Había una vez un pequeño pueblo, muy pequeño. Que durante la conquista y evangelización de las Indias hispanas, contó con la bendición del Señor para su conversión, tanto así que, maravillados los indios ante los estandartes brillantes de los españoles, de donde emanaba la luz celestial como señal de anuncio de la Palabra, la cual solo pudo ser traída por la devoción sincera y cristiana, de un humilde ministro del Rey de Reyes, de su Reina Esposa ¡Y, por su puesto! De su Madre Reina.
El pueblo, estaba en el continente, pero al mismo tiempo aislado, por el oeste con el basto océano, divido por un gigante, árido y poderoso desierto por el norte, fortificado por un unas colosales, frías e imponentes montañas por el este, y, por último, la inclemencia del frío, blanco y basto polo sur. En definitiva, nos encontrábamos ante una isla que emerge dentro de América, una especie de oasis paradisiaco, con diversos climas y tierra muy generosa.
Pues con la bendición de Dios, su grey se puso a andar. El clima adverso se hizo sentir. Terribles indios azotaban a los nuevos residentes, indios que vivían en un estado de salvajismo y atraso tremendo, que necesitaban urgentemente los valores católicos para demostrar, como se hizo, que, a pesar de ser una tribu salvaje, podían conseguir la salvación, porque también eran personas ¡Así lo dispuso el Señor! Y así incluso llegó a evangelizar Santa María de Jesús Ágreda, que tuvo el don de la bilocación, y mientras estaba en su Monasterio en España, predicaba la palabra en Nueva España a la vez.
Pero la adversidad no terminaba ahí. ¡Terremotos y maremotos se pusieron a la orden del día! Sequías en el norte, inundaciones en el sur, salvajes en la Araucanía, en fin, todas las de perder. Pero la grey del Señor es terca, terca cuando desobedece, como los que endurecieron su corazón en los tiempos de nuestro padre Abraham, pero también duros de pensamiento, de espíritu, de cuerpo y de fe cuando se trata de hacer y cumplir la voluntad de Su Santísimo Señor.
Y así fue, la terquedad por la que son conocidos los Tercios Hispanos. Esa misma terquedad fue heredada en los hispanoamericanos, especialmente a la pequeña Capitanía General de Chile. Una terquedad que, sumado con ser una sociedad resiliente, da como resultado que cuando los llevan a una situación límite, el pueblo reacciona y reacciona abrutapmente, pero no sin un fin ¡Con el fin de buscar ORDEN! ¡Con el fin de volver a su DIOS! El que trae la paz, la tranquilidad, la estabilidad que vinieron buscando cuando don Pedro de Valdivia llegó por primera vez a Santiago, para volverla parte del Imperio de su Majestad el Rey Carlos I.
Pero, así como esta sociedad se levantó de las cenizas tres veces para luego quedar elevada hasta ahora, tiende cada tanto, que es la maldición de los hispanos desde que nos fue impuesto el Estado modernista, a entrar en crisis. Pues sí, las crisis son parte del Estado modernista, de su sociedad egoísta, de su falta de moral y abundancia de vicios. Necesitan el conflicto y la crisis para mantener su régimen decadente.
Por eso los protestantes inventaron que el enemigo era la Iglesia Católica y había que destruirla, porque las nuevas miles de iglesias de él, los suyos y cualquier loco que quiera iniciar su propia franquicia religiosa, sí estaban bien. Los masones también inventaron que los conservadores y liberales eran enemigos, cuando son dos caras de la misma moneda. Luego vinieron los marxistas a tomar el relevo, diciendo que hay dos bandos, los burgueses que son ricos y los proletarios que son pobres. Esto también se agotó, así que empezaron a decir, que el problema real en este momento es que la mayoría oprime al a minoría, porque ya ni siquiera el discurso protestante-masón-marxista cala en la sociedad, tuvieron que atomizar para dividir y gobernar.
Este pueblo de Dios del que hablábamos al principio, ha llegado a la etapa cumbre de su ocaso. Están al borde del precipicio. Porque las calles están tomadas por bárbaros y salvajes, que se hacen llamar justicieros y son bandoleros. Porque las universidades son factorías donde le lavan el cerebro a los chilenos, los transforman en modernistas marxianos. Porque el delincuente hoy gobierna, tiene ministros, diputados y jueces, y el chileno, el justo, el bueno, el decente, pues, recibe todo el yugo y el desprecio de la casta que lo detesta, y disfruta viendo al chileno sufrir.
Por las calles de Santiago transita el padre errante, ese que trae la Palabra de Dios como la trajo en su momento la empresa de don Pedro de Valdivia con sus misioneros. El padre camina, porque mientras anda, construye camino. Y el inclemente clima lo golpea con todas sus fuerzas, pero padre camina. Buscando un buen sitio para construir su humilde y sencilla capilla, como el pesebre donde se le daría luz, por obra y gracia del Espíritu Santo, al Hijo de Dios.
Pues claro, todo el que camina va hacia alguna parte, y el padre errante recuerda de dónde venimos y hacia donde vamos. Venimos y somos el Pueblo de Dios. Hijos de Adán y Eva, descendientes de Abraham, hermanos de Cristo, hijos de María, súbditos de Isabel La Católica. Somos la mansa grey del Pastor de Cristo, el Papa, el legítimo y verdadero, al cual hoy esperamos, como esperamos al Cordero de Dios y como aún esperamos a sus dos testigos, los profetas, porque así dice la Palabra.
Si bien hoy parece un tanto más claro los actores. Puesto que es la apostasía quien rige el Vaticano desde el Concilio Vaticano II, y han pasado caído 5 de los 7 reyes, mientras 2 viven y solo uno gobierna con la más grotesca herejía, para darle lugar al séptimo, que será breve. Desde la reforma del marrano Lutero, parece haber surgido Babilonia La Grande, de con la que todos fornican y de la que comen sacrificios de ídolos, su inicio estuvo en la Londres de Enrique VIII. Y pues hoy, su reina Isabel II, y en el pasado, Isabel I, hija de Enrique VIII, hace de “obispa”, cuando no lo son, y ni jamás lo serán. Son herejes, y la cabeza de Saint Thomas More rodó por recordárselo al hereje de Enrique VIII.
El falso profeta parece más bien una sucesión de charlatanes, que emana desde Lutero y culmina con el marxista Zizek, si queremos seguir un hilo de “pensamiento” intelectual, porque de pensamiento poco, eso es más bien resentimiento de los ignorantes que en su infinita impotencia solo vomitan blasfemias y herejías. Por eso el padre sigue errante, desmintiendo al embustero y llevando la Verdad en Cristo ¡Para guiarnos a su Reino Eterno!