Si la abogacía del Estado, en fase terminal, y boqueando, se acusa manifiestamente –que es lo que hay que temer cuando se procede poniendo el parche antes de la herida- malo, malo, tipo vómito negro de Galeno y punto de inflexión en modo francesada. Va a tener que ser el pueblo español en la calle y a navajazos. Le jour de gloire est arrivé.
Es un destrozo, un siete prevaricario en la línea de flotación, que hay que temer, porque esto sería el fin de l’esprit des lois montesquieuano, el fin del principio de igualdad, del orden constitucional, del estado de derecho y del respeto a la justicia.
Si esto es así, si se produce el vómito prevaricador de la llamada abogacía del estado –que perdería esa condición y bajaría a la de señoras de la limpieza y mantenimiento- afilemos las hoces y cabruñemos las guadañas, porque vienen los martillos y otras herramientas del frente popular a terminar con nosotros, los españoles de a pie, la gente normal y sin ambiciones desmedidas y desproporcionadas, como es el caso del presidente en funciones destructivas y para su apaño.
Sería el triunfo de la chusma requemada que quema y profana todo y eso no se puede permitir. Si se permite asomar la puntita, luego vendrá el resto del rabo, que todo es toro, la amnistía general, y perdularios y patibularios a la calle y los martirios y los incendios al gusto que fue lo que imperó durante los ocho años que duró aquello. ¿Qué razón hay para que continúen en la cárcel los pobres delincuentes de peseta o de a duro? ¿Qué se hará de las togas enmerdadas?
¡¡¡Yo no me fío ni del Marchena ni de sus mariachis!!! No lo merecen. Son puto chicle masticado, deglutido y metabolizado. Excremento.
La ley, como Capri, c’est finí.
Como decía Carlos Luis de Secondat, Montesquieu para los amigos: No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia. La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie.
Pelayo del Riego
Diciembre del 2019