En ¿Quién soy yo para juzgar? el profesor y comunicador Edward Sri se vale de su larga experiencia con jóvenes para enfrentarse al relativismo moral que respiramos a diario y que se cuela por todas partes. Y lo hace combinando rigor pero también con psicología y comprensión profunda del problema.
Porque refutar el relativismo no es difícil: si todo es relativo también lo es esa misma afirmación, que queda así autorefutada. Pero la cuestión es más compleja, pues como explica Sri, en muchas ocasiones las posturas relativistas en moral no son más que un modo de justificar el propio comportamiento. De ahí el subtítulo del libro: Responder al relativismo con la Lógica y el Amor.
El libro parte de la realidad del “para mí, que se extiende hasta entre personas con fuertes convicciones: eso está mal para mí, pero no soy nadie para meterme en la vida de los otros y si para ellos está bien no hay nada más que discutir. Un modo de pensar que parece muy sensato para vivir juntos sin pelearnos pero que como muy bien explica el autor nos lleva de cabeza a la dictadura del relativismo.
Sigue el libro desgranando los argumentos del relativismo, desde la necesidad de ser tolerantes hasta aquello de hacer lo que a uno le plazca siempre que no haga daño a nadie (un sofisma, pues siempre se daña a otros, aunque sea por omisión, empezando por uno mismo). La respuesta de Sri a aquellos que le acusan de juzgar merece que nos la guardemos para el momento oportuno: cuando nos digan que no juzguemos a los demás, Sri nos propone responder con un “¿me estás juzgando?”. Este cortocircuito lógico puede darnos la oportunidad para explicar la enorme diferencia entre emitir un juicio y juzgar a una persona.
Acierta también el autor al no limitarse a responder lógicamente las falacias relativistas, sino al presentar la moral cristiana en un contexto más amplio, que incorpora, por ejemplo, la importancia de la virtud o la visión de la moral no como una lista de normas para fastidiarnos, sino como el mapa para orientarnos y así alcanzar la felicidad.
El libro, siempre bien argumentado y que acaba cada capítulo con unas cuestiones para reflexionar, es de lectura recomendable para cualquiera (¿quién no ha tenido una discusión sobre estos temas?), pero muy especialmente para quienes están en contacto con jóvenes y para esos mismos jóvenes, que encontrarán en él una invitación a pensar bien y a vivir de acuerdo a la Verdad.
La última parte, titulada “Siete claves para responder al relativismo”, merece una lectura atenta e insiste en que la respuesta no puede ser solo intelectual, sino que debe abordar otros aspectos, que en muchas ocasiones son la verdadera causa de que una persona abrace el relativismo moral. Por eso algunas de las claves son “empezar por la misericordia”, “el relativismo es una máscara” o “tomar ejemplo del Corazón de Jesús”.
En definitiva, un libro clarificador que puede ser una muy útil herramienta para quienes se enfrenten al relativismo moral, verdadera plaga de nuestro tiempo.
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