Ya era hora que los católicos madrileños tuvieran la posibilidad de consultar la primera visión de conjunto de los 427 sacerdotes y seminaristas diocesanos muertos en Madrid a causa del terror rojo en los aciagos días comprendidos entre entre 1936 y 1939.
La Biblioteca de Autores Cristianos nos ofrece la posibilidad de consultar las biografías de todos los sacerdotes y seminaristas que, sin quebrantar su fe, dieron fiel testimonio de Cristo, y manifestaron su amor a la Iglesia Universal.
Lo primero que es necesario destacar es que no estamos ante un martirologio propiamente dicho, dado que sólo seis de los biografiados han sido proclamados oficialmente mártires, no obstante es más que previsible que este número se incremente en los próximos años, pues a la sazón el siglo XX fue el siglo de las víctimas y de los mártires, y muchos de estos mártires llegaron al cielo ensalzadas sus almas, y humillados sus cuerpos, a manos del terror rojo (tanto en España como en numerosos países sometidos por regímenes comunistas).
Tal y como resalta el Cardenal Carlos Osoro, la obra puede ser entendida como una referencia icónica de la archidiócesis de Madrid, y de toda la provincia eclesiástica madrileña, a la que servían 355 delos 427 sacerdotes y seminaristas reseñados.
Estamos ante una obra de gran utilidad para el conocimiento de un hecho de tanta relevancia en la historia de la Iglesia, de Madrid, de España y del mundo entero. A la comunidad cristiana la ayudará a recordar a quienes dieron su vida por Cristo y por la Iglesia. Recuerdo decisivo para la evangelización de este tiempo y, por tanto, activa levadura de esperanza teologal y de paz social.
Ahora que algunos sectores católicos quieren olvidar que la salvación de la Iglesia española se debe a los miles de voluntarios carlistas, y falagistas, y a los militares que, encabezados por el General Franco, generosamente dieron su sangre, y su esfuerzo por conservar la catolicidad de la mariana España, se hace necesario recordar a todos los caídos por el odio a la fe.
La obra que hoy comentamos nos ofrece un panorama completo de un grupo señero de sacerdotes y seminaristas que dieron la vida por Cristo y por su Iglesia en la persecución del pasado siglo, si bien todavía queda un trabajo pendiente: abordar el martilogio de miles de laicos que igualmente fueron inmolados por no abandonar la única fe verdadera: la fe en Dios Padre y en nuestro redentor Jesucristo.
Es este trabajo, coordinado por monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo Auxiliar de Madrid y Vicario para la santidad de la Archidiócesis, se puede fácilmente comprobar que la diócesis de Madrid- Alcalá fue la que aportó en números absolutos la mayor cantidad de mártires en la revolución roja del 36 al 39.
La lectura de las fichas que se presentan y editan en este trabajo, en muchos casos con las fotografías de estos sacerdotes y seminaristas, muestran la completa variedad de los mismos, pues lo son tanto por el nivel intelectual y humano, fecha y lugar de nacimiento, ocupación pastoral. Todo lo cual demuestra fehacientemente que fue una persecución indiscriminada, llevada a cabo para desarraigar completamente la fe cristiana en la diócesis de Madrid, por lo que es necesario suscribir las palabras del Cardenal Arzobispo de Madrid cuando proclama que «ojalá que no falte este libro en ninguna parroquia ni colegio de Madrid».
El martirologio madrileño solo supone una pequeña parte en la cifra global de los eclesiásticos asesinados por las hordas comunistas, socialistas y anarquistas, que asesinaron vilmente a 12 obispos, 4.200 sacerdotes y seminaristas diocesanos, cerca de 3000 religiosos y religiosas, junto a miles de laicos. A los asesinatos habría que sumar las violaciones sistemáticas de monjas y laicas católicas, la destrucción de templos, el expolio de obras de arte, y el robo de propiedades de miles de católicos.
Ante obras como la presente es necesario recordar las palabras de san Juan Pablo II sobre la importancia de conservar la memoria de los mártires, pues ellos nos han de ayudar a los católicos del siglo XXI a ser fuertes, con la ayuda del Espíritu Santo, para dar la cara por Jesucristo en nuestro tiempo, e incluso a ser mártires sin morir, e igualmente se hace necesario recordar a todos los católicos el deber de defender la memoria tanto de nuestros caídos, como la memoria de los miles de jóvenes que en los frentes de batalla supieron dar lo mejor de si para vencer al terror rojo, y liberar España del obscurantismo y el odio propagado por el comunismo en alianza diabólica con el socialismo.
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