Como todo buen católico sabe y santifica, nuestro Dios es Uno y Trino ¿Qué quiere decir esto? Que se manifiesta en las Tres Divinas Personas, también conocidas como la Santísima Trinidad o la Santísima Providencia. Estas tres personas cumplen tres roles específicos. Nuestro Dios Padre, es el Altísimo. Su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a su diestra gobierna, como Nuestro Rey de Reyes, Redentor de la Humanidad. Y, por último, pero no menos importante, el Espíritu Santo, que es la Alianza Nueva y Eterna, donde nos encontramos en comunión con Nuestro Dios, el único y verdadero.
Además de Nuestro Dios, también está la figura de la Santa Virgen María, quien concibió al Niño Dios, a Jesús nacido, por Obra y Gracia del Espíritu Santo. Ella, como Corredentora, Abogada y Mediadora, recibe el título de Reina y Madre Celestial, pues de ella somos hijos, y esto nos hace hermanos de Cristo. Es así, como en unos de sus últimos suspiros, agonizando en la Cruz, al ver a su Santa Madre y su fiel Apóstol San Juan, Nuestro Señor les establece: “¡Mujer, he ahí a tu Hijo! Y después dijo al discípulo: ¡He ahí a tu Madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa.”
Por eso se entiende que, en el Reino de los Cielos, existe una jerarquía, Coronada y Encabezada por Nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; que a su vez, cuenta con la Reina Madre María; le sigue San Miguel Arcángel, Príncipe del Ejército Celestial; San Juan Bautista, que vino primero que Jesús a anunciarlo y bautizarlo; San Pedro, en quien Jesús edificó su Iglesia; San Pablo, que primero persiguió cristianos y luego murió como mártir por Cristo ¡Y todos los Santos y Ángeles! Además de todos los buenos católicos que logran salvar su alma y gozar de la Gloria del Altísimo en su Reino Celestial y Eterno.
Así como existe el lado bueno, correcto y derecho, donde aspiramos a ir los que nos portamos bien y seguimos las enseñanzas de nuestro padre Abraham y las de Nuestro Señor Jesucristo, hay otro sitio, menos luminoso y dichoso, donde vive la primera creatura resentida, se le conoce como el Infierno, donde el Príncipe de las Tinieblas, el Tirano Satanás, gobierna con puño de hierro y fuego desde su exilio del Reino Celestial, por causa de su orgullo a su belleza y soberbia, de creerse más y mejor que Dios.
Fue así que el Diablo, sus secuaces, sus ofensas e inmundicias fueron desterrados, condenados, manchado por la oscuridad debido a querer brillar más que el Sol de la Justicia. No eran merecedores de estar en la Gloria del Altísimo. De esta misma forma, las regiones hispanoamericanas, repitiendo la ofensa de la Antigua Serpiente, decidieron, hace más de 200 años atrás, separarse de su propia Patria, del Imperio Español, y con ello, de la Iglesia de Dios, la Esposa del Cristo. Este hecho conocido como “independencia” pero que fue una guerra fratricida de secesión, no es más que caminar sobre los pasos de Satanás, del pueblo que crucificó al Mesías, del hereje Martín Lutero, de la masonería anglofrancesa, inspirada profundamente por el paganismo y por el mismo Satanás en persona.
Este complot, que no concluye con la construcción de la herejía llamada “las tesis” de Lutero, donde manipula la Palabra y su interpretación, continúa con la llamada “teología liberal” ¡Otra gran ofensa contra la S. Trinidad! Si en la primera doctrina herética luterana se destruye y ataca sin piedad y con falacias a la Esposa de Cristo y a nuestra Reina Madre, en la herejía libertina parten a atacando a Nuestro Dios Padre, reemplazado por un “arquitecto”, y a Jesucristo lo despojan de su divinidad, convirtiéndolo en un simple mortal ¿Con qué fin? Con el fin de creer poder reducir a Jesús a hombre y creerse sus iguales, cuando este es perfectamente Hombre y perfectamente Dios, porque es el Hijo de Dios engendrado en la Virginidad de María, es decir, no es fruto del pecado de la lujuria.
Pecado que sacó a Adán y Eva de la inocencia del acto de creación para tener hijos y los llevó al acto de la lujuria, al tener relaciones carnales solo por placer, asesorados y engañados por el Maestro de Todas las Falacias. Y es así, como la institución del matrimonio cristiana, fue reducida un asunto “civil” y separado de la Iglesia Católica, arrebatado por los políticos masones, porque en su revolución, en su el renacimiento de la decadencia o en la iluminación que cegó a todos esos farsantes iluminados, debían arrebatarle al Dios verdadero su institución más antigua y sagrada, la que permite la perpetuación de la Humanidad.
Al banalizar esta relación y destruir sus bases, solo buscaban que las personas ahora se casaran frente a la antítesis de la Santísima Trinidad, lo que los modernistas llaman su dios pagano Estado, al cual le rinden culto, le cantan alabanzas y obligan a los cristianos a financiar ese antro de la perversión, que solo por donde mete sus manos todo perece. El Estado viene a reemplazar al Padre, quiere ser más alto que el Altísimo, porque detrás de ese cuento de poder y soberbia, se encuentra su antiguo enemigo, el primer resentido, quien fuera parte de su Reino Celestial y lo traicionara.
El ídolo Estado, tiene otro apéndice, que es el llamado dios Partido Político, estos burdeles, se multiplican como células cancerígenas, son cultos del demonio. Si anteriormente los masones se reunían en secreto, con los partidos, liberales y conservadores, podían extender sus tentáculos por toda la sociedad. Generar conflicto en el pueblo y adoctrinarlos bajo el dios Estado, con sus promesas libertinaje.
El dios Partido Político, quiere usurpar la figura del Espíritu Santo, presente en todos lados, pero en vez de llenarnos de luz y de gracia, el ídolo Partido nos lleva de oscuridad y pecado, nos aleja de Dios y de la salvación ¡Incluso nos pone a trabajar contra Él! Y es acá donde entra el último miembro de esta secta modernista que quiere destruir al Pueblo de Dios, los llamados marxistas, comunistas, socialistas, posmodernos, todo esos, que su manipulación de la Palabra, su máxima herejía, además de la lucha de clases, se llama “teología de la liberación”, un burdo intento de idolatrar al ídolo Pueblo, que ahí viene la estafa modernista.
El ídolo pueblo no es usted, pues el pueblo no es una entidad concreta y que funcione como un solo cuerpo, como funciona la Iglesia de Dios, guiada por el Espíritu Santo y fundada por Cristo, que es su cabeza invisible y dirigida terrenalmente por el Papa, su cabeza visible. El ídolo Pueblo es realmente el Sátrapa, el que viene a guiar al pueblo, el que se cree mesías y salvador, como todos los tiranos comunistas se han creído, desde Lenin hasta Maduro.
Es así como se concreta la satánica antítesis de la modernidad Estado-Partido-Pueblo, que realmente quiere decir Burocracia-Secta-Tirano, porque los modernistas te hablan con mieles, pero realmente te están inyectando el veneno. Y el pueblo, como siempre engañado, se entrega a la inmundicia flagrante de la maldad desenfrenada que emerge de la falsa prosperidad que con mucha astucia la secta modernista inyecta en las venas los hombres de poca fe.
Protestantes, y todas sus sectas; masones, y todas sus logias y partidos conservadores y liberales; marxistas, y todas sus franquicias, partidos socialistas y comunistas, grupos de feministas-bolcheviques o de ideología de género, o farsantes predicadores de la mentira de Marx y muchos otros resentidos, son los causantes de toda esta decadencia que conocemos como Modernidad, que está llegando al llegadero. Ahora, desde hace poco, sumado la iglesia falsa, que consagró su servidumbre a la falsa trinidad de Satanás, con la reforma protestante, mejor conocido como el Concilio Vaticano II, donde entregan la Iglesia de Cristo al ídolo Pueblo, que no es más que el tirano del partido de turno.
Solo la fe en la Santísima Trinidad, que es el Dios verdadero, podrá librarnos de las garras ensangrentadas y envenenadas de sus enemigos, que también serán los nuestros, y que con la valentía de don Pelayo, con la sabiduría de la Reina Isabel la Católica, con la fuerza de Fernando el Católico, y con la devoción de nuestros Santos y Santas, muchos mártires de la Iglesia, adversos a Satanás y sus demonios, fieles servidores de Cristo, de su Esposa, de su Madre, de Su Espíritu Divino y de su Padre, seremos recompensados en la vida eterna por servirle con Justicia, Verdad y Amor. Con la reluciente espada del Príncipe del Ejército Celestial, San Miguel Arcángel, la derecha de Dios será implacable, y quebrará la mandíbula de la Antigua Serpiente, que será pisoteada por la Reina Madre y nuevamente encerrada en el averno, para su resentimiento y sufrimiento eterno.