La inteligencia artificial es tanto positiva cuando busca ayudar al hombre en su día a día (calidad de vida o productividad) pero tanto negativa cuando busca no solo sustituir al hombre (creación divina) sino servir para vulnerar la libertad y la privacidad de la sociedad.
China es uno de los ejemplos más relevantes de ello, con sus ingentes cámaras (una cantidad que ronda los 200 millones) que monitorizan casi todo detalle de sus viandantes (rasgos faciales, movimientos…), sirviendo para perseguir a disidentes y reforzar la represión.
Cierto es que en regímenes no totalitarios como el estadounidense (con sus mases y sus menos), también existen unidades encargadas de espiar a los internautas (hablamos de la CIA, vinculada a las cloacas, al llamado Deep State). El MD5 británico y el CNI español también van en las mismas.
Pero no vamos a centrarnos tanto en nada de lo anterior, sino en algo que ha salido a la luz recientemente, de lo cual se ha podido tener constancia por medio de portales digitales como ZeroHedge. Según ciertas filtraciones, la UE pretende implementar un sistema de bases de datos de reconocimiento facial.
Aún no se ha tramitado ningún proyecto legislativo comunitario, aunque sí se ha preparado una partida de varios millones de euros para investigaciones exploradoras en logística de datos (los proveedores de cloud computing estarán en el californiano Silicon Valley).
Con esta medida, las bases de datos interconectadas en la Europol compartirían, con otros Estados miembros, no solo el DNI y la huella dactilar, sino también datos propios de un registro facial. De hecho, se quisiera ir más lejos e intercambiar esta información con EE.UU.