Sánchez se trajo la Cumbre Climática y con ella vinieron Greta, Bardem y otros muchos que no solían hacerlo en los últimos tiempos. No hay país turístico más turístico que España, por una u otra causa, lo vemos todos los días. Para el Presidente en Funciones cambiar el falcon, el helicóptero y el audi de gasolina durante sólo unos días no es tan desagradable, y más si es para una o varias fotos nuevas en honor a sus ilustres invitados -increíble la capacidad de Madrid para atender eventos varios, todos a la vez-. El puente de la Constitución y la Purísima ha sido escenario de actualidad tanto cómo objeto de preocupación y desconfianza. Las luces y las compras dicen que estamos también en Navidad, incluso en Barcelona, dónde van a reanudarse las extrañas y emocionantes conversaciones de los socialistas con el partido de Rufián este próximo martes.
Las cosas han dado tantas vueltas que la investidura pendiente está en las manos de los que representan a uno de los partidos que propusieron un golpe de estado y cuyos dirigentes fueron por ello juzgados y condenados. La viabilidad de la formación de gobierno pende de quienes niegan la España constitucional, su organización territorial o su unidad como nación. Los actores que pueden facilitar o impedir la continuidad de esta legislatura son imprevisibles, empezando por el líder aspirante a presidente. La previsibilidad no es un capricho de nadie, significa tranquilidad y estabilidad, sin ellas ni las familias ni las actividades personales y profesionales de éstas pueden tener solución de continuidad. Tampoco la seguridad, la convivencia o la paz social, son ajenas al suspense político del que estamos colgados. Es mucha paradoja celebrar el aniversario de la Constitución de 1978 en tanto los discursos institucionales, casi protocolarios, versan en el alambre acerca de la necesidad de acoger en el cuerpo constitucional los comportamientos, las acciones y las sensibilidades, contrarias al espíritu y la letra de la propia Constitución. Además es imposible. Esta lección de buenismo que nos quiere hacer ver colores que no existen, diálogos de sordos o puntos de encuentro incompatibles, es una gran estafa urdida, o aun urdiéndose, con un tropel de mentiras en un proceso lleno de improvisación y tragaderas casi infinitas. Nadie puede estar tranquilo, ni el pueblo, ni los demás partidos, ni el Rey. Esta situación y la irrefrenable voluntad de Sánchez han abolido la normalidad.
El único mensaje sereno y animoso que podemos recibir es el de una nación antigua, recia, ganadora en mil batallas, que ha resistido la hostilidad, los enemigos y los avatares de la historia. Una España cuyas bondades siempre se han abierto paso aun lo graves que fuesen sus heridas o sus hechos o irresponsables sus gobernantes. Pero no es consuelo suficiente, porque los errores cusan daños que tardan en repararse, no es materialmente posible evitarlos y menos en tiempo. Recibir o esperar la bendición de los independentistas es, a ojos vista, desagradable y alarmante. Tampoco que por primera vez desde la caída del Muro de Berlín haya comunistas en un gobierno europeo y que precisamente sea en España, anima mucho. No, no es éste el mejor mes de diciembre que, por ahora, vamos a poder recordar.
Decía Alfonso Guerra estos días que sólo queda que los independentistas, negando su abstención, puedan salvarnos. No parece algo muy ilusionante, la verdad. En esa línea se tratará de que Esquerra exija más de lo que estética y públicamente se pueda confesar que se cede por parte de los negociadores que representan al aspirante Sánchez. Una cuestión es que los límites reales de Sánchez esté claro que no son imaginables ni conocidos y otra que al pueblo español se le puedan revelar y hasta qué punto, que no. El último compromiso político del candidatable socialista ha sido que el pacto será legal y se hará público -aunque no suele hacer honor a su palabra-. Si los esquerro-catalanes son “honestos” con su electorado, no podrán pactar nada que no haga referencia y compromiso en asuntos de soberanía, autodeterminación y referéndum. Y, si los representantes socialistas pactan reformas constitucionales, lecturas plurinacionales, financiaciones extraordinarias o cualquiera otra transgresión de la ley y la historia, no podrán presentarse públicamente ante los ciudadanos españoles libres e iguales. Antes de Navidad, tras en ella, en enero… O nunca.
Por Joaquín L. Ramírez