P.- El libro contiene una relación de leyendas y hechos insólitos acontecidos a lo largo del Camino de Santiago, ¿qué le ha resultado más atractivo o sorprendente del Camino y su historia?
-Efectivamente el libro es una ruta histórica por lo legendario. Desde un inicio el Camino fue una aventura. Entonces, en los siglos XI y XII, que es cuando eclosiona como ruta universal de peregrinaje, era un viaje peligroso. Era un camino vertebrador de la Europa cristiana en lucha contra el Islam invasor. Unió a Cluny, la iglesia más importante después de Roma, con Galicia. No es difícil en tantos siglos encontrar hechos, milagros, leyendas bien curiosas.
P.- El propio surgimiento del Camino es ya un hecho sorprendente, ¿verdad?
-Sí. Lo que destacamos es cómo el culto a Santiago arraiga con tremenda fuerza y que antes aún de que aparecieran los restos del Apóstol en Compostela a principios del siglo IX, escribió el conocido como Beato de Liébana, un himno en el que proclamaba a Santiago “cabeza refulgente y dorada de España,/defensor nuestro y patrono nacional”.
P.- Es verdaderamente sorprendente. ¿Cómo explica que este hecho no sea tan conocido?
-Pues es triste, pero se ha tratado deliberadamente de borrar la idea de España como auténtica naturaleza histórica. Su entidad, su vocación, su espíritu. Y fíjese que otros lo han llamado genio o han hablado de unidad de destino y ya nadie se atreve a decir eso. Pero fue leyendo a Claudio Sánchez-Albornoz en “Santiago, hechura de España” donde descubrí esta realidad. Es decir, los que luchan contra el invasor musulmán lo hacen pensando en que España vuelva a ser un reino como en tiempos de los godos. Son sus descendientes y encuentran en el mito de Santiago una magnífica protección para su causa.
P.- ¿Y qué otros misterios desvela el libro?
El libro solamente contiene una última parte de explicación histórica de cómo surgió el culto jacobeo, pero, antes aún, narra antiguas leyendas de peregrinos hechizados por doncellas que los pretendían, historias de robos piadosos de reliquias -y otros no tan piadosos-, de tentaciones carnales, asaltos y peligros de la naturaleza, de conversiones y tributos hechos al Apóstol, del Paso Honroso sobre el río Órbigo del caballero Suero de Quiñones, de cómo se formó la Orden de Caballería de Santiago y sus ritos… y de milagros, cómo no.
P.- Por último, ¿diría que el Camino sigue siendo una ruta esencialmente religiosa?
Sin duda alguna. En esta ola de mayoritario relativismo progre se repite machaconamente: “pero el Camino no es solo religioso”. Que es algo así como si dijéramos que la Semana Santa no es solo religión. Bueno, pues sería verdad decirlo, también están las torrijas. Y volviendo al Camino, habrá quien lo haga por afán deportivo o excursionista. Pero yo digo que hasta éstos han podido quizás sentirse llamados, impelidos para hacer ese camino por algo. Existe esa llamada… que bien puede ser del Apóstol mismo. Y después, mientras se camina, se piensa, se reza, se habla, se pone el corazón a punto con Dios. El camino es espiritual, trascendente y esencialmente religioso. Remedando a don Marcelino en su famosa cita diríamos: “… esa es nuestra grandeza…, no tenemos otra.”
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