Después de varias semanas –dos meses escasos–, el socialista Pedro Sánchez logró que una exigua mayoría de los diputados del Congreso le diesen los votos necesarios para ser investido presidente del gobierno español.
Después de haber obtenido una victoria pírrica en las elecciones del 10 de noviembre, el líder del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) logró formar gobierno gracias a la coalición que hizo con Pablo Iglesias, el líder radical de PODEMOS.
Aquí lo que realmente sorprende es que el grupo marxista de Pablo Iglesias –a pesar de haber sufrido la peor derrota en sus cinco años de vida– logre llegar al gobierno obteniendo la vicepresidencia y varios ministerios.
Esto nos hace ver como el próximo gobierno español será de extrema izquierda, dándose la paradoja de que dirigirán los destinos de España precisamente quienes se declararon como los enemigos más acérrimos del Estado Español.
Pedro Sánchez obtiene la jefatura de gobierno no solamente gracias a su alianza con PODEMOS sino también por el apoyo que –bien fuese votando a favor o bien fuese absteniéndose– le dieron los separatistas vascos y catalanes.
Un auténtico Frente Popular es el que acaba de imponerse en España.
A diferencia de un socialista de tendencia moderada –aquella que se conoce como socialdemocracia– en el futuro inmediato será un gobierno descaradamente marxista el que lleve las riendas del país.
Y es que una cosa es la socialdemocracia de un Felipe González –afiliada a la II Internacional Socialista– y otra muy diferente es una corriente que milita dentro de las filas de la III Internacional Socialista.
Los gobiernos socialdemócratas suelen avanzar lentamente y por etapas, consolidando sus logros por medio de la Revolución Cultural lo que significa que van cambiando la mentalidad de la gente mediante profundas reformas educativas.
Eso fue lo que hizo el socialdemócrata Felipe González en España durante más de trece años: Por medio de leyes permisivas en materia moral como fueron la legalización del divorcio y la despenalización del aborto se fue cambiando el modo de pensar de toda una generación de españoles.
Con el paso del tiempo, la nueva generación que vino después llegó pensando de un modo muy diferente a la anterior.
Eso explica el que, andando el tiempo, a esa nueva generación de españoles le costase muy poco votar por candidatos radicales que eran rechazados por sus padres.
En todo este proceso es muy importante subrayar que, durante su largo mandato, Felipe González no se mostró radical en lo económico o sea que jamás tocó la propiedad privada.
Eso hizo que la gente se confiase creyendo ingenuamente que el socialismo había cambiado.
Eso eliminó cualquier posible reacción popular, lo cual facilitó que las mentes de los niños y jóvenes fuesen envenenadas por las nuevas ideas.
Una vez deformados los criterios de millones de españoles, se pasó a la siguiente etapa en la cual le tocó desempeñar el papel principal a José Luis Rodríguez Zapatero.
Contando ya con una amplia base popular de españoles deformados durante la etapa anterior, a Zapatero le fue relativamente fácil legalizar las uniones contra natura, así como una serie de aberraciones contra el orden natural.
A diferencia del astuto Felipe González que era todo un encantador de serpientes, Zapatero sí tocó lo económico lesionando a la iniciativa privada, con lo cual produjo una crisis económica de dimensiones nunca antes vistas.
En las elecciones de 2011, los españoles repudiaron masivamente al socialismo dándole una enorme confianza al centrista Mariano Rajoy quien resolvió en parte el problema económico, pero se guardó mucho de quitar las leyes impuestas por los socialistas.
Los resultados están a la vista: Después de haber derrocado a Rajoy mediante una inesperada moción de censura y después de varios intentos por llegar al poder, Pedro Sánchez lo consigue ahora gracias a la ayuda de los militantes más radicales de la III Internacional.
El nuevo gobierno ya no se dedicará a guardar las apariencias como lo hizo Felipe González durante más de trece años.
El nuevo gobierno se ha quitado la máscara mostrando el rostro real del socialismo.
Un rostro real que se caracteriza por su odio visceral tanto a la propiedad privada como a la religión católica.
Son tiempos muy difíciles los que le esperan a España.
Tiempos que recuerdan aquellos de los trágicos enfrentamientos que se produjeron el siglo pasado, a partir del fraude electoral que, en febrero de 1936, llevó al poder al Frente Popular.