«Mas su señor le respondió: «Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí, debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.»
Mateo, 25, 26-27
Desde sus inicios los cristianos tuvieron una relación difícil con el dinero, relación que aún hoy en día pervive por cuanto lo complejo de la ciencia económica impide que el pueblo cristiano adopte posturas claras en materias como la especulación, los productos financieros, las regulaciones estatales, los rescates bancarios …
Samuel Gregg aborda esa compleja relación en su libro “Dios y el Dinero. El mundo financiero al servicio del bien común”, recordando la olvidada influencia que los teólogos, filósofos, y economistas cristianos han ejercido para el desarrollo de los actuales sistemas financieros, recuerdo necesario dado el desconocimiento generalizado del pueblo cristiano de base.
La relación entre el cristiano y el dinero va más allá de la conocidísima condena de la usura, y a la vez supera la falsa creencia del desapego total entre el cristianismo y el dinero. El cristianismo, más que rechazar la riqueza, se ha encargado de ordenar y dirigir el uso de la misma, teniendo claro que la avaricia, antes que el dinero, es el principal escollo en la salvación de los hombres.
Desde la gran recesión del 2008 ha sido común la crítica sistemática a las instituciones bancarias, sin que los políticos, ni los ciudadanos, se hayan tomado la molestia de estudiar y comprender las cada vez más complejas prácticas financieras, aunque es necesario reconocer que esa falta de conocimiento ha sido fomentada por las propias entidades financiares que pocos esfuerzos han realizado para el conocimiento concreto de las reales prácticas financieras y bancarias.
En este contexto Samuel Gregg nos urge a conocer los principales debates morales en torno a las finanzas, a las instituciones bancarias, y al dinero, recordándonos que el punto de origen de la perspectiva cristianas choca con la mayoría de los postulados seculares sobre las finanzas (sea procedentes del liberalismo, o del comunismo), pues los cristianos no podemos aceptar que el criterio de la conveniencia o la maximización de la utilidad sea el que prevalezca a las tomas decisiones morales.
Al abordar la evolución histórica del dinero y de las finanzas Gregg se encarga de derrumbar el mito de la oscura Edad Media, al reconocer que en dicha época se inventa la contabilidad moderna, se crean los bancos, se inventa la letra de cambio, y se revitalice el comercio entre diferentes países y regiones, desarrollándose los primeros tratados que condenan la usura como el acto de obtener un beneficio de un préstamo sin razón justa, por cuanto la propia teología se encarga deslindar las razones justas que puede llevar a reconocer la existencia de un tipo de interés en los préstamos, y las causas que llevan a condenar cualquier tipo de interés en las transacciones económicas.
Con todo, el libro editado en España por la editorial El buey mudo, constituye una gran aportación al actual debate sobre las entidades financieras, pues el autor no elude la controversia suscitada por aquellos que abogan por una mayor regulación del sistema financiero. En este sentido Samuel Gregg reconoce que no existe objeción cristiana alguna a que los gobiernos jueguen un papel, por ejemplo, en la definición y fortalecimiento de las garantías que amparan a consumidores e inversores, no obstante, el cristiano si tiene mucho que decir sobre el alcance que ha de tener la regulación estatal, y sobre la prudencia con la que es necesaria abordar dichas regulaciones. En este mismo sentido, las agrias discusiones sobre las remuneraciones justas e injusta de los directivos de las instituciones bancarias, nos ponen encima de la mesa el gran debate de los principios que han de regir la justicia conmutativa, y la justicia distributiva.
Hablar de las regulaciones legales, es hablar de los limites del poder, y tal y como nos advertía Juan de Mariana “como en el caso del resto de virtudes, el poder tiene límites precisos, y cuando se sobrepasan dichos límites, el poder no se fortalece, sino que se debilita por completo y finalmente se quiebra”; a estas alturas nadie puede soslayar el debate entre aquellos que abogan por sistemas financieros completamente desregulados, y aquellos que defienden un monopolio estatal de las finanzas. Todavía, diez años después de la recesión del 2008, no nos hemos puesto de acuerdo en si la recesión surgió de la falta de regulación, de demasiada regulación, o sencillamente de haber regulado de forma equivocada, aunque si parece claro que en la génesis de la crisis tuvo participación la ausencia de principios morales y la intromisión de la política en el mundo de las finanzas.
Se hace necesario recordar que, a diferencia de los sostenido por el liberalismo, las fuerzas del mercado no son soberanas, y que es necesario introducir en la ecuación los principios morales defendidos por el cristianismo, y conjugar cualquier regulación con la necesaria presencia de virtudes como la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza y la caridad.
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Título: Dios y el Dinero. El mundo financiero al servicio del bien común.
Autor: Samuel Gregg
Editorial: El Buey Mudo
Páginas: 296
Formato: 21 x 14
ISBN: 978-84-17703-06-6
PVP: 18,90€
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