, los viajeros pueden adentrarse en el Siglo de Oro desde la ciudad natal de Miguel de Cervantes, Alcalá de Henares, declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1998 que propone una jornada de aire literario entre sus calles, museos, y sabores locales.
Los turistas pueden recalar, por ejemplo, en rincones emblemáticos como la Casa Natal de Cervantes, en plena calle Mayor -de origen medieval-, que recrea el ambiente en el que se crió el autor de “El Quijote” y permite contemplar una importante colección de muebles, cerámicas, grabados y cuadros de la época, así como un fondo bibliográfico de los siglos XVI y XVII.
También es imprescindible una visita a la Universidad de Alcalá, fundada por el Cardenal Cisneros en 1499 y claro ejemplo del Renacimiento español, que plantea un recorrido por su Patio Trilingüe, el Palacio Laredo, o la Capilla de San Ildefonso que es, junto con el Colegio Mayor, uno de los espacios más antiguos del complejo.
La ciudad también lleva a los turistas a descubrir el Corral de Comedias, en la plaza de Cervantes, “el más antiguo de España” según Turismo de Alcalá; y el Museo Arqueológico Regional, inaugurado en 1999 en el antiguo Convento de Dominicos de la Madre de Dios, que muestra la historia del territorio madrileño desde la prehistoria hasta la actualidad.
En este patrimonio cultural se integra también la Catedral Magistral, de estilo gótico, construida en 1497 por decisión del cardenal Cisneros sobre edificaciones anteriores. El Hospital de Antezana, la Casa Hippolytus o las ruinas del Parque Arqueológico Complutum cierran un itinerario turístico donde los atractivos arquitectónicos se funden con el legado histórico.
Al patrimonio se adhiere en esta ciudad su sabrosa gastronomía, que sabe mejor desde alguno de los mesones de su centro histórico. No faltarán en la carta las sopas de ajo, el cocido, las migas manchegas, asados de cordero y cabrito, así como propuestas de repostería como rosquillas, almendras garrapiñadas, o la famosa costrada alcalaína -pastel de merengue, crema y hojaldre-.
Poco o nada tiene que envidiarle el municipio de San Lorenzo de El Escorial, a unos 60 kilómetros al noroeste de la capital, que cuenta en su patrimonio con el monasterio del mismo nombre, declarado en 1931 como Monumento Histórico-Artístico y en 1984 como Monumento de Interés Mundial por la Unesco.
El complejo, abrazado por las faldas de la Sierra de Guadarrama y construido entre 1563 y 1584 por mandato de Felipe II, acoge en su interior numerosos espacios de un alto valor histórico, artístico y cultural.
Buen ejemplo son las habitaciones de las dependencias palaciegas de los Austrias y de los Borbones; la Biblioteca, con más de 6.000 manuscritos; el Patio de los Reyes; los Panteones Reales; o el Jardín de los Frailes, que hace las veces de mirador.
Y, cómo no, la Basílica, que ocupa la parte central del recinto y en torno a ella se articulan las demás dependencias. El templo fue realizado por Juan de Herrera, y es una de las mayores joyas de la arquitectura española del Renacimiento.
Esta localidad serrana reúne además otros alicientes como las casas y edificios de los siglos XVI y XVIII, diseñadas y proyectadas por Juan Villanueva, máximo exponente de la arquitectura neoclásica en España y artífice también del Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial.
Sobre su casco antiguo se levanta el Real Coliseo Carlos III, y las Casas de Oficios que completan la agradable visita por sus calles adoquinadas.
Arropado por el medio natural, este destino sugiere visitar, sobre una roca de granito situada en lo alto del monte Machota Alta, la Silla de Felipe II -desde donde se dice que el monarca contemplaba las obras del Monasterio-; y pasear por el Bosque de la Herrería, el Pinar de Abantos, o el Arboreto Luis Ceballos, un centro de educación ambiental que ofrece sendas e itinerarios guiados.
Y, para reponer fuerzas, los distintos restaurantes complacen al paladar con sugerencias de la cocina tradicional serrana como el cocido madrileño o asados de carne con D.O. Guadarrama.
Otra joya de la Comunidad de Madrid es Aranjuez, a unos 50 kilómetros al sur de la capital de España, que adquirió la más tardía de las declaraciones por parte de la Unesco. El reconocimiento llegó en 2001, cuando el arte y la naturaleza de su entorno le valieron para ser considerado como Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad.
Ubicado a orillas del río Tajo, este destino fue elegido por los Borbones para establecer su residencia primaveral, por lo que el Palacio Real y sus Jardines constituyen algunos de los monumentos más valorados del municipio.
Se trata de una construcción de estilo herreriano, cuya fachada frontal está adornada por las estatuas de Felipe II, Fernando VI y Carlos III -los tres reyes que impulsaron su construcción-. Entre sus elementos más llamativos, su fachada blanca y roja y la escalera balaustrada de estilo rococó de su interior.
A sus dependencias, en las que abundan piezas barrocas como porcelanas o pinturas, se suman los jardines de palacio, que dejan una hermosa estampa de matices cromáticos diseñada por canales, fuentes y una amplia variedad de especies vegetales.
Concretamente, se distribuyen por este espacio el Jardín del Parterre, de corte inglés; el de la Isla, que se extiende entre el curso del Tajo y la Ría; el Jardín del Príncipe, de estilo afrancesado y gótico y el más grande de los cuatro -con 150 hectáreas de extensión y un perímetro de 7 kilómetros- y, por último, el de Isabell II, dominado por una estatua de bronce de la “reina niña” sobre un pedestal de mármol blanco.
También se puede visitar la Casa de Labrador, un palacete neoclásico construido a petición de Carlos IV, y el Museo de Falúas Reales, que cuenta con una interesante colección de las embarcaciones que los reyes de España utilizaban para navegar por el Tajo.
Los paseos por sus calles arboladas de estilo barroco, las visitas a otros espacios como la Fuente de la Mariblanca, el Teatro Real, el Mercado de Abastos, o la estación de ferrocarril de Aranjuez – de estilo neomudéjar-, unido a una sabrosa gastronomía en la que no faltan las alcachofas, espárragos, faisanes, codornices o sus famosas fresas, completan la oferta de esta bonita localidad considerada también como la huerta de Madrid.
Y así, entre sabores de antaño, joyas arquitectónicas, y propuestas culturales, el turista quedará prendado por esas reminiscencias de un pasado reconocido como Patrimonio Mundial.
Además, para que la visita “sepa mejor”, se puede adquirir en las oficinas de Turismo de la Red Madrid, así como en las de estos tres destinos, un pasaporte que ofrece promociones y descuentos en transportes, monumentos, hoteles o comercios, y que sirve a su vez como guía de bolsillo con información práctica de los distintos enclaves.