Cuando se reflexiona acerca de la migración asturiana a América en los siglos XIX y XX la imagen que suele venir asociada es la del indiano o americano, ejemplificada a través de las singulares trayectorias de personajes como Vicente Loriente, Rafael Fernández Calzada, José Bango León, Luis Belaunde o Antonio López Oliveros. De una u otra manera, los indianos dejaron patente su impronta en el territorio asturiano desde el punto de vista económico, cultural y político. Pero de esas trayectorias se desligaba el caso de una figura desconocida y natural de un pueblo del concejo de Piloña, Manuel Antonio González y Mónez.
Manuel A. González nació el 24 de noviembre de 1832 como recogió la prensa norteamericana con motivo de su fallecimiento a comienzos de la pasada centuria. Pocos datos existen con respecto a su infancia ni acerca de sus progenitores. En 1847, contando ya con catorce años, Manuel A. González dejó Asturias para trasladarse a la aún colonia española de Cuba. Tal vez los motivos de su migración fuesen los mismos que condujeron a otros tantos compatriotas a largo de aquel siglo, la complicada situación económica o los quintos en una etapa colmada de conflictos. El viaje lo efectuó con otros tantos jóvenes, entre ellos su primo Sergio de la Vega, en un periplo no libre de dificultades puesto que el barco en el que navegó se estrelló contra un arrecife cerca de las costas de La Habana.
Quizás en su estancia cubana comenzase su trabajo como competente marinero en el comercio entre la isla y Cayo Oeste (Florida), que por aquel entonces era una floreciente y activa ciudad comercial y a la que poco tiempo después se desplazaría. La riqueza del puerto de Cayo Oeste se concentró en el comercio pesquero y salinero, además de la existencia de fábricas de tabacos o almacenes con suministros para los barcos. Pronto González decidió abandonar la isla para establecerse en Cayo Oeste, ya con una cierta riqueza y con la disposición de un barco propio, con el que abastecía los puestos militares estadounidenses de Florida (entre el Fort Brooke en Tampa hasta el Fort Myers), hacia 1855. Cuatro años más tarde, le era concedida la nacionalidad norteamericana. Y en 1861 contrajo matrimonio con Edalina Weatherford, natural de las Bahamas.
Fort Myers —sede del condado de Lee, al suroeste de Florida— había sido guarnición militar con anterioridad a la Guerra de Secesión (1861-1865) y fue abandonada tras las guerras con los Semínolas. Tras el final del tercero de estos conflictos (1858) existieron deseos manifiestos por parte de González de instalarse en esa zona. Este primigenio asentamiento estaba situado en la ribera del río Caloosahatchee y fue aprovechado por el ejército unionista en el período de guerra civil. Manuel González pertrechó nuevamente a esta base militar, como capitán de un navío, de noticias y de suministros por medio del correo civil marítimo entre Fort Myers y Tampa. Derivado de estos viajes, González tuvo como hombre de mar un considerable conocimiento de las costas del suroeste de Florida.
Manuel A. González fue el primer colono de Fort Myers. El 21 de febrero de 1866, se instaló en compañía de su hijo Manuel S. González, su cuñado John Weatherford y su amigo Joseph A. Vivas y sus respectivas esposas. Abandonaron Cayo Oeste para instalar la primera comunidad sobre la lamentablemente destruida guarnición de Fort Myers, cuya apariencia previa incluía 57 atractivas instalaciones (entre viviendas, establos, barracones y un hospital). Con todo, González no cejó en su empeño de levantar un hogar sobre escombros y desolados jardines.
González mantuvo excelentes relaciones con las tribus Semínolas de la región y estableció además el primer puesto de comercio en la zona. Su esposa, Evalina Weatherford González, inauguró la primera escuela del Suroeste de Florida y se encargó personalmente de la tutela de todos los niveles académicos ante la inexistencia de un sistema educativo público. Gracias a los contactos de su marido en Cuba consiguió libros de texto. Sus primeras clases se iniciaron con cuatro alumnos, entre ellos sus dos hijos, en 1868.
El terreno del antiguo fuerte fue ocupado en un primer momento por la familia González y Vivas, aunque Manuel González nunca pretendió contar con un acuerdo público de ocupación a causa de la pertenencia al ejercito del fortín. Pronto comenzaron a llegar nuevos colonos como Nelson Tillis, James Powell y Bill Clay.
González y su familia obtuvieron 160 acres, en diciembre de 1872, a cambio de abandonar su tradicional residencia (merced a la Homestead Act de 1862) cuando el gobierno ordenó la supervisión y comienzo de ocupación de un nuevo asentamiento poblacional, cuya fundación definitiva data de 1886. González fallecería en esa ciudad el 25 de febrero de 1902. Gran parte del terrazgo que ladeaba el río Caloosahatchee fue propiedad de González y una vez cedido al gobierno pasó posteriormente a ser posesión tanto del inventor Thomas Edison como del industrial Henry Ford —base de lo que actualmente se conoce como las Fincas de Invierno de Edison y Ford—. Su hijo Manuel S. González fue el encargado de construir las primeras y lujosas viviendas de la urbe, ocupadas por sus consanguíneos.
Coincidiendo con el 150 aniversario de la instalación de Manuel González y su familia, el Estado de Florida reconoció, el 21 de febrero de 2016, aquella efeméride como el día de los fundadores de Fort Myers por la decisiva contribución del asturiano al desarrollo del Suroeste de Florida. Tristemente, una sencilla placa conmemorativa con la inscripción “Manuel’s branch” en el puente sobre al arroyo que desemboca en el río Caloosahatchee también recuerda su importancia.
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