El escritor y articulista Valentí Puig (Palma, 1949) aborda en este ensayo, publicado por la Editorial Planeta, una lúcida reflexión sobre cómo la aceleración del tiempo acorta nuestra memoria y, en consecuencia, nos desliga irremediablemente de las formas del pasado.
Resulta curioso comprobar como una pequeña obra (solo 140 páginas de pequeño formato) puede llegar a indagar en el caos reinante, y proponer alternativas al desarraigo cultural actualmente imperante en occidente.
Para el autor “la perdida de una orden civil razonable y la desaparición de la política del bien común, son males de la memoria que van dislocando las virtudes de la democracia representativa”, pues efectivamente, quien no vive arraigado en sus tradiciones, quien no conserva la memoria de sus mayores, no será capaz de defenderse en una democracia formal que no busca el bien común, sino que únicamente propone la optimización de los esfuerzos comunes en la consecución de unos logros políticos y económicos alejados del interés mayoritario.
Esta pérdida de memoria, este desligamiento de la verdadera comunidad política (comunidad de pasado, y de futuro) lleva implícita la germinación del mal nacionalista que tiene como una de sus principales notas la capacidad/necesidad de crearse enemigos para culpabilizarles de las heridas colectivas. La gran María Elvira Roca Barea llama, con acierto, a este mecanismo psicológico del nacionalismo la “transferencia de culpas”, y Puig, en no menos acertada síntesis de pensamiento, considera que ese acto reflejo del victimismo protagonizado por el nacionalismo es una “inercia automática” que trata de abolir todo el pasado, que destruye la memoria colectiva, y que crea ficciones peligrosas para la convivencia común.
Para el autor, una de las principales causas de actual caos imperante es el establecimiento como principio rector de la vida social y política de la ingratitud, es más, Valentí Puig llega a afirmar que “no podríamos reescribir la historia de la humanidad prescindiendo de la ingratitud”; y el problema es que es difícil en nuestra sociedad combatir contra dicha ingratitud, pues ni la figura de la autoridad materna (la paterna ya ha desaparecido tras el avance violento del feminismo radical), ni la jerarquía maestro-alumno, tienen actualmente el prestigio necesario para ser considerados puntales en el aprendizaje y la formación, y por tanto ya no son instrumentos adecuados para transmitir la tradición cultural de Occidente.
Pero Valentí Puig, en estos breves artículos, deja perfilados varios de los motivos que nos han llevado a los occidentales a esta peligrosa pérdida del norte, a este canibalismo de nuestras tradiciones. Nuestra actual sociedad sin normas morales, sin convencionalismo sociales, solo es capaz de crear jóvenes (y adultos) caprichosos. La expresión “sincorbatismo” podría definir a una sociedad carente de ideales, a una sociedad del ocio sin obligaciones, que antepone la comodidad a la moralidad.
No es ocioso recordar el desprestigio entre los jóvenes de la lectura de las biografías de los grandes hombres (y las grandes mujeres, tendremos que decir para estar a tono con lo políticamente correcto), obras que a lo largo de los siglos han sido necesarias para conocer la grandeza de que han sido capaces los protagonistas del pasado para convertirlas en estímulo del futuro.
“Sin memoria familiar no hay comunidad, y sin comunidad no hay ley, sólo individuos atomizados” llega a afirma el autor con reminiscencias claras de nuestros grandes pensadores tradicionalistas (Aparisi y Guijarro, los Nocedal, Donoso Cortes, Balmes, Vázquez de Mella …), y es que, efectivamente, actualmente vivimos en un proceso de destrucción de la figura del padre como rol, como necesidad, y sin autoridad del padre no hay autoridad natural, ni autoridad legítima.
No anda equivocado Valentí Puig al considerar la destrucción de la familia como el factor más importante en esa pérdida de memoria colectiva que impide la continuidad de la tradición cultural de Occidente, pues las nuevas concepciones políticas nos tratan de convencer de que la familia es un producto que se puede comprar, y que en la misma el varón ya no juega ningún papel.
Y con la familia ha desaparecido el concepto de disciplina, “el hijo divinizado ha degradado al padre a súbdito”, y ese dios se convierte en un dios voluntarioso sin referencia alguna al deber, la santa voluntad del menor no encuentra límites, y cuando encuentra un freno el capricho se convierte en violencia, tanto en los centros escolares, como en el ámbito familiar.
De la lectura de “memoria o caos” es fácil extraer una consecuencia: vivimos en una sociedad de desheredados, sin pasado común, sin presente compartido, y sin futuro como sociedad, y en esta sociedad la cultura se convierte en un objetivo imposible, pues no existe cultura sin tradición.
En este aquí, y en este ahora, cualquier solución pasa por defender el elitismo (social y cultural) no como privilegio, sino como deber.
Datos de libro.
Título: Memoria o caos. Por la continuidad de la tradición cultural de Occidente y contra la desmemoria de nuestros días.
Autor: Valentí Puig
Editorial: Ediciones Planeta
Páginas: 141
ISBN: 978-84-233-5632-4
PVP: 12,90 €
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