Érase una vez dos hermanos. Los dos tenían el mismo origen. Hijos de la misma Madre, pero eran de distintos padres. Pues verán, en aquellos días, no había orden como en estos. Así que algunos vivían en la mentira y otros, pues, conocían gotas de la Verdad. Sus padres fueron amigos. Se conocieron muy jóvenes en batalla. Ambos de Tierras Lejanas. Pero los unió lo único que podía unir a dos hombres, uno del fuego y otro del frío, los unió el mismo Dios.

Así fue, Dios les envió una Mujer para unir a ambos Reyes. Fue así como el Rey de las Tierras Calientes, se unió en Sagrado Matrimonio con una bella mujer, proveniente de lo más hermoso, exótico y bello del Mediterráneo. Este Rey, luego de grandes proezas, de las cuales solo fue capaz tras su conversión, al igual que el Rey de las Tierras Heladas, ambos tuvieron encuentros con una hermosa dama, que les habló.

Esta dama, el habló al Rey Henry, de las Tierras Heladas, durante la noche y en luna llena, le dijo que tenía que servirle a ella y ser caballero del Rey de Reyes. Richard, estupefacto pero lleno de gracia y amor, no pudo hacer otra cosa que postrarse ante la dama. Una vez entregado el mensaje, esta bella dama se esfumo. El Rey desechó todos sus falsos ídolos, ahora conocía la fe verdadera.

Al Rey Fernando, la dama se le presentó en plena campaña con sus enemigos. Este peleaba con bravío fervor, puesto que ellos, sus rivales, había usurpado sus dominios estableciendo asentamientos sin permiso. Antes de iniciar la contienda, la bella dama apareció, con otras ropas y otras pintas. Ese día el sol irradiaba paz. Ella también. Le entregó una cruz y con ella le dije que peleará encomendado al Príncipe de los Ejércitos, que servía al Rey de Reyes. Así triunfó y creyó.

Aunque de Tierras Lejanas, el Rey Fernando escuchó del Rey Henry, se conocieron, compartieron historias, bebieron de las mismas copas ¡Y hasta se enamoraron de la misma mujer! Pues, un día, cuando Richard visitaba a su amigo Henry, se presentó un noble del desierto, venido de tierras áridas, de un osáis en medio de la nada. Había escapado de la persecución, y con su prole, servidumbre, ganado, riquezas, todo lo que pudo cargar lo trajo consigo, pues su Señor le pidió hacerlo. Le pidió seguir el sendero que lo llevaba al norte, a las Tierras Heladas y que presentara ahí, al Rey, a su Hija, la hermosa Mirian.

Pero la diatriba del Rey David, del muy lejano Oriente y que llegó a las Tierras Heladas guiado por la Estrella más brillante, una que solo brilló para él y su pueblo que había sido vejado y postrado ante sus enemigos por culpa de la traición de los señores, era que no había un solo Rey, había dos Reyes presentes. Una diatriba, que debía ser dirimida.

El Rey David se manifestó y con voz de trueno estableció: ¡Queridos anfitriones! Doy gracias a su merced por recibir a mi mensajero, y sobre todo a mi grey, que por tanta desgracia hemos pasado. Vine acá por designio de aquel que en la Altura Reina. Pues verán, fui terco y engañado por mis más cercanos, pues caso omiso hice a los consejos de mi Dios, y más escuché el murmullo de aquellos que en la sombra y la mentira se mueven…”

“¡Ay de mi! ¡Perdóname, Padre! Que ignoré tus consejos porque mi vanidad me nubló. Pero a última hora me mostraste la Verdad ¡Así es! Tu emisario llegó, de las entrañas de la bestia y alarmado me anunció la conspiración de los lores. Y tu ángel me guió, y mis más leales cortesanos, sirvientes y pueblerinos, siguieron a su Rey, el resto por desgracia, se unión a la rebelión de los señores.”

“Y tu Dama me pidió que entregara a mi hija, la mayor, la consentida, la más hermosa al Rey que conseguiría celebrando entre su gente ¡Pero me encuentros dos! Entonces mi responsabilidad será otorgar, en este instante, al Rey que se merezca la mano de mi hija ¿Por qué se merecen la mano de mi bella flor del desierto?” sentenció el fuerte Rey David.

Ambos Reyes, al ver a la joven entrar junto a su padre y revelar su hermoso rostro, quedaron prendados, y estos dos jóvenes, Reyes solteros en busca de su Reina, entraron en pleno conflicto al quedar hechizados por la belleza de Mirian. Así que el astuto Rey de los Bretones, anunció: “¡Mi Señor David! Siempre será un honor para mi recibir a los servidores de la bella Dama y de su Dios ¡Acá nada le faltará, ni a usted, ni a los suyos! Incluso, decreto que esas Tierras que nadie quiere, donde nada crece, sean suyas y de los suyos. Su hija y usted, tendrán todos como parte de la leal familia de Dios…”.

Advertisement. Scroll to continue reading.

TE NECESITAMOS: Google nos ha censurado la publicidad por ser peligrosa nuestra información. Somos un espacio de análisis lejos de los dogmas de la corrección política por lo que puedes  colaborar haciendo una DONACIÓN (pulsando aquí)

Pero el Rey Fernando, menos replicó: “Es cierto que con este servidor nada le faltará, y agradecemos todos sus obsequios, porque generosos es y verdadera sus palabras siempre son. Esas tierras serán buenas para ustedes, pues los bretones no soportan tal clima, ni tampoco saben trabajar esas tierras. Pero su hija, fina y delicada, no puede vivir en la adversidad de este clima gélido. Necesita más lujo, y no la sencillez que de los bretones. Necesita la finura de la grey de Dios que habita en las Tierras Calientes, donde la tierra es generosa, los animales domésticos abundan y la riqueza brota como manantial…”.

Luego de una breve reflexión, el Rey David dirimió: “¡Mis Señores! Veo que vuestras intenciones son buenas con nuestro pueblo, veo que somos el mismo pueblo, del mismo Señor, y acepto las Tierras…” a lo que Henry dictó ¡Son tuyas| ¡Tú eres el Rey David de Oriente! David continúo “¡Gracias, mi Señor! Y acepto su propuesta. Pero mi hija necesita una vida mejor, a lo que ella estaba acostumbrada en nuestro palacio. Acá tomará décadas, pero allá, en las Tierras Cálidas, todos conocemos lo generoso de su suelo. Mi hija será de Fernando.”

Y ante la justa derrota el Rey Henry exclamó “¡Salud por los Reyes Fernando y su futura Reina Mirian de Oriente! ¡Bienvenido a su Casa, Rey David! Deus Vult!”. Así las copas, que habían sido servidas mientras el Rey David hablaba, sonaron, brindaron y celebraron las nuevas nupcias ¡Pues había llegado otra oveja más a reencontrarse con su grey!

Continuará…

COMPARTE: