Por Plinio Correa de Oliveira
Apartado 2 del Capítulo XI de Revolución y Contra-Revolución
La Contra-Revolución, enemiga de la República Universal, tampoco es favorable a la situación inestable y anorgánica creada por la escisión de la Cristiandad y por la secularización de la vida internacional en los Tiempos Modernos.
La plena soberanía de cada nación no se opone a que los pueblos que viven bajo el influjo de la Iglesia, formando una vasta familia espiritual, constituyan, para resolver sus cuestiones en el plano internacional, órganos profundamente impregnados de espíritu cristiano y quizá presididos por representantes de la Santa Sede. Tales órganos podrían también favorecer la cooperación de los pueblos católicos para el bien común en todos sus aspectos, en especial en lo que se refiere a la defensa de la Iglesia contra los infieles y a la protección de la libertad de los misioneros en tierras gentílicas o dominadas por el comunismo. Tales órganos podrían, por fin, entrar en contacto con pueblos no católicos para la manutención del buen orden en las relaciones internacionales.
Sin negar los importantes servicios que en diversas ocasiones puedan haber prestado en este sentido organismos laicos, la Contra-Revolución debe hacer ver siempre la terrible laguna que significa el carácter laico de éstos, así como alertar a los espíritus contra el riesgo de que esos organismos se transformen en un germen de República Universal.