Por GRABIELE CUCIA
Muchos italianos, a punto de partir (benditos ellos) en sus vacaciones anuales, han dejado el destino de la nación en manos de un gobierno que, hace poco más de un año, se constituyó gracias al “contrato” firmado por el Movimiento 5 Estrellas (jacobino, populista de izquierdas) y la Liga (antes Norte), partido soberanista que mira hacia el otro lado de la balanza política nacional: la derecha. Ambos grupos se habían descrito como adversarios de la Unión Europea y de sus leyes, altamente liberticidas y antinacionales. ¿Qué ha hecho cambiar de modo tan decidido la opinión a uno de los “firmantes” -en ese caso, el partido de Beppe Grillo, el M5S-, llevándolo a arruinar la antigua alianza y a hacer piña con el enemigo más acérrimo de los italianos en este momento en las calles? Muchas cosas. Por ejemplo, las relaciones de fuerza “lectoral”: mientras que en las elecciones del 4 de marzo de 2018, el Movimiento 5 Estrellas se situaba como el primer partido italiano, con más del 30% de los votos de los ciudadanos, y la Liga quedaba en segundo puesto, con cerca del 17% de los votos, con ocasión de las elecciones para la renovación del Parlamento Europeo el escenario cambió de nuevo y de forma inesperada: en la práctica, se dio un giro total de los resultados obtenidos. Todo ello, ni que decirlo, a favor de la Liga y de su jefe de partido, Matteo Salvini. El mismo Matteo Salvini que, una vez seguro del resultado obtenido, presionó para que las promesas electorales hechas al pueblo fueran mantenidas. Entre las pocas promesas realmente eficaces y que han tenido un seguimiento, la del cambio de la odiada Ley Fornero, que supuso el aumento de la edad de jubilación, así otra que, realmente llevada a cabo, se orientaba al bloqueo de la invasión por parte de inmigrantes clandestinos.
Unos ochenta italianos de cada cien, durante el último año, han podido constatar cómo se ha producido una mejora en la lucha contra este grave fenómeno y cómo, tal y como podrían ver hasta los ciegos, el número de quienes llegaron por mar o por tierra a nuestra nación… ¡ha bajado un buen 90%! Es inútil decir que, a consecuencia del buen trabajo del gobierno en esta y otras acciones en defensa de los ciudadanos y de sus propios bienes e intereses -valga en este sentido el famoso y meritorio “decreto de seguridad”-, la banda europeísta y los así denominados “poderes fuertes” se han jugado el todo por todo y han logrado hacer caer el gobierno hace tan poco tiempo constituido (¡14 meses!) y al que los electores locales conceden el haber actuado ciertamente bien. La situación, de momento, es la siguiente: se ha formado un gobierno de extrema izquierda entre el Movimiento 5 Estrellas, el Partido Democrático, el partido Libres e Iguales y la neo formación Italia Vive, capitaneada por Matteo Renzi. Es inútil decir que este conglomerado, tan heterogéneo y belicoso, máxima expresión de partidos y personas que solo están interesadas en mantener su proprio “escaño” en la Cámara de los Diputados o en el Senado de la República, no son más que los lacayos de la Unión Europea y de sus políticas antipopulares; lo mismo se puede afirmar respecto a su cercanía a un tal George Soros, financiero siempre presente cuando de lo que se trata es de darle la vuelta a un gobierno que no se conforma con seguir los deseos de las fuerzas globalistas mundiales. ¿No os lo creéis? Veamos con qué amigos -y con cuántos- puede contar la oligarquía de Bruselas, hoy, en nuestro Bel Paese: en primer lugar, el Presidente de la República, Sergio Mattarella; por tanto, el Premier Giuseppe Conte y, pasando a la observación de las grandes empresas privadas aunque asistidas por el estado (Cofindustria) llegamos a los sindicatos. Esta asociaciones, en particular Cgil, Cisl y Uil, notoriamente orientadas a la izquierda, han abandonado cada vez más su papel de defensores de los intereses de los trabajadores italianos, convirtiéndose en un lobby interesado solo en la “acogida” y la “integración” de los extranjeros que, por centenares de miles (podemos incluso hablar de millones), han desembarcado en nuestro país en los últimos años. Extranjeros que no siempre (más bien, casi nunca) se han distinguido por su deseo de trabajar o de integrarse: ¡en las cárceles, por ejemplo, un detenido de cada tres no es italiano! A estas personas, sin embargo, se les dedican las atenciones de quienes deberían regir los destinos de Italia: tienen prioridad en la asignación de alojamientos públicos, en la búsqueda de puestos de trabajo, en la asignación de beneficios estatales o comunales. ¡Es más, se les asigna una pensión aunque no hayan trabajado ni un solo día o hayan pagado ni un impuesto, ni siquiera de forma figurada! Todo ello es posible porque no gobiernan los que ganaron las elecciones, sino, por el contrario, los que se han cambiado de “camisa” respecto a los acuerdos de hace poco más de un año y muchos otros que (son tantos y en todos las formaciones políticas) no sabrían hacer otra cosa en la vida aparte de recoger sus prebendas mensuales en recompensa a su “dolce far niente”. ¿No basta con esto?, diréis. Pero sin embargo, no: cierto “caballero” con ganas de bromear va diciendo por ahí que <<Hay que conceder el derecho de voto solo por “censo” o a quienes estén en posesión de títulos de estudio “válidos”>>. ¿Es eso posible? Sí, es posible; porque cuando el “pueblo” no vota como quieren o dicen ellos (es decir, si no votan a la Izquierda o a los potentados de la Unión Europea), entonces es que ese pueblo no es más que una pandilla de “ignorantes” e “impresentables” a los que hay que negar el derecho a expresarse del modo adecuado: la palabra, el pensamiento, la escritura, las huelgas, el voto mismo. Todo eso se le debe vetar a quien no se arrodilla ante la diosa “Democracia”, una diosa que puede, de este modo, tranquilamente, transformarse en “Dictadura”. ¡Aunque sea “democrática”!
[*] Traducción del Dr. Juan Pérez Andrés, Director de Zibaldone, Estudios Italianos.