Por Joaquín Ramírez.
La interposición de una moción de censura ideológicamente ecuménica, semisuma de todos los planteamientos opositores más variados y hasta contrarios entre sí, ha sido el primer paso de un delirante y diminuto lobby que promete actuar como un auténtico aprendiz de brujo. Una vez tomado el PSOE como rehén, Sánchez, Redondo y otros integrantes menores, han dispuesto lo suyo para colmar sus ambiciones sin más freno o límite moral que lo puramente conveniente o estético. El escándalo de la tesis de Sánchez, que habría causado en cualquier otro la más que posible destrucción de su carrera política, no ha sido más que el principio de una deriva contradictoria en la que mentir o impulsar medidas expresamente rechazadas semanas antes no es ni obstáculo ni merecen explicación. Aprovechar la grave amenaza del independentismo catalán, la actuación golpista de sus dirigentes, la condena de los mismos o su enemistad con la España constitucional y su unidad, para asaltar el poder, es no sólo muy complejo sino también de una elevado nivel de inmoralidad. Sánchez, Redondo y sus más allegados, pretenden atender parcialmente los objetivos y proyectos de sus antisistémicos socios de coalición, los de los secesionistas condenados por sus ilegales y perseguibles acciones contra la nación, los del mundo abertzale -herederos y blanqueadores de ETA- junto a su otra encorbatada y antiespañola versión -el PNV- y hasta con los reivindicadores locales de Teruel Existe, ofreciéndoles alguna barata actuación. Todo ello como en una gran orquesta filarmónica de un número imposible de músicos de distinta y alternativa formación. Lo malo no es la imposible tarea de hacer funcionar juntos a los que sólo les une la conveniencia, lo verdaderamente desolador es el abandono de los consensos ciudadanos constitucionales y democráticos que los españoles nos dimos y hasta la apostasía y puesta en almoneda de cuestiones tan importantes como la Soberanía Nacional. Es inexplicable, desde cualquier postura política decente, que se proponga una consulta sobre la autodeterminación por parte de quien hace sólo días prometía oponerse a ello y penalizar la celebración de referéndums ilegales. Es ilegítimo el uso y el abuso de la palabra diálogo hasta inflamarla con contenidos y cesiones que rompen el espíritu y hasta la letra de la Constitución. Pero todo esto es mucho más rechazable y hasta repugnante si el sólo motivo para estos profundos cambios es que la aritmética parlamentaria permita el asalto a la Moncloa y la permanencia de Pedro Sánchez al frente del Gobierno de España. En política, las posturas, los argumentos y los debates, son innumerables y planteamientos de toda condición pueden aparentar o hasta ser razonables. En una democracia cada uno tiene el derecho a defender aquello en lo que cree, pero nunca a pervertir su propia ideología para conseguir sus objetivos de poder.
Lo acontecido en Bolivia, inexplicado -«una visita de cortesía a la residencia de la embajadora de México» a las 7 de la mañana-, un torpe incidente diplomático, ha creado muchas alarmas y graves sospechas. Aún no repuestos de ello, el chusco episodio de la reunión del ministro Ábalos con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez ha asombrado a España y -es innegable- al mundo. La señora Rodríguez tiene prohibido por las autoridades europeas del Tratado de Schengen (26 países, incluida Suiza) transitar por su territorio bajo amenaza de detención inmediata. En lo puramente técnico la irrupción de esta señora en una ‘zona de tránsito’ del aeropuerto de Barajas-Adolfo Suárez -no existen zonas internacionales ajenas a la propia soberanía del Estado, ni pasar aduana o sellar o no el pasaporte significa extraterritorialidad jurídica- lo es en territorio español y las consecuencias deben ser inmediatas. En lo político, que un ministro del Gobierno de España haya protagonizado esta reunión secreta, que la haya negado en un principio y que, a continuación, haya contado airadamente hasta cuatro versiones diferentes, reuniéndose en todo caso con una dirigente política de un gobierno de dudosa legitimidad y reclamada por las autoridades europeas… Usted, señor Ministro, es un importante personaje con una muy importante responsabilidad, pero la responsabilidad lleva aparejada la prudencia y la legalidad, nos ha comprometido y no podemos confiar en usted. ¿Sabe? el pin parental, ese que algunos reclaman y ustedes azuzan como cortina de humo, consiste en el derecho de los padres para decidir cuestiones de sus hijos en determinadas circunstancias. En su caso, ministro Ábalos, debe saber que no hay pin gubernamental para que pueda acudir de madrugada al aeropuerto comercial de Madrid y reunirse en secreto con delincuentes. Es urgente que dé explicaciones de su abuso contando la verdad, que afronte la responsabilidad a que haya lugar de sus dudosas e irregulares acciones y que a continuación dimita. Porque, señor Ministro, usted debe marcharse cuanto antes, España no se lo merece.
Por Joaquín Ramírez. Artículo publicado por primera vez en DiarioSur.