»España es una unidad de destino en lo universal. Toda conspiración contra esa unidad es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos. La Constitución vigente, en cuanto incita a las disgregaciones, atenta contra la unidad de destino de España. Por eso exigimos su anulación fulminante.»

No, no lo ha dicho por desgracia ningún político actual. Son palabras de otro ilustre español, José Antonio Primo de Rivera extraídas del programa falangista. Las escribo aquí porque la verdad es que hoy en día ante la dramática descomposición territorial española me vienen a la cabeza siempre esas palabras.

Se diga lo que se diga, la Constitución, base del régimen actual, es la culpable, entre otras cosas, de la situación de disgregación territorial que estamos sufriendo hoy en día; de ahí sufrimos la »nación de naciones», un término absurdo por cierto. El jefe de la Falange aconsejó anular de forma fulminante la de su época, hoy en día se dice reformarla y no anularla o suprimirla como debería hacerse.

Por otro lado hay partidos que quieren una ley con la cual suprimir a su vez ciertos partidos separatistas, me parece genial, pero yo me pregunto, ¿por qué se permitieron y legalizaron en su día esos partidos? Porque, yo mismo, cualquiera puede opinar lo que le de la gana, hasta ahí vamos bien, pero, ahora viene lo malo, en una democracia liberal como esta al ser un hombre el que lo ha dicho, una especie de »Dios» para el liberalismo y aunque sea en el fondo una verdadera chorrada automáticamente está bien en esta sociedad encima relativista. Luego si hay un ideal o un programa hecho por una serie de personas para formar un partido pues está bien aunque lleve dentro de su programa político un germen de destrucción de la unidad de un pueblo milenario. Se te deja crear partidos separatistas pero no puedes separarte de España, ¿alguien lo entiende? El nihilismo está haciendo estragos en la sociedad actual, todo vale hoy en día por lo visto. Es como lo de la democracia como fundamento de gobierno, esa del sufragio universal en el cual la mayoría, sólo por ser mayoría, tiene razón aunque no la tenga aprobándose con ese pensamiento absurdo leyes estúpidas que sólo nos llevan a la destrucción. En fin, señores »idealistas» liberales, los hombres, somos los mismos de hace dos mil años, es más, en realidad no hemos cambiado apenas nada nos movemos por las mismas cosas y reaccionamos de la misma manera, luego, ¿por qué se acuño el término de soberanía popular?, cuando por mucho que tengamos televisores o móviles o que casi todos sepamos leer y escribir eso no significa ni que seamos más listos ni más tontos. Bueno, de acuerdo, esto en algunos casos se cumple más.

En fin, perdonen por si igual me ido por las ramas. Vamos a ver, lo he repetido miles de veces, si queremos que España funcione y que sea respetada de nuevo en la Tierra, para empezar, tenemos que abandonar el régimen liberal partitocrático del 78. Finiquitar la partitocracia junto con el parlamentarismo y traer de una vez una verdadera democracia orgánica. Reforzar el poder ejecutivo fusionando el cargo de Presidente del Gobierno con el de jefe de Estado. Acabar con las autonomías (reinos corruptos de taifas) junto con sus respectivas policías y para ello con los vergonzosos negocios de los »nuevos caciques» de provincias que para eso las quieren todavía, reforzando de paso las Diputaciones Forales y adelgazando el Estado. Suprimir la economía capitalista liberal que sólo trae desigualdad social y con ello socialismo y marxismo. Crear puestos dignos de trabajo. Nacionalizar los servicios básicos y la banca. Crear un nuevo sindicato vertical. Cambiar radicalmente la educación impartiendo desde el principio la sana doctrina cristiana desde las escuelas. Reformar y reorganizar las fuerzas de policía y el ejército, que deje de ser mercenario de la OTAN. Expulsar a los inmigrantes ilegales. Ayudar primero a las familias españolas. Y después de conseguida la justicia social y con ello el equilibrio interior dar a España una empresa exterior colectiva realista y sensata de la cual carece desde hace, mucho, mucho tiempo.