Por Jorge Suárez-Vélez
«Cuando se invierte en mercados financieros, se le insiste a quien invierte que «el desempeño pasado no garantiza el rendimiento futuro». En política diríamos lo mismo. Quienes hoy ven los graves errores que ha cometido López Obrador asumen que su popularidad es inmutable y su resiliencia permanente. No lo es.
La aprobación del Presidente es sólo ligeramente superior a la de Fox o Calderón a estas alturas de sus sexenios. Ambos mandatarios cerraron su primer año arriba de 60%. Quienes seguimos día a día las terribles decisiones de AMLO nos sorprendemos ante su lento deterioro. Uno esperaría que 34 mil homicidios dolosos el año pasado, la torpe cancelación del Seguro Popular, los numerosos despidos en el sector público, o el crecimiento del desempleo (según la OIT pasó de 1.8 a 2 millones de desempleados en 2019, y espera 2.1 a fines de este año y 2.4 el que viene), ya provocaran una merma más contundente. Es cuestión de tiempo.
El eslabón más frágil en el sueño del tabasqueño es la nociva ineptitud de su equipo -y aún más grave- la propia, en su proyecto unipersonal ni siquiera recordamos el nombre de los miembros de su gabinete y los que conocemos son de adorno, como su secretaria de Gobernación. AMLO no empodera voluntariamente a nadie. Los dos políticos más presentes (y efectivos) en su gobierno -Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal- no son sus incondicionales. Ambos tienen ambiciones presidenciales y agenda propia. Tarde o temprano se desmarcarán para perseguirla.
Con Morena ocurrirá lo mismo. El próximo año votaremos por 3 mil 495 puestos de elección popular. El ADN del partido es herencia de las tribus del PRD. Empezará la batalla campal buscando las candidaturas más apetitosas para sus facciones. Se sacarán los ojos en el proceso. Mientras tanto, ante la falta de un padrón del partido, no podrán elegir a un nuevo líder afín a los más fieles y puros militantes, y hacerlo por encuesta llevaría a Mario Delgado a dirigirlos, lo cual fortalecería a Ebrard, indeseable para éstos. Mientras tanto, Andrés Manuel Jr. opera el partido tras bambalinas, usando a Yeidckol Polevnsky como pantalla.
El prematuro sometimiento de medios y empresarios es un error estratégico. Entiendo la cautela a la que invita el uso de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda como herramienta de extorsión. Vimos su efectividad para hacer renunciar a Eduardo Medina Mora, ministro de la Suprema Corte. La utilizarán contra empresarios que no se alineen, medios críticos o políticos de oposición. Eso explica el apoyo legislativo del PRI a Morena. La amenaza del sicario Santiago Nieto hace las veces de los moches que Peña Nieto repartía. Sobra con qué extorsionarlos. Pero en la medida en la que la UIF se exceda y la extinción de dominio inquiete, la inversión privada no vendrá, impidiendo cualquier crecimiento.
Los medios se autocensuran para satisfacer al régimen. Esto explica la presencia de impresentables incondicionales en medios importantes, con la consecuente salida de los críticos más severos tanto de prensa escrita, como de programas de televisión y radio. Con excepciones como el diario Reforma y de medios serios e independientes como Animal Político, los medios prefieren someterse dócilmente.
La popularidad del Presidente caducará. Surgirá oposición a su tiempo. La terca realidad será su contrapeso. La economía mundial se desacelera y la disciplina fiscal no bastará para mantener estabilidad. Será necesario oponerse en forma tenaz a la desintegración del Estado, al debilitamiento del federalismo y de la división de poderes, al embate contra órganos autónomos, a la pérdida de capacidades técnicas del gobierno, al despilfarro de recursos en elefantes blancos y en pestilente reparto clientelar, al debilitamiento del INE y a la adopción de reformas legales que les darán medios para reprimir y castigar a quien se les ponga en el camino. A los balandrones hay que enfrentarlos, someterse a ellos sólo los empodera. Si no lo hacemos, quedará poco con qué reconstruir cuando se vayan».