Hasta hace muy poco, la elección de un diputado como André Ventura sería vista como una ficción más propia de un libro de historia alternativo. Sin embargo, bastaba con ser un observador mínimamente atento para entender que el fenómeno llegaría inevitablemente a Portugal.

Sin tener en cuenta los fenómenos anglosajones de la elección o el Brexit de Trump, en Europa occidental se habló primeramente de la «excepción alemana» y los expertos habituales aseguraron que en la tierra del tercer populismo del Reich estaría condenado a repetir su historia. El AfD ha demostrado la fragilidad de tales certezas políticas. Entonces, empezamos a hablar de la «excepción española» y, una vez más, Vox alteró radicalmente el panorama electoral en España.

Finalmente, Portugal se presentó como un paraíso inmune al populismo, pero hasta ahora Chega logró la hazaña de elegir a un diputado a la derecha del CDS. Como dijo un amigo cercano mío que se dedica a examinar estas cuestiones, Ventura cruzó el Rubicón y, con la presencia en el Parlamento, ganó una increíble popularidad y credibilidad. André Ventura y su partido pueden tener (y tienen) muchos defectos, pero son un signo de un cambio urgente y necesario en Portugal.

Chega es un partido que necesita marcos y una estructura capaz de acoger y enmarcar la ola de adhesiones, ya que tiene la oportunidad perfecta de crecer y establecerse como una fuerza política a la derecha que puede ser una verdadera oposición a la imposición de un sistema de destrucción nacional. Sin embargo, es más importante que nunca recordar que el combate político-partidista y electoral vive en la espuma de los días y es naturalmente volátil. Ninguna aventura debería hacernos olvidar lo fundamental, así como ningún falso purismo debería hacernos subestimar o ignorar la acción política.