Por Joaquín L. Ramírez
Así llamado desde 1932 (antes Zaldúa), en la actualidad a este municipio de Vizcaya se le llama oficialmente Zaldíbar (1980), ya que se dice que ese sería su nombre en vasco (euskera). Y es que somos complicados hasta el extremo de discutirnos si las b o las v. Lo cierto es que este pueblo perteneciente a la comarca del Duranquesado de casi 12 kilómetros cuadrados de extensión y aproximados 3000 habitantes, es protagonista de la preocupación y la actualidad por la reciente explosión de un vertedero situado en el barrio de Eitzaga. Ello provocó -el 6 de febrero de 2020- un corrimiento de tierras de gran volumen que se tragó literalmente a dos trabajadores –Alberto Solozuze y Joaquín Beltrán-, que permanecen desaparecidos, y un importante incendio que, a fecha de hoy, sigue activo.
La alerta sanitaria de la zona sigue declarada por los elevados índices de dioxinas y furanos, que suponen un importante riesgo para la salud en caso de exposiciones elevadas y prolongadas en el tiempo. Lo cierto es que la gestión por parte del Gobierno Vasco de esta importante crisis está siendo errática y dispersa y, de momento, sin poderse vislumbrar el final de la misma. Eso sí, aunque sí se dispuso de un helicóptero del Servicio de Emergencias de Cantabria en las primeras horas del siniestro, el Lehendakari Urkullu se apresuró a rechazar la colaboración de la UME (Unidad Militar de Emergencias), negando prematuramente riesgos para la salud. No obstante, los análisis de los niveles de contaminación en el aire, realizados por el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) se han ocupado de revelar niveles y riesgos.
Parece ser que la realidad y antecedentes de este grave suceso está en el mal estado del vertedero, al límite de su capacidad, la presencia de amianto, que se tardó bastante en detectar, el retraso y las contradicciones en alertar de los riesgos para la salud de las sustancias suspendidas en el aire y las precauciones con el consumo de agua. Se ha encontrado amonio en los dos ríos cercanos, el Zaldúa y el Ego. Con retraso se abordó la creación de una mesa técnica, una semana después de estallar el vertedero. Ha habido descoordinación y desinformación y una política desastrosa de comunicación. También la al principio alargada ausencia de Urkullu del lugar de la explosión y posterior incendio se ha hecho notar, así como el gran desconcierto respecto del posible traslado de estos residuos y su destino final, donde tendrán que ser sellados.
Nadie dijo que sea fácil gobernar, tampoco sólo con las competencias de una comunidad autónoma, pero sería conveniente dejar de lado la soberbia y reconocer que todos necesitamos a los demás y al resto de instituciones. Ante unas elecciones ya convocadas, con tantas ínfulas de nación e independencia, bueno sería bajar a tierra y ponerse a trabajar por el bienestar de la población, antes de seguir cacareando virtudes, capacidades y brillanteces cuasiétnicas que, en todo caso, sólo son limitadamente humanas. Vaya por delante nuestro pésame, así como apoyo y aliento, para resolver este grave reto.