Sonaron las copas y sonaron las campanas de la Catedral, pues al mes siguiente, todos reunidos en el Reino de Fernando, celebrando el Santo Matrimonio de los nuevos Reyes. Pero la felicidad sería efímera, puesto que al primer hijo varón tener un año de edad, el Rey Fernando resultó extraña y repentinamente enfermo, por lo cual murió. La Reina quedó viuda, y Henry, que era padrino del pequeño Carlos, y por última voluntad de su compadre, tomó a la Reina viuda, como señora.

Por el temperamento y conocimiento de David, abuelo de príncipe Carlos, fue designado como Regente por los nobles del fuego. Hasta que David alcanzara la mayoría de edad, mientras que la Reina, ahora mujer de Henry, tuvo un segundo hijo, al que llamarían Charles. Estos fueron criados juntos como hermanos, con todo el amor de un hogar cristiano podía otorgar. Con una educación guiada por los más prodigiosos de su época, entre esos algunos brujos blancos, paganos, y por supuesto, sacerdotes y monjas.

Al crecer, los jóvenes adolescentes, con el temperamento de sus padres, con la bondad su madre, con la sabiduría de sus maestros, con la fe que todo el pueblo profesaba por Dios, su camino no dictaba otra cosa que la grandeza, para ambos, como futuros Príncipes y futuros Reyes. El Rey David, abuelo de ambos, era su guía y era el Regente, era el pastor y era patriarca, al que todos respetaban y adoraban, porque era sinónimo de verdad, valentía y servicio devoto a Dios.

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