España es un país en el que, cuando a alguien le piden que exprese lo que “piensa” acerca de algún asunto (da igual la enjundia del mismo) empieza diciendo: “bueno, yo… déjeme que lo piense… yo creo que, si le digo la verdad… a ver cómo se lo digo yo para que me entienda, bueno, eso lo sé, pero no sé explicarlo…” Los españoles generalmente no piensan, sencillamente “creen”; como tampoco escuchan (aunque esté de moda considerar que “oír” y “escuchar” son vocablos sinónimos) ni suelen dialogar, sencillamente gritan, con la intención de apabullar, de vencer, doblegar a quien tienen en frente, como si fuera un contrincante, y más si adivinan, o suponen (pues los españoles somos muy dados a prejuzgar) que no son de su parecer, de su opinión, de su “ideología”… Ideología: “idea lógica”, nada más lejos de la “lógica” que las ideologías.
Aparte de todo lo anterior, también, lo común es que los españoles “crean” en un “Estado Benefactor”, hasta el punto de que somos los más estatistas de Europa, y posiblemente del orbe…
Se da la paradoja de que los españoles identifican política con corrupción, con negocio sucio, y a los políticos los consideran poco menos que unos gansters; pero al mismo tiempo “creen” en que esos mismos golfos les van a solucionar la vida…
Es por ello que los políticos profesionales, los oligarcas y caciques que nos malgobiernan, prometen el oro y el moro, una y mil veces, y la gente los sigue votando (por supuesto, la gente nunca se hace responsable del resultado de su voto, ni se arroga ninguna “culpa” de los desaguisados y el mal hacer de aquellos a quienes ha elegido, ¡Faltaría más!)
Estamos una vez más en periodo preelectoral (en realidad, en España solemos estarlo casi permanentemente) y la casta parasitaria está a la caza y captura de incautos. Por tales motivos, los partidos políticos están de lo más receptivos a cuantos grupos de presión, lobbies, se les acercan -y a los que no se les acercan, ya irán a su encuentro- para que incorporen en sus programas las “reivindicaciones” del “colectivo” al que dicen representar.
En los próximos días habrá más de un partido político, de los que concurren a las elecciones del próximo 10 de noviembre, que, dirá que se ha reunido con las “asociaciones” que proclaman ser las más representativas de los padres, madres, abuelos, e hijos de padres divorciados, y que se arrogan la exclusividad en la lucha por la custodia compartida de los hijos tras el divorcio, y, como es de esperar, todos los partidos dirán que “están muy receptivos” y deseosos de incluir en su programa electoral el darle preferencia a la custodia compartida tras el divorcio… y alguna asociación habrá que se deje camelar, engatusar, e incluso se acabe jactando públicamente de haber logrado el compromiso de tal o cual partido. Tiempo al tiempo
En todas esas reuniones, sin excepción, siempre hay un tabú respecto del cual hay un acuerdo tácito que, revolotea permanentemente y nunca se nombra: la legislación de “género” aprobada en las últimas décadas en España, al dictado del lobby feminista de género, y en particular la LVIOGEN –ley de violencia de género- de 28 de diciembre de 2004… “Eso, ni tocarlo, mejor no menearlo”.
Pues bien, como no paro de repetir (y la gente no escarmienta, tropieza una vez y otra más, en la misma piedra, hasta acabar haciéndose amigos de la piedra…) la custodia compartida es un imposible, mientras no se derogue, o vacíe la LVIOGEN. La perversa ley fue creada para legalizar el repudio en España (de la mujer hacia el hombre, por supuesto) y asegurar un completo éxito a las mujeres en los pleitos de divorcio, por la custodia de los hijos y la liquidación del régimen económico de gananciales; es por ello que todas las normas que se aprueben para que se generalice la guarda y custodia compartidas, e incluso que el Tribunal Supremo venga “sentando” jurisprudencia al respecto, desde hace más de un lustro, inevitablemente quedarán en papel mojado.
Pero, lo más sorprendente de todo es que la gente damnificada por la legislación “de género” sigue sin darse cuenta de que “perspectiva de género” e “izquierda” (la derecha cobarde) son la misma cosa, y que quienes han promovido toda la legislación antifamilia, antihombre, que padecemos en España, no tienen intención alguna de modificarla, y menos de derogarla. Por la sencilla razón de que viven de ello, participan de un grandísimo negocio que tiene como pretexto, la “idea-mentira noble”, de proteger a la mitad de la población española de no se sabe bien qué, y librarla de todo mal.
Desengáñense los incautos, quienes se hacen llamar “de izquierdas” y la “derecha socialdemócrata” <léase PP, Ciudadanos, y también VOX, aunque les regale el oído a muchos ilusos y tontos útiles> hace ya mucho tiempo que han abrazado la doctrina de género y renunciado a cualquier cosa que suene a progreso, humanismo, protección de la familia, de la infancia, y un largo etc. Muy al contrario, son cómplices entusiastas de quienes tienen por objetivo destruir la Civilización Judeo-cristiana.
Son muchos, los que me aprecian, que me dicen con un tono de especial preocupación –algunos, añaden que debería empezar a preocuparme yo también…- que, aunque sea injusto e inmerecido, me he “currado” y me he ganado a pulso la imagen de tipo raro que algunos tienen de mí, debido a que me atrevo a decir cosas como las que acabo de expresar, debido a que el lenguaje que suelo utilizar es calificable de social y políticamente “incorrecto”. Y me añaden que no debería criticar, ni poner en cuestión todo lo relativo a la legislación “de género”, y concretamente la LVIOGEN y la legislación de divorcio, y menos todavía la práctica habitual de los jueces y fiscales en lo que respecta a la guarda y custodia de los menores, cuando sus papás ponen fin a su matrimonio.
Ya digo, son muchos quienes desde el afecto que me tienen, se lamentan, y acaban afirmando que si endulzara, suavizara mi conducta y mi forma de expresión, posiblemente me iría “mejor” y dejaría de parecer un tipo extraño, atípico… algunos añaden apelativos como “de derechas”, o “facha”, o etiquetas similares… Se supone que parecer tales cosas, en estos tiempos que corren, no es nada bueno, más bien peligroso.
Bien, llegados a este punto, tal vez sea necesario hacer algunas precisiones:
Efectivamente, yo soy de los que suelen abordar las cosas de forma “recta”, sin torcerme hacia ningún lado, procuro ser justo, razonable, leal, fiel, ir derecho a los asuntos (sin tibiezas, ni medias tintas, ni circunloquios), y también intento actuar con legitimidad… en suma, procuro ser una persona decente.
Aunque a haya quien le sorprenda, yo soy de los que piensan que las personas son los únicos titulares de derechos. No creo que existan los derechos de la nación, de la patria, de la colectividad, ni de ninguna clase social. Yo creo en los derechos de las personas, que no pueden ni deben decaer ante entelequias que unas veces son mitos, y otras forzadas obras de ingeniería social.
Es por ello que soy contrario a la supremacía del Estado sobre el individuo, a la reducción de la persona a simple miembro de una colectividad, y me opongo al afán “igualitarista” en lo moral e ideológico, a la obsesión por la uniformidad; y no acepto que, el estado se arrogue la potestad exclusiva de educar al ciudadano, negándole a las familias ese derecho.
Reconozco que yo soy de los que piensan que, los seres humanos son suficientemente capaces de mejorar su circunstancia personal, promocionar, buscar y encontrar su propio camino, explorarlo, recorrerlo, llegar a la meta y hacer de su vida una experiencia apasionante… Sin que el Estado los tutele, o les proporcione todo lo que solamente se puede llegar a apreciar cuando se ha conseguido desde el ejercicio del albedrío y la superación personal.
También me reconozco “culpable” de pensar que hay que anteponer la Libertad a la Igualdad, pues “La Igualdad” no existe, es una cosa infrecuente en el Mundo en el que vivimos en todos los niveles o escalas, desde el atómico, o subatómico, al animal, pasando por el celular.
Igualmente, soy de los que piensan que la glorificación del Estado del bienestar ha sido un gran error, y que la universalidad de la sanidad, la educación, la atención jurídica o la previsión de la vejez son conquistas irrenunciables, pero que no están siendo gestionadas de la mejor manera posible.
También me acuso de desear una democracia “más profunda y permanente”; profunda en el sentido de que no se dé un cheque en blanco a los políticos sino un mandato concreto, y permanente porque los actuales medios tecnológicos permiten frecuentes consultas a los ciudadanos.
He de reconocer, igualmente, que soy de los que desean un sistema electoral más justo que el actual, matemáticamente proporcional a lo votado, sin las manipulaciones actuales que propicia la Ley d’Hondt.
Por supuesto, soy de los que tienen el atrevimiento de pensar que el Estado no debe financiar con nuestros impuestos ni a los partidos políticos, ni a los sindicatos, ni a las patronales, ni a las confesiones religiosas, ni a ninguna entidad privada, sino que debe ser la sociedad quien libremente debe costear a aquellas entidades que prefiera (siendo fiscalmente desgravables las aportaciones a cualquier entidad no lucrativa) pues sí, de veras yo soy un tipo atípico y extraño, y al parecer poco corriente.
También tengo la osadía de pensar y expresar que, una democracia auténtica requiere una administración de justicia realmente independiente, lo cual significa, también estar en contra de que el nombramiento de los órganos judiciales y de la fiscalía se realicen por parte del poder ejecutivo o legislativo; insisto: yo es que soy un tipo raro, y no lo puedo evitar.
Puesto que la mayoría de los humanos es gente de buena voluntad (o como ahora se dice “buena gente”) y, a poco que se mire a nuestro alrededor, se acaba uno percatando de que hay personas que lo pasan mal, acaba uno dándose cuenta de que hay desigualdad, injusticia… Inevitablemente, poca gente es la que no se deja tentar por “utopías bienintencionadas” que, pretenden un cambio social profundo, hombres y mujeres nuevos… que pretenden implantar el paraíso ahora… Es que quien tenga un poco de sensibilidad es casi imposible que no se conmueva cuando ve gente sufriendo, es difícil no sentirse concernido por el dolor y la miserias ajenos.
Pero, todo ello no implica, necesariamente, que el Estado deba controlar a las personas, más bien al contrario, yo soy de los que piensan que las personas deben controlar al Estado.
En definitiva, no tengan dudas de que hay que aspirar a vivir en una sociedad de hombres y mujeres responsables de sí mismos (la responsabilidad es la otra cara de la moneda de la libertad). Una sociedad de seres adultos, soberanos, autogobernados, una sociedad de personas en la plena extensión de la palabra, es decir, una sociedad libre.
Y ya para terminar, retomemos el asunto con el que empecé: sólo hay en España un “gran partido” que apoye la guarda y custodia compartida tras el divorcio, y la generalización de la orientación y la mediación familiar, y que se ha posicionado desde hace años, claramente contra la “ideología de género”, ese partido se llama Iglesia Católica Española.
Algunos dirán que, también hay otros, pero, en realidad ninguno está plenamente a favor de la custodia compartida de los menores tras la ruptura matrimonial, pues ninguno apoya abiertamente, sin rodeos, la mediación familiar obligatoria, y lo que es más importante: ninguno pretende derogar las leyes de “género”, y en particular la de 28 de diciembre de 2004, de “violencia de género” que, fue creada ex profeso para impedir la custodia compartida, al mismo tiempo que para garantizar un completo éxito a cuantas mujeres deseen repudiar y desahuciar a sus esposos y apartarlos de la educación y crianza de sus hijos…
Pues, “eso”, pensad, pensad… uníos a quienes apoyan clara y rotundamente, sin remilgos, sin tapujos nuestras reivindicaciones. Y si no encontráis a nadie a quienes apoyar, pues… mejor quedaos en casa y no vayáis a votar.
Carlos Aurelio Caldito Aunión